Existen ciudades gobernadas por empresas o, por lo menos, el proyecto claro de este sistema de gobernanza a implementar dentro de no mucho tiempo. La privatización de sectores como la educación o la salud es algo con lo que llevamos años conviviendo, dejando así la opción de elegir si queremos ir a colegios u hospitales públicos o bien acudir a los que ofrecen sus servicios de pago. Ahora bien, ¿alguien se ha imaginado alguna vez vivir en una ciudad que sea privada?
Hay islas privadas y muchas informaciones en el papel cuché sobre famosos que se hacen con ellas. A pesar de eso, imaginar una ciudad privada, por lo menos en Occidente, todavía resulta algo extraño porque nuestro imaginario colectivo no tiene referencias para comparar. Se trataría de espacios urbanos creados para albergar comunidades que estarían dirigidas por entes privados, como ya ocurre en un lugar llamado Lavasa situado en la India.
Decisión capitalista salvaje o avance natural de la era en la que vivimos, se supone que la gran revolución llegará a partir de 2022 cuando se inaugure la primera ciudad del mundo dirigida por una empresa: Google. El aprovechamiento de los recursos y la efectividad del proyecto chocan de pleno con la ética y las libertades individuales incluso ahora cuando todavía es un proyecto en fase de desarrollo. Averiguamos por qué.
Para saber dónde estará ubicada la que, se supone, será primera ciudad privada dirigida por una empresa tenemos que viajar hasta Toronto, Canadá, concretamente al barrio de Quayside (el muelle). Sidewalks, la empresa que se encarga de los proyectos urbanísticos para Alpabeth, la casa matriz de Google, es quien lidera el proyecto.
La idea es que se convierta en un barrio inteligente donde todo pasará por la tecnología: el diseño de las calles, el uso de transportes, la construcción de las viviendas, los comercios, las oficinas… Es decir, que la inteligencia artificial, la innovación y la conectividad serán el punto de unión de los vecinos con los servicios e instalaciones que haya en el distrito.
El plan, que cuenta con un presupuesto de 50 millones de dólares americanos y que edificará en un espacio de 4,8 hectáreas, cuenta con el apoyo del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, quien en su día afirmó que el proyecto de Quayside contaría con “tecnologías que nos ayudarían a construir comunidades más inteligentes, más verdes y más inclusivas”.
La realidad es la que es: según un informe de la ONU, a mitad de siglo el 68% de la población mundial vivirá en ciudades, un 13% más que ahora. La gestión de este crecimiento urbano obliga a idear planes de diseño y distribución de los recursos que hagan que las urbes sean lugares sostenibles tanto a nivel ambiental como social y económico. Este es el punto de partida de Quayside.
Quayside planea un escenario idílico donde los robots irán a por la compra y serán los responsables de tirar la basura, mientras que la vida en la calle será una prioridad. Se promoverá el transporte compartido y las bicicletas se usarán de forma masiva, mientras que las aceras estarán diseñadas para convertirse en zonas de uso público cuando baje la densidad del tráfico (bueno, del poco que haya). Un sueño para los que están hartos de la agresividad y los atascos de las grandes ciudades.
Por supuesto, el verde será una de los colores principales de esta ciudad inteligente que contará con parques, espacios abiertos y zonas ajardinadas en la mayoría de sus espacios. Los cinco vecindarios que albergará este barrio estarán unidos por un tren ligero y los edificios serán eficientes y ecológicos. Algunos de los materiales que se emplearán para su construcción serán la madera en masa, que es reutilizable e igual de fuerte que el hormigón o el acero, y el yeso Shikkui, hecho con algas y cáscara de huevo.
Gracias a los avances digitales se llevará a cabo la construcción de edificios de eficiencia energética, es decir, que serán más sostenibles. Por ejemplo, incluirán wifi en la parte de delante para así aprovechar los sistemas de construcción y se planea reducir el consumo de energías fósiles, entre otras medidas.
