Leo Fender: El hombre brillante que diseñó el rock and roll


En la historia de la música no solo han jugado un papel relevante los compositores, los intérpretes, las editoriales o las compañías discográficas. Los lutiers y sus instrumentos han sido claves para el desarrollo de esta disciplina a lo largo de los siglos.

Desde Antonio Stradivari y sus violines a Henry E. Steinway y sus pianos, sin olvidar a Henri Selmer y sus saxofones o Laurens Hammond y su órgano electromagnético.

En el siglo XX, uno de los fabricantes de instrumentos que destacó por encima de los demás fue Leo Fender, creador de icónicas guitarras eléctricas, que han sido utilizadas por artistas de la talla de Eric Clapton, George Harrison, Jimmy Hendrix, Buddy Holly, Keith Richards o Mark Knopfler, y que han marcado, con su particular sonido, temas clásicos del pop y el rock.

Crear un mito

«Born in the 50s looking so bold / Fender Stratocaster / Everythin’ your parents hated about rock ’n roll / Fender Fender Fender / Wangin’ and a twangin, sounding so tough / Fender Stratocaster / And the kids in my corner, they can’t get enough / Fender Fender Fender».

Con estos versos comienza Fender Stratocaster, tema de 1989 contenido en el primer disco en solitario de Jonathan Richman después de poner fin a su grupo The Modern Lovers.En él, el músico de Boston rendía un sincero homenaje a la mítica guitarra, describiéndola como un instrumento de potente sonido, de gran resistencia y que sintetizaba en un solo objeto «todo aquello que tus padres odian del rock».

Este icónico modelo había sido creado por Leo Fender en los años 50, con objeto de mejorar sus diseños anteriores, como la no menos icónica Telecaster, y competir con modelos de otras compañías, como la Les Paul.Para ello, Fender incorporó una serie de innovaciones que, si bien pueden ser comunes en guitarras actuales, en su momento fueron aportaciones revolucionarias.

Por ejemplo, dotarla de tres pastillas, cuando lo habitual era que tuvieran una o dos, colocar un conmutador de tres posiciones para seleccionarlas, incorporar un botón de volumen y dos de tono y un puente oscilante para generar trémolos. Además, tenía un nuevo diseño redondeado que resultaba más ergonómico y, en consecuencia, hacía que fuera más cómoda de tocar que otras guitarras con cantos rectos.

El nuevo modelo, bautizado como Stratocaster por Don Randall, jefe de ventas de la compañía, fue lanzado en 1954 pero, en contra de lo que se esperaba, tardó bastante en calar entre los músicos, que preferían las guitarras huecas de caja y semi-caja fabricadas por Rickembacker o Gibson.

De este modo, no sería hasta la aparición de músicos de surf como Beach Boys o Dick Dale cuando comenzase a popularizarse por su versatilidad, potente sonido y variedad de matices.

A partir de ese momento, la Stratocaster se convirtió en una guitarra mítica tan bien diseñada que, no solo no sufrió modificaciones posteriores relevantes, sino que se convirtió en un estándar del mundo de las guitarras, copiado hasta la saciedad por otras marcas sin atender a cuestiones legales o patentes.

Curioso y autodidacta

Clarence Leonidas Fender nació el 10 de agosto de 1909 en Anaheim, localidad californiana en la que su familia tenía plantaciones de naranjos. Aunque recibió clases de piano y saxofón como parte de su educación, lo que verdaderamente llamó la atención del pequeño Leo desde la infancia fue la electrónica.

Esta disciplina fue a la que se aficionó gracias a un tío suyo, propietario de un comercio de componentes electrónicos, que le regalaba piezas sueltas para que el muchacho se entretuviera.

Aunque en un primer momento enfocó su carrera profesional a la contabilidad, Fender continuó explorando el mundo de la electrónica de manera autodidacta y no tardó en montar en casa de sus padres un pequeño negocio dedicado a la reparación de aparatos de radio que atendía en sus ratos libres.

