En enero de 2018, el MIT publicó probablemente el artículo más acertado hasta la fecha sobre la automatización y sus consecuencias en el mercado laboral. Era un artículo corto, apenas unos párrafos y una gran tabla central. En esta tabla se recogían algunos de los informes más importantes sobre la automatización y sus previsiones de creación y destrucción de empleo para los próximos años. En total, 18 informes y ninguna coincidencia reseñable. Lo que para una gran consultora podía suponer la creación de dos millones de puestos de trabajo en todo el mundo en cuestión de dos años, para otra gran consultora esa cantidad se produciría sólo en 15 países. Si para un experto se podían destruir 14 millones de empleos en un año en Estados Unidos, para otro experto esa cantidad había que reducirla a menos de dos millones, y no en un año sino en dos.
La conclusión del artículo no podía ser otra que “no tenemos ni idea de cuántos trabajos se perderán realmente en el transcurso del progreso tecnológico”.
Donde sí parece que hay consenso es en que va a cambiar la realidad del mercado laboral en todo el planeta. En que se crearán nuevos empleos (quizá no totalmente nuevos, sólo especializaciones de ramas que ya existen). En que se destruirán muchos puestos de trabajo (porque serán ocupados por robots). Y en que las habilidades que hoy tendemos a considerar secundarias o propias de una persona organizada, resolutiva, con don de gentes… esas mismas serán imprescindibles para optar a un puesto de trabajo satisfactorio.
¿Somos un país particularmente expuesto a la automatización? ¿Estamos blindados? ¿Ocupamos una posición en mitad de la tabla?
Según los últimos datos de la OCDE, en España el 21,7% de los puestos de trabajo tiene un alto riesgo de ser automatizado. La OCDE aclara que un puesto de trabajo con alto riesgo de vivirlo corresponde a una probabilidad de 70% o más. ¿Ese 21,7% español es alto o bajo? Para que nos hagamos una idea, la media de la OCDE está en el 14%. España ocupa el cuarto puesto más alto, sólo por detrás de Eslovaquia, Eslovenia y Grecia.
Además, si bajamos de categoría de riesgo (entre un 50 y un 70% de probabilidades de que sea aplicado en un puesto), la cifra de empleos españoles que podrían vivirlo se sitúa en el 30,2%. Es decir, si sumamos ambos baremos, en España hay un 51,9% de trabajos cuyos operarios podrían ser sustituidos por robots.
¿Y qué empleos están más expuestos en España a la automatización? El informe ¿Cuán vulnerable es el empleo en España a la revolución digital?, de BBVA Research, que en su caso prevé que están en riesgo el 36% de los empleos, señala como sectores en la diana: el comercio, el transporte, la hostelería, la industria manufacturera y las actividades financieras e inmobiliarias. Y en estos sectores están especialmente señalados los puestos de trabajo con bajo nivel educativo y aquellos centrados en actividades con tareas rutinarias.
En cuanto a los empleos que menos la notarían, el informe de BBVA señala las ocupaciones vinculadas con la dirección, la ingeniería, la enseñanza o la salud.
Otro punto interesante para conocer cómo podría afectar a nuestro país es el cuándo. La respuesta es que ya está sucediendo, al menos en su fase más primaria. Según un informe de la consultora PwC, tiene tres fases. Una primera centrada en tareas sencillas, que es en la que estamos y que terminará a comienzos de la década de los veinte. La segunda, donde primará el análisis de datos gracias a un uso mayor de la IA y del big data, que durará hasta mediados de la misma década. Y una tercera, donde a todo lo anterior habrá que añadir, siempre según PwC, que la IA podrá encargarse de “destrezas manuales y de la resolución de situaciones y problemas en tiempo real (a partir de 2030)”.
“La percepción sobre cómo va a afectar la automatización ha ido cambiando”, explica Jordi Serrano, experto en innovación en recursos humanos y fundador del Future for Work Institute. “Estamos pasando de la idea de que va a destruir empleos (que probablemente lo haga) a que los va a transformar. Esta transformación implica que, si rompes un empleo en sus tareas, hay unas tareas que se van a automatizar y otras que no”. Serrano pone como ejemplo a un radiólogo que se ayude de inteligencia artificial para el diagnóstico. “La IA le va a permitir hacer diagnósticos de manera más eficiente, pero el médico no va a dejar de existir. Usará la herramienta para los diagnósticos y dedicará más tiempo a la parte con mayor valor, que es el contacto humano con sus pacientes”, explica Serrano.
La automatización es un concepto ambivalente para muchos expertos. Por el lado negativo, nadie duda de que los robots ya están sustituyendo a los humanos en algunas tareas menores. A veces de forma tan llamativa como el caso de los supermercados Wallmart, en Estados Unidos, donde los reponedores ya no recorren los pasillos comprobando qué falta en las estanterías, sino que son robots con aspecto retrofuturista los que pasan lista a las existencias y dan orden de reponer lo que falte.
Sustituir a los empleados humanos por robots es la parte negativa. La parte positiva es que podría crear nuevos puestos de trabajo o, si no crearlos, sí aumentar la demanda por determinados puestos que hoy pasan más desapercibidos.
Estos puestos serían, según The Future of Jobs Report 2018, publicado por el World Economic Forum: analistas de datos, científicos expertos en IA, directores, desarrolladores de software, especialistas en comercio electrónico y redes sociales, expertos en big data y especialistas en transformación digital, entre otras profesiones.
A la lista de nuevos trabajos se suma una revaloración de habilidades, un cambio drástico en las que los empleadores van a buscar en los empleados del mañana.
