Hace unos días se publicó en la prensa un artículo que pone de manifiesto la desigualdad fiscal en nuestro país. 11 de las mayores compañías tecnológicas del momento, entre las que se encuentra Google, Microsoft o Apple, solo pagaron 52 millones de euros en impuestos en España. Esta cifra llama mucho la atención, ya que su valor en bolsa supera los 3,5 billones de euros.
¿Afrontan las grandes empresas las mismas responsabilidades que las demás? Una pregunta que cada vez encuentra más eco en la sociedad. Hasta llegar a los gabinetes de gobierno. ¿La solución pasa por reformar la legislación? En la entrada de hoy vamos a hablar de los impuestos a grandes empresas en España. Veremos algunos ejemplos de las compañías que menos pagan. Y finalmente, repasaremos brevemente la actualidad impositiva en el resto de Europa.
¿Cómo es posible que una gran empresa pague menos impuestos que una pyme? Además de una sofisticada ingeniería financiera, estas compañías forman parte de los llamados grupos consolidados. Cuentan con una serie de filiales y por tanto tributan en función de su base consolidada. Ya que pueden compensar las pérdidas y beneficios entre ellas.
Con datos relativos a 2016, en España el Impuesto de Sociedades ascendía a 18,78% para las pequeñas empresas. 13,65% para las medianas empresas y un 7,88% de media para las grandes empresas. Dentro de este último grupo hay distintas categorías. Tenemos a las compañías con más de 5.000 empleados, que solo pagaron un 4,03%. Mientras que, en el otro extremo, están las que tienen entre 250 y 500 trabajadores y abonan un 15,47%.
Como vemos, las grandes empresas que realmente se benefician de este descuento fiscal son las que tienen una plantilla muy elevada. Algo que en la actualidad coincide con el perfil de los gigantes tecnológicos. El año pasado, Pedro Sánchez afirmó que introduciría una modificación para fijar un tipo mínimo del 15% para las grandes corporaciones. Pero la indefinición política de nuestro país ha impedido que haya nuevos avances.
Hay algunos datos especialmente sangrantes. Por ejemplo, se ha hecho público que Netflix pagó algo más de 3.000 euros en impuestos el año pasado. Una cantidad inferior a la que debe afrontar cualquier trabajador. HBO abonó 45.000 euros, mientras que Amazon Prime tributó unos 55.000 euros. En total, apenas superan entre las tres los 100.000 euros en impuestos. ¿Cuál fue su facturación en España en 2018? 216 millones de euros.
Antes hemos hablado de ingeniería fiscal. ¿A qué se refiere exactamente? Al parecer, las grandes empresas trasladan sus sociedades a paraísos fiscales. Un ejemplo que ilustra todo esto a la perfección es Netflix. En 2015 entró en España a través de una compañía holandesa, por lo que no tributaban por sus beneficios. En 2018 creó dos sociedades en nuestro país para controlar la producción y el marketing. Pero ambas declararon unos ingresos de medio millón y beneficios netos de menos de 10.000 euros.
Aunque solo estemos hablando de España, se trata de un problema que afecta al tejido empresarial de todo el mundo. Y que se conoce como Erosión de bases imponibles y traslado de beneficios (BEPS). En el pasado G20, los principales líderes del planeta intentaron consensuar un documento para abordar este tema de forma global. ¿Cómo lo está afrontando Europa?
Por el momento, los avances han sido muy tímidos. Se habló de implementar un impuesto del 3% a las grandes empresas tecnológicas, especialmente a aquellas que forman la GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple). Sin embargo, solo Francia ha hecho realidad esta iniciativa hace unas semanas. El gobierno de Macron pretende obtener más de 400 millones de recaudación.
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Pero posiblemente no había previsto las consecuencias internacionales. El presidente Donald Trump entró inmediatamente en escena. Ya que al fin y el cabo estas medidas se toman contra empresas en su mayor parte norteamericanas. Y con su peculiar estilo, avisó a Francia que si seguía con esta postura llevaría a cabo acciones recíprocas.
Además, Amazon ya ha dicho que este tipo de impuestos basados en la facturación y no los beneficios no pueden ser absorbidos. Por lo que pasarán a las pequeñas y medianas empresas que trabajan con ellos. Y finalmente, acabarán pagándolos los usuarios debido al sobrecoste de los productos.
Por el momento, el gobierno francés se muestra firme en sus decisiones. Pero hemos podido comprobar la terrible presión que supone reformar el marco impositivo de las grandes empresas.