Bien, esto suena algo futurista y para muchos podría asemejarse a una película de ciencia ficción. No obstante, para los más críticos se aproxima más a un Show de Truman donde hay ojos por todos lados que controlan cada uno de nuestros pasos. ¿A qué nos referimos exactamente?
Pues a una zona de viviendas donde miles de sensores de movimiento estarán controlando los movimientos de la gente (quién entra y quién sale), qué lugares se visitan, qué uso se hace del equipamiento público, cuánto se gasta en agua o electricidad, por ejemplo… En definitiva, que será como una especie de Gran Hermano donde no habrá audiencia que vote pero donde tampoco habrá final de programa.
El reconocimiento facial será la tecnología con la que se hagan los pagos y se tenga acceso a los servicios de la urbe. Pero lo que ha hecho que muchos se echen las manos a la cabeza es lo referente a la cesión de datos. Quienes vayan a habitar Quayside deberán ceder sus datos a Google y a los operadores del proyecto.
"Esperamos que Quayside se convierta en la comunidad más medible del mundo. No habrá otro lugar en el que los investigadores tengan acceso a una plataforma con datos tan confiables y estandarizados", anuncia uno de los documentos que Sidewalk Labs tiene alojados en su página web.
¿Dónde quedará la protección de datos? Esa es la pregunta que surge a quienes temen por la privacidad y el uso ético de toda esta información. Aunque los gigantes tecnológicos que están tras el proyecto aseguren que se seguirá una política “estricta y rigurosa” en su manejo, los detractores de la idea no las tienen todas consigo. Temen que Quayside se convierta en la veda abierta para la gestión de ciudades por parte de empresas con intereses comerciales, y no por representantes elegidos en las urnas como ocurre en las democracias.
Este es otro de los puntos que el proyecto de Quayside plantea como ventajoso pero que para muchos se ha convertido en objeto de crítica. Por todos es sabido que el clima en Canadá no es, precisamente, como para hacer vida en la calle (que es lo que propone el diseño de esta ciudad inteligente). ¿Cómo se logrará, entonces, que los habitantes puedan disfrutar de todo el entorno prometido a pesar de las temperaturas bajo cero? Controlando el clima.
Para evitar el hielo y la nieve se planea incorporar pavimentos inteligentes que estén bien iluminados y que incorporen calefacción. Pero lo más innovador viene de parte de RWDI, el grupo empresarial de ingeniería que aumentará de forma artificial las horas diurnas en la ciudad. Se trata de unos sistemas de control climático pasivos y activos que pueden aumentar en un 44% el tiempo de luz. Su slogan lo dice claro: “Winter is coming, but good design can help”.
También se empleará un sistema llamado Raincoat, basado en una membrana que cubre aceras y edificios y que actualmente se usa para el tratamiento de aguas, que creará brisas frescas o podrá frenar los vientos más fríos. ¿Jugando a ser Dios? Parece que sí.
A oír hablar de Quayside como la primera ciudad privada del mundo muchos han señalado que ya existe un precedente llamado Lavasa que se encuentra en la zona oeste de la India y que ha sido construida a imagen y semejanza de la italiana Portofino. Como si fuese un parque temático con la única diferencia de que la gente vive allí de verdad.
La urbe fue construida por una corporación empresarial, Hindustan Construction Company (HCC), dirigida por el multimillonario Ajit Gulabchand. La ciudad ocupa siete colinas y está preparada para albergar a una población de 300.000 personas. Sin embargo, el proyecto aún se encuentra a medio gas a pesar de que debería haberse completado en 2010.
La universidad de Oxford llegó a asociarse a la idea para encargarse de la parte de los servicios de educación pero acabó retirándose del proyecto. A pesar de sus luces y sombras (la mayoría de las cuales hablan del gran daño medioambiental que ha hecho), Lavasa ha recibido premios y reconocimiento por lo que se refiere a su diseño y arquitectura. ¿Acabaremos todos viviendo en este tipo de ciudades? Tan solo el futuro dirá.