Tras un arduo camino de recortes, despidos, y ajustes presupuestarios muy agresivos, España por fin está recuperando el sendero que le permitirá adoptar modelos adaptativos óptimos para el contexto tecnológico. Y es que, la revolución digital ha impuesto una nueva lógica basada en herramientas y campos de estudio a los que las empresas solo pueden sumarse si consiguen evolucionar de forma dinámica. Así es cómo, en los últimos años, la inversión en I+D ha evolucionado hasta convertirse en un pilar central del éxito empresarial, y cómo nuestro país ha ido midiendo sus esfuerzos de recuperación a través de esta misma variable.
Hace cuatro años España se situaba todavía a la cola europea de la inversión en Investigación y Desarrollo. En términos relativos, nuestro mercado solo alcanzaba el 58,6% del capital promedio que se reflejaba en la Unión Europea. El país había perdido 13 de los 21 puntos porcentuales de convergencia que había reducido respecto al continente en la década previa a la crisis. Sin embargo, el pasado 2018 llegó el punto de inflexión. De acuerdo con datos de Cotec, la inversión española en conocimiento por fin había recuperado los niveles de crecimiento previos al derrumbe de 2008. En cifras los 14.900 millones de euros registrados respecto a los 14.700 de la crisis, auguraban una tendencia muy prometedora.
El esfuerzo de instituciones y empresas nacionales daba como resultado una tasa de crecimiento en la inversión de I+D del 6,5%, siendo ligeramente superior a la observada justo un año antes (6,1%). Tanto el sector privado como el público estaban contribuyendo a esta recuperación, amparada en la desaceleración del PIB nominal y en una mayor dependencia productiva de la investigación y el desarrollo. Algunos expertos alertan sobre este posible futuro, y otros apuestan por la asimilación absoluta de enfoques y estrategias en I+D para hacer frente a un mundo que estará totalmente regido por la automatización del empleo y la competitividad en contextos tecnológicos.
“En España, las políticas de innovación no han gozado de prioridad, ni de presupuestos estables, ni de programas eficientes”, explica el profesor de Esade, Xavier Ferràs. Según calcula este docente en La Vanguardia, el déficit tecnológico para alcanzar los objetivos europeos es hoy de 21.213 millones de euros. “Esta es la inversión adicional que debería realizar la economía española, tanto a escala pública, como privada, para poder situarse en el 3%”. Se ha recorrido camino, pero todavía quedan muchos esfuerzos que hacer para replicar los movimientos que se producen a nivel internacional.
Aunque la recuperación de España ha sido notoria, ciertos componentes culturales y contextuales no han permitido a las empresas nacionales alcanzar el grado de transformación que presentan otras compañías extranjeras. En 2017, por ejemplo, Apple invirtió un 15% más en I+D respecto al año anterior, tras observar cómo la venta de sus productos descendía hasta un 50%. La gigante superaba así lo depositado por todo el mercado español en ese mismo año: 14.063 millones de euros. En 2018 sería otra multinacional norteamericana la que obtendría la mirada de inversionistas y ejecutivos.
Según el informe Global Innovation 1000 elaborado por la consultora PwC, la conocida Amazon lideraba la lista internacional en inversión a esta partida con un desembolso de 22.600 millones de dólares. Jeff Bezos depositaba un 40,6% más que en el ejercicio anterior, y se adelantaba a sus principales competidoras en estos términos; Alphabet con 16.000 millones y Volkswagen con 15.800 millones. Ampliando la mira, estas marcas trabajaban en un marco de crecimiento generalizado. Europa había aumentado su gasto en I+D un 14%, hasta los 214.000 millones de dólares, y China reflejaba un espectacular ascenso del 34,4%, hasta los 58 millones.
¿Qué pasaba con las empresas españolas? En 2018 figuraban 7 compañías nacionales en esta prestigiosa lista, conformando 2.700 millones de dólares a la innovación, del total recogido. Las reconocidas eran Telefónica, Amadeus, Acciona, Indra, Iberdrola, Grifols y Abengoa. La naturaleza de sus sectores —de carácter tecnológico e industrial —, y sus enfoques estratégicos internacionales —con operaciones en multitud de mercados—, explicaban el porqué ellas y no otras. Si nos atenemos a los datos del último EU R&D Scorecard elaborado por la Comisión Europea, esta lógica se mantenía en el año 2019.