El negocio le dio cierta fama en Anaheim e hizo que comenzaran a llegarle encargos cada vez más complejos. Por ejemplo, crear un sistema de megafonía para una orquesta local. El trabajo salió tan bien, que le encargaron cinco más.

A la vista del éxito, Leo Fender decidió profesionalizarse y, en 1938, abandonó definitivamente su trabajo como contable para abrir Fender Radio Service, un taller de reparación de radios al que también acudían músicos profesionales para comprar y alquilar sus sistemas de amplificación o electrificar sus instrumentos acústicos, especialmente guitarras convencionales, guitarras hawaianas y steel guitars.

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Leo Fender permaneció en California. Había sido declarado no apto para el ejército por llevar una prótesis de cristal en el ojo y, mientras que muchos jóvenes eran llamados a filas y enviados al frente europeo, él continuó dedicándose a su taller de reparaciones y a su primera empresa de instrumentos, K&F Manufacturing Corporation, embrión de lo que poco tiempo después sería Fender Electric Instrument Co.

Saber escuchar

A medida que trabajaba en el mundo de los instrumentos, Leo Fender empezó a detectar cómo las modas y los gustos de los oyentes afectaban a las formaciones de las orquestas y a su sonido. Si al principio de su vida profesional lo más popular era la música hawaiana y la vaquera ejecutada en locales de poco aforo, con el tiempo, el público se fue decantando por otros géneros que, además, se interpretaban en grandes recintos.

De ese modo, Fender llegó a la conclusión de que el tiempo de las guitarras hawaianas y de las steel guitars había pasado. Lo que los artistas necesitaban era un instrumento robusto, potente, fácil de transportar y que pudiera amplificarse para hacerse oír sin provocar los acoples de retroalimentación, tan característicos de las guitarras de caja hueca.

La solución a esas necesidades era construir una guitarra de cuerpo macizo, sin demasiados ornamentos, que fuera más funcional que bonita, fácil de afinar y con un buen sistema eléctrico.

De este modo, en 1948 comenzó a diseñar esa guitarra ideal y, dos años después, puso a la venta el modelo Telecaster, al que siguió el Fender Precision Bass, un bajo eléctrico que facilitó la vida de los contrabajistas que, a partir de entonces, ya no tuvieron que cargar con su voluminosa herramienta de trabajo.

Con esos dos instrumentos comenzó la leyenda de Fender, que no solo cimentó su fama en sus buenos productos, sino en su interés por escuchar las demandas y necesidades de aquellos a los que iban destinados sus creaciones: los músicos.

De hecho, fueron estos los que, sin negar los beneficios de la Telecaster, le comentaron a Leo Fender que su guitarra era demasiado tosca y limitada. Gracias a esas críticas, el lutier y su colaborador Freddie Tavares comenzaron a proyectar la que sería la joya de su corona: la Fender Stratocaster.

El negocio de la música

En 1965, entre los usuarios de productos Fender se encontraban Hank Marvin de The Shadows, John Lennon, Ike Turner, Steve Crooper y Duck Dunn de los MG’s, Waylon Jennings, Merle Haggard, Ritchie Valens, la bajista Carol Kaye, e incluso Bob Dylan, que eligió la marca para su proyecto eléctrico con el que se presentó en el festival de folk de Newport y en el que fue calificado de Judas por traicionar a la tradición acústica de la música popular.

Con semejantes prescriptores, Fender se había convertido ya en sinónimo de rock and roll, de juventud, de estilo, de rebeldía y de dinero. Tanto es así que, cuando ese año la compañía audiovisual Columbia Broadcasting System (CBS) decidió diversificar sus negocios invirtiendo en otros sectores, eligió a la empresa de instrumentos. Tras llegar a un acuerdo con Leo Fender, que pasaba una etapa de salud delicada, el holding se quedó con la totalidad de la compañía.