Entre estas se encuentra la autonomía. Para Serrano, la tendencia es que los mandos intermedios desaparezcan, de modo que el objetivo será encontrar personas que sean autónomas y que no necesiten de orientación continua para realizar su trabajo. Además, “se buscará sobre todo curiosidad, que la gente quiera aprender durante toda la vida”. Según Serrano, vivimos en una “sociedad líquida”, así que las personas que sean capaces de adaptarse estarán mejor posicionadas para encontrar empleo.
La lista de nuevas destrezas continúa: “creatividad, innovación, pensamiento crítico, flexibilidad (esencial para una sociedad que cambia tan rápido), resiliencia (si hay que adaptarse, no siempre ganaremos y hay que saber levantarse) y autoconocimiento (saber en qué eres bueno)”, subraya Serrano.
“Paradójicamente, la tecnología ha hecho que valoremos más las habilidades humanas”, explica David Aguado, coordinador del Máster Oficial en Dirección de Recursos Humanos de la Universidad Autónoma de Madrid. “La tecnología nos ha vuelto más autónomos, haciendo que cada vez trabajemos más de forma aislada, así que es lógico que encontremos mucho valor en las personas que son capaces de relacionarse con otras”, explica Aguado.
El ya mencionado informe The Future of Jobs Report 2018 dedica un apartado a las habilidades que serán importantes en 2022 y las compara con otras que no lo serán:
(Seguro que a nadie se le escapa que hay destrezas a las que el World Economic Forum resta importancia que son precisamente las que otros expertos sitúan como más importantes. Véase: lectura, escritura, escucha activa, gestión del personal u oratoria. Es una muestra más de la falta de acuerdo en las previsiones)
Lo negativo: la formación en nuevas habilidades no está asegurada
Ya hemos visto que el mercado laboral del futuro inmediato podría ofrecer oportunidades en forma de nuevos puestos de trabajo y de una revaloración de las habilidades inherentemente humanas. Sin embargo, de ocurrir, no parece que sea un tren que vaya a esperar, y esto es un riesgo.
Sólo hay dos formas de que los empleados, o futuros empleados, consigan aquellas nuevas que podrían demandar las empresas. Pueden traerlas de casa, fruto de la educación formal o del autoaprendizaje, o pueden contar con que su empresa les forme, el llamado reskilling. La pregunta es: ¿lo están haciendo las empresas?
El informe del World Economic Forum no ofrece dudas. El 84% de las compañías encuestadas apuesta claramente por contratar a empleados con estas habilidades, es decir, por traerlos de fuera de la empresa, y el 81%, por automatizar el trabajo (lo que puede significar prescindir del empleado o destinarle a otras tareas). A mayor distancia está la tercera opción: el 74% de las empresas encuestadas opta por retener al personal.
Aunque la opción de formar a los empleados que ya están en las empresas no es la principal, los autores del informe quisieron preguntar a los empleadores qué criterios van a seguir para la formación de sus trabajadores. El informe concluye que las compañías mejorarán la capacitación de aquellos que desempeñan funciones de alto valor, mientras que el resto de empleados recibirá menos atención.
Todo esto son suposiciones, y hay que recordar que el informe del World Economic Forum tiene cierto sesgo de gran empresa multinacional: la mitad de los 313 encuestados pertenecen a empresas con más de 10.000 empleados. Así que sus conclusiones puede que no sean aplicables a un país como España, donde el 99,9% de sus empresas son PYME.
Para Serrano, “en España, los empleados no invierten en su formación y las empresas pequeñas, tampoco. De ahí que los programas de reskilling los hagan empresas sólidas que pueden hacer estas inversiones a largo plazo”, subraya.
Sin embargo, Serrano recuerda que la responsabilidad no es sólo del empleado ni de la empresa, y que el gobierno también debe buscar la manera de potenciar una formación para el mercado laboral del futuro. Algo que ocurre, por ejemplo, en Finlandia, donde hay un plan para formar al 1% de su población en inteligencia artificial.
Para muchos expertos, el gran problema que plantea la automatización no es el paro, sino la polarización. “Se puede dar un gap [una brecha] entre la gente muy formada, que le va a ir muy bien, y otros trabajadores que realizan trabajos manuales mal pagados”, explica Serrano.
Para el profesor Aguado, coordinador del Máster Oficial en Dirección de Recursos Humanos de la UAM, “es una grandísima idea que las tareas repetibles y mecanizadas que han llevado a deshumanizar el trabajo se automaticen, pero si esa persona que antes hacía esas tareas ahora se queda excluida socialmente, es un grave problema que, como sociedad, tenemos que afrontar”.
Si el diagnóstico del problema no es concluyente, pues no todos los expertos alertan del riesgo de polarización, todavía está menos claro el remedio. Para el experto en innovación en recursos humanos Jordi Serrano, la solución a largo plazo para dotar a la gente de estas habilidades es la educación. “Ya hay experiencias innovadoras en las escuelas, pero se quedan en las escuelas de élite privadas y no llegan a la mayoría. Y es muy importante que estas experiencias vayan bajando al resto de escuelas, que no sean proyectos de algún profesor en algún colegio, sino sistémicas”, explica.
Otra solución apunta directamente al trabajador. “La responsabilidad individual es muy importante”, sostiene Serrano. “Tenemos tendencia a dejar la formación en manos de la empresa o del gobierno, y hay que ser consciente de que si estás en un trabajo en que ves que una máquina podría hacer lo mismo que haces tú, tienes que empezar a moverte. Por ser positivo, estamos en un momento en que la formación es más accesible que nunca. Gracias a Internet y a los cursos MOOC [Massive Open Online Course] podemos formarnos en cualquier cosa y de manera gratuita. Quizá el mercado de trabajo que se nos viene encima nos sirva para agudizar el ingenio”, concluye.