Si bien el 38% de la tarta internacional seguía ocupada por empresas estadounidenses, y el resto se lo repartían Japón (con un 13%) y China (con un 12%), Europa ya aglutinaba el 25% de la inversión total en I+D. Apple se alejaba del podio con 9.300 millones de euros invertidos, y en su lugar aparecían otros nombres también reconocibles, como Microsoft, la china Huawei o la poderosa surcoreana Samsung. Entre los casos de éxito europeo, la que lideraba el grupo del continente era Banco Santander, que con su posición número 29 acaparaba 1.470 millones de dólares en inversión. Le seguían, a nivel nacional, Telefónica con 862 millones, Amadeus con 763 millones y Grifols con 316 millones.
Gracias a un índice como el Industry Classification Benchmark (ICB), se pueden observar las tendencias de inversión en I+D por sectores. Pudiendo así trazar sinergias entre las empresas que lideran cada año los rankings tanto nacionales como internacionales. Y el secreto de esta variable no es más que un sistema de clasificación de compañías desarrollado por Dow Jones y el Financial Time Stock Exchange que categoriza stocks ordenando empresas en subsectores asociados a la naturaleza de su negocio. Sujetos a esta métrica y a las 2.500 empresas analizadas por el estudio de la Comisión, en Europa el grueso de la inversión en I+D corresponde al sector de la automoción y el transporte, la aeronáutica y defensa, y la industria de la salud.
No es una presunción ni una tendencia auspiciada por efectos cognitivos sociales. Los países más poderosos a nivel económico del mundo son precisamente los que más invierten en I+D. A menudo se suelen criticar las masivas partidas que Alemania, Corea o Estados Unidos dedican a esta actividad, pero lo cierto es que sus efectos sobre la productividad medida a través del PIB son evidentes.
A nivel particular y concreto, invirtiendo en I+D “una compañía puede incrementar el valor añadido de su oferta, ganar en competitividad y reducir costes”, tal y como apuntan desde Cotec. Tanto en España como en otros países, respaldar la investigación y el desarrollo también traduce en facilidades financieras y en facilidades propiciadas desde las administraciones.
De esta forma, el negocio que apuesta por el I+D puede llegar a deducirse la cuota del Impuesto de Sociedades en un 25%, y de los gastos de maquinaria en un 8%. Si las obligaciones impositivas llegan a ser menores que la cantidad a deducir, la ley estipula que la empresa tiene potestad para acumular la diferencia de cara a una deducción en siguientes ejercicios. Y los beneficios no terminan ahí: si la actividad de la entidad está relacionada con la innovación tecnológica, la deducción se eleva hasta el 12%, y si la empresa contrata personal investigador, la bonificación de la Seguridad Social se fija en el 40%. Eso sí, los empleados deben dedicar al menos un 85% de su jornada a labores relacionadas.
Ahora bien, si invertir en I+D demuestra retornos medibles y atractivos, ¿por qué los gobiernos necesitan incentivar a las empresas para que lo hagan? Parece existir un conocimiento coherente sobre los efectos de estas partidas, independientemente de estímulos institucionales. “Las deducciones y bonificaciones del Estado no dejan de ser incentivos atractivos, pero lo que nos motiva a apostar por la I+D+i es la necesidad de ofrecer un servicio adaptado a las exigencias del mercado”, apostilla Natalia Pomar, directora de Datisa, una empresa dedicada al desarrollo de software. “Con esos procesos se obtiene una mayor rentabilidad, y para ello es fundamental adelantarse a las últimas tecnologías”.
En un mercado globalizado en el que el acceso a recursos e información se ha democratizado gracias a Internet, y en el que el comercio internacional ha reducido costes y dificultades, la inversión en investigación y desarrollo se sitúa, efectivamente, como piedra angular para la competitividad de las empresas. El I+D es un intangible ajeno a los efectos de homogeneización del capitalismo, y se erige como adalid de ventajas competitivas contextuales. Claro que no basta invertir en esta partida para convertir a una startup en unicornio, o para liderar un sector saturado. La solución al éxito empresarial es mucho más compleja y heterogénea.
En 2005, un estudio de la consultora Booth, Allen & Hamilton descubrió que no existe correlación entre lo invertido en I+D y la posición que se ocupa en el ranking Global Innovation 1000. Es decir, que no existe dependencia directa entre los resultados empresariales, los beneficios, la capitalización bursátil, las cifras de ventas, y el ratio de capital destinado a actividades de investigación y desarrollo.
Por ejemplo, en el ranking del mismo año del estudio, Intel ocupaba el puesto número 12, y Cymer el 766. La primera gastaba 80 veces más en I+D pero mantenía un mismo 14% en el ratio de ventas por innovación. Ford gastaba 80 veces más que Nissin Kogyo para aparecer 787 puestos por encima, pero reflejaba un mismo ratio de ventas del 4,3%. Aparecer más arriba o más abajo en la clasificación, en definitiva, no determina un mayor nivel de ventas, retorno para accionistas, o capitalización alguna.
