El perfil de emprendedor clásico que conocemos es aquél que, por necesidad o por motivación, desarrolla una idea de negocio con la que intenta alcanzar el éxito profesional. Sin embargo, el carácter emprendedor es aprovechable desde otros ámbitos o actividades, no necesariamente ligadas a un interés económico, pero que igualmente pueden servir a alcanzar ese objetivo.
Tanto la creación de una empresa como ejercer de forma práctica como directivo, requieren en ambos casos una alta dosis de emprendedurismo personal. Al menos si se busca un futuro a medio o largo plazo en términos competitivos y de alta rentabilidad.
Por tanto, es muy fácil identificar a aquellos directivos que presentan un perfil emprendedor, ya que son los principales motivadores de una evolución de sus profesionales, suelen proponer medidas de formación profesional y, también, se inmiscuyen directamente en la creación, desarrollo y evolución de ideas prácticas con las que mejorar el negocio.
Escuchamos constantemente historias de emprendedores que están desarrollando un negocio que empezaron como afición. En la mayoría de los casos, la diferencia entre quienes tienen un hobbie y quienes practican una afición con sentido emprendedor es la que determina que finalmente esta actividad se traslade a un ámbito profesional.
Esto se debe a que la constancia, dedicación y el interés por evolucionar del segundo perfil, impide decaer en el propósito o dejarlo estancado de forma indefinida. Por esa razón, al poco tiempo este tipo de emprendedor es capaz de identificar los beneficios potenciales de su proyecto de negocio, que comenzó como una sencilla afición.
No son pocos los emprendedores que trabajan en empresas tradicionales y, pese a las posibilidades potenciales que las nuevas tecnologías e incluso la industria ofrece actualmente, a veces no se puede incidir directamente sobre el proceso productivo de forma emprendedora.
Estos emprendedores lo que hacen es dirigir las iniciativas a otros ámbitos, sobre todo a nivel promocional. Muchas empresas tradicionales consiguen despuntar con respecto a la competencia, gracias a profesionales dentro de la propia compañía, capaces de innovar promocionalmente y presentar una nueva imagen de marca, mayor atractivo en los productos y servicios y, de forma definitiva, llegar a un público mucho más amplio.
En ocasiones, un emprendedor no tiene la oportunidad de desarrollar sus ideas de negocio, ni tan siquiera de fomentar su espíritu emprendedor. Termina entrando a trabajar en una empresa y la estabilidad de su puesto de trabajo no le motiva a buscar una iniciativa constante en su desarrollo.
En estos casos es preferible que el espíritu emprendedor venga desde la directiva o desde Recursos Humanos, consiguiendo identificar este potencial de emprendedurismo y fomentándolo con formación online, reconocimiento profesional y búsqueda de objetivos más ambiciosos, que motiven al empleado.