Si bien la nueva dirección colocó al fundador en un puesto de responsabilidad, el cargo no tenía labores directas en el diseño y mejora de los productos. Esto provocó que, en poco tiempo, los instrumentos fueran perdiendo calidad y la marca se desprestigiase entre los músicos y aficionados, que llegaron a acuñar una expresión para calificar a los verdaderamente buenos: pre-CBS.

A pesar de esos problemas, el contrato con la compañía multinacional tenía una duración de cinco años con otros cinco de moratoria. Esto obligaba a que, durante el primer lustro, Fender no podía abandonar CBS, salvo que estuviera dispuesto a abonar una penalización y, durante el segundo, no podía trabajar para una empresa relacionada con el sector de la música.

A pesar de ello, cuando llegó 1970, Leo Fender abandonó CBS y retomó la actividad que más le gustaba: hacer guitarras, bajos eléctricos y amplificadores, sin preocuparle demasiado los otros cinco años de carencia. De este modo, fundó Musitek, empresa en la que mantuvo un perfil bajo hasta que, en 1975 y liberado de cualquier cláusula contractual, cambió su nombre por Music Man y se puso el frente de la compañía.

A pesar de la gran competencia en el sector de los instrumentos, Music Man supo buscar ese hueco de mercado al que las demás marcas no prestaban demasiada atención: los amplificadores y los bajos eléctricos. De hecho, el caso de los bajos, el lutier volvió a dar en el clavo al crear un modelo casi tan icónico como los de Fender: el Music Man Sting Ray.

Dotado de un circuito activado que preamplificaba ligeramente el instrumento y tres botones para modular las frecuencias bajas, medias y altas que funcionaban a modo de ecualizador, el Sting Ray proporcionaba un sonido robusto y potente.

Este no tardó en llamar la atención de músicos como Louis Johnson –colaborador de Bobby Womak, The Supremes y músico de sesión en Thriller de Michael Jackson–, Bernard Edwards de Chic, John Deacon de Queen o Flea de Red Hot Chilli Peppers que, de nuevo, se convirtieron en su mejor tarjeta de presentación.

Al salón de la fama sin tocar una sola nota

La división del trabajo en Music Man generó ciertos roces entre Leo Fender y el resto de colaboradores, lo que acabó provocando que, en 1979, el inventor abandonase la compañía y emprendiera una nueva aventura. En esta ocasión el nombre elegido fue G&L, marca poco memorable a través de la cual Fender no buscaba hacer guitarras icónicas sino mejorar todo lo que había hecho en el pasado.

Para ello, dejó a un lado el aspecto exterior de los modelos y se centró en las maderas, los acabados y los componentes electrónicos. Como recordaba Justin Norvell, directivo de Fender Musical Instruments Corporation, a la revista Guitar, «Leo tenía el siguiente dicho: “Si tengo cien dólares para hacer algo, gastaré noventa y nueve en hacerlo funcionar y un dólar en hacerlo bonito”».

Fiel a ese lema, las guitarras de Fender para G&L no resultaban especialmente atractivas pues se limitaban a reproducir los diseños que había creado tres décadas atrás.

Sin embargo, su sonido y su electrónica eran mucho más potentes, limpios y sofisticados que los de cualquier otra creación del lutier. Además, su producción semi artesanal y en pequeñas tiradas permitía personalizar los modelos que, si bien nunca fueron superventas, eran muy apreciados por músicos y coleccionistas.

G&L sería la última aventura de Leo Fender. Delicado de salud, en los años 80 le fue diagnosticado parkinson, enfermedad que acabaría causándole la muerte en 1991. A partir de ese momento, se sucedieron los reconocimientos a su persona y su obra.

Las autoridades de la localidad californiana de Fullerton, por ejemplo, pusieron su nombre a una calle, en 2009 se le concedió un Grammy honorífico por sus aportaciones técnicas a la música y, desde 1992, forma parte del Rock and Roll Hall of Fame junto con las máximas estrellas de ese género musical.

Su papel en la evolución de la música popular ha sido tan importante, que lo de menos es que no supiera tocar ninguno de los instrumentos que diseñó.