Allan O. Steinhardt, antiguo jefe científico de I+D del Departamento de Defensa de Estados Unidos, apunta que “la idea de que el dinero, solo por sí mismo, puede resolver problemas técnicos de envergadura, es un completo mito”. Es más, “la financiación generosa e imprudente representa una barrera a la transformación innovadora, en tanto que convierte a los científicos en electores con incentivos para únicamente mantener el status quo. Las dificultades de calado son un incentivo para el progreso, mientras que los programas de ayudas terminan siendo un lastre”. Depender únicamente del I+D como receta para el éxito es un error, como lo es hacerlo de cualquier otra partida unitaria.
El informe de BAH sí confirma una correlación positiva entre la inversión en investigación y desarrollo, y el margen bruto de beneficios. Las 500 empresas que más gastaban en I+D del ranking, obtenían márgenes brutos superiores al 40% respecto a las demás. Esto indica que los efectos perseguidos con la enfermedad por el I+D no es útil a la hora de perseguir resultados. La cuantía destinada a partidas es independiente a el trabajo previo; al estudio de mercado, la planificación, y la adecuación de objetivos consecuentes con el entorno, el historial, y las previsiones de futuro.
La inversión en I+D está fuertemente ligada al contexto socioeconómico; las empresas tienden a ampliar sus partidas cuando el entorno es seguro y favorable, y las instituciones suelen relajar las condiciones y aumentar las partidas cuando la bonanza económica es palpable. Es por ello que la aplicación del Estado de Alarma instaurado en España con motivo de la crisis del coronavirus, supone un frenazo absoluto en la actividad de investigación y desarrollo. Se priorizan gastos, y se reduce todo aquello que puede ser postergado para futuro. Este condicionante es especialmente notorio en autónomos, emprendedores y pymes que dependen principalmente de contraprestaciones diarias.
No sorprende que el segundo mandamiento más apremiante del Gobierno, tras asegurar la salud y seguridad de los ciudadanos, haya sido proteger la continuidad de las empresas nacionales. Hay que recordar que las pymes y los autónomos conforman más del 98% del tejido económico español, y que sostienen el actual Estado del Bienestar pagando impuestos y proporcionando empleo a millones de personas. El Plan de Choque cocinado desde el Consejo de Ministros articula el Real Decreto-ley 18/2020 de 17 de marzo bajo el que se contemplan ayudas generales, y también partidas al fomento del I+D.
Dentro del paquete de ayudas valorado en 200.000 millones de euros se incluye una dotación del Fondo de Provisiones Técnicas Red Cervera y proyectos de I+D+I, para dar cobertura a los riesgos en los que pueda incurrir el Centro para Desarrollo Tecnológico e Industrial (CDTI) en este contexto de necesidad, y para “financiar los proyectos de I+D+i empresariales de pymes y empresas de mediana capitalización, mediante ayudas instrumentadas a través de préstamos”. A esta pata de soporte se le unen una serie de medidas de apoyo a la creación de soluciones tecnológicas para la digitalización de las pymes. Es decir, al teletrabajo y la innovación que se derive de este.
Esta iniciativa se articulará a través del portal Red.es, con tal de fomentar la “generación de soluciones, conocimientos, tecnologías e innovaciones destinadas a la mejora de procesos de digitalización y la creación de productos y servicios tecnológicamente avanzados y de mayor valor añadido que reviertan en el conjunto de las pymes”. Bajo ese precepto el Estado podría, mediante los créditos ICO, financiar la compra y leasing de equipamiento y servicios dedicados, con una movilización de capital que se estima en 200 millones de euros.
Los autónomos, por su parte, podrán acceder a un aplazamiento en el pago de impuestos. Lo harán aquellos cuya facturación se vea mermada en al menos un 75% respecto al semestre anterior a la solicitud. Solo es necesario haber estado dado de alta en el RETA o en el Régimen Especial de la Seguridad Social de Trabajadores del Mar en el momento de la activación del Estado de Alarma, y tener al corriente todos los pagos con la Seguridad Social. Cumpliendo los requisitos se accede a una prestación equivalente al 70% de la base reguladora, incluso para aquellos que no acrediten el periodo mínimo de cotización.
La proyección del Gobierno pasa por la contención, pero también por el futuro. Por el destino de miles de empresas que, en el medio y largo plazo, necesitarán reincorporarse a un mercado internacional anclado en niveles elevados de competitividad. La inversión en I+D entonces volverá a ser determinante, y en Yoigo Negocios estaremos siguiéndola de cerca. Si tú también quieres destilar resiliencia y acompañarnos en este camino, visita nuestra web o llama al 900 676 535.