Las ventajas que tiene pertenecer a un modelo de economía mixta


La política económica actual es el resultado de la evolución social que ha vivido nuestro planeta a lo largo de su historia. Hoy en día confluyen diferentes modelos económicos en todo el mundo que lejos de parecerse, se diferencian por los principios que caracterizan a sus políticas.

El sistema económico mixto, también llamado economía mixta, destaca por ser la conjunción del liberalismo y del socialismo. Tal y como dijo Aristóteles: “La virtud se encuentra en el punto medio” y puede que, en este sentido, el sistema económico mixto -el cual armoniza la economía europea- sea un ejemplo de ello.

La economía libre y la economía social

Para comprender las ventajas del sistema mixto hay que conocer previamente qué corrientes económicas lo conforman, qué las caracteriza y cómo funcionan.

La economía libre, más conocida como capitalismo se caracteriza por la no intervención -o casi nula- del Estado. Los precios de los bienes y servicios quedan en manos de la relación libre entre la oferta y la demanda. No existen barreras ni limitaciones. Las empresas pueden decidir qué van a producir, cuánto y para quién.

En este sentido, el propio mercado es el que decide el precio de los productos. Si aumenta la demanda de un servicio concreto y su oferta es escasa -no se produce lo suficiente-, su valor aumentará automáticamente y su precio se incrementará. Otro ejemplo de su funcionamiento puede ser a la contra. Si desciende la demanda de un producto y la oferta es alta, su precio cae en picado. Estas son las reglas del juego en el sistema económico liberal.

Bajo esta premisa, la efectividad de este sistema económico se da cuando hay un equilibrio entre el número de compañías y de consumidores. Ambos segmentos deben estar en armonía para que la otra parte no vea dañados sus intereses. Este punto de encuentro se denomina: competencia perfecta, una situación que difícilmente puede encontrarse debido a las condiciones que requiere.

Debe existir una libertad total en cuanto al número de empresas existentes y estas no deben influir en los precios de las demás -de ahí su competencia perfecta-. Además, y más complejo aún, las compañías deben ofrecer productos y servicios totalmente homogéneos -algo que difícilmente se da-, algo que prácticamente puede darse solo en el sector de las materias primas.

Otros puntos que deben cumplirse para que se de la competencia perfecta propia del sistema económico liberal son la ausencia de barreras de entrada o salida y la información perfecta. No deben existir ni barreras de entrada a un mercado ni barreras de salida al mismo. “Si eres emprendedor y tienes buenas ideas. al haber más capital, más liberalismo y más competencia tienes más posibilidades de prosperar y alcanzar el éxito. Generar riqueza es más probable” afirma Héctor Chamizo, periodista especializado en economía y finanzas.

Esto resulta de gran ayuda de cara a evitar la formación de monopolios -exclusividad de una empresa en el mercado- en los diferentes sectores empresariales. Una situación que se traduce en un obstáculo para las compañías que hayan querido introducirse en un sector determinado y que gracias al liberalismo se puede evitar.

El liberalismo se diferencia por no determinar qué es lo que se va a vender -de cara al empresario- ni la imposición de qué se debe comprar y a quién -desde el punto de vista del consumidor-. Esto permite que apenas existan barreras a la hora de vender cualquier producto.

También hay que destacar la ventaja que supone de cara a sectores fuertemente relacionados con I+D, como por ejemplo el sector farmacéutico y tecnológico. Si no tienen limitaciones en sus inversiones, el interés económico estará vinculado con ofrecer los mejores servicios y medicamentos. En este sentido se ven beneficiados tanto las compañías como los clientes.

Por su parte, la economía socialista se caracteriza por la participación del Estado. Este se encarga de controlar las interacciones que se realizan en el mercado. Los diferentes recursos y actores del mercado son gestionados por el gobierno para asegurar los intereses colectivos.

Su objetivo es no dejar en manos de la ley de la oferta y la demanda cuestiones como el precio de los productos y la explotación de ciertos sectores. Sus esfuerzos están orientados a fomentar la economía colaborativa. Es decir, la oferta juega en función de la demanda existente y los intereses comunes y no a favor del beneficio económico.

El interés social prima sobre el empresarial. “Una ventaja es que se mantiene si o si, a través de fondos e impuestos, servicios básicos de la sociedad como la sanidad y la educación”, apunta Héctor Chamizo. A diferencia del sistema capitalista, en la economía social el Estado asegura ciertos servicios sociales a su población.

Otra situación en la que la economía socialista apunta una ventaja es la regulación de los precios. Trata de evitar la inflación. Si el Estado detecta una subida abusiva de los precios. Si, por ejemplo, el precio de la vivienda aumenta de forma notable, el Estado puede intervenir y regularlo para asegurarse de que todo el mundo puede acceder a una vivienda. Si sucediera lo mismo en el sistema capitalista el Estado no podría intervenir y los precios continuarían subiendo indefinidamente.

Cada uno de estos sistemas económicos se caracterizan por aportar ventajas diferentes tanto al empresario como a la sociedad. La balanza no queda equilibrada. Y por ello entra en juego la economía mixta, el punto medio entre ambas políticas económicas.

La economía mixta: una mezcla perfecta

Su nombre lo explica a la perfección. Es el resultado de la mezcla entre la economía liberal y la economía social. Combina las ventajas de cada una de ellas para que todos los actores del mercado se vean beneficiados. La intervención del mercado y del Estado comparten protagonismo para que la libertad y la vigilancia trabajen de la mano.

Su base es capitalista y el Estado interviene para regular aquellos aspectos en los que el libre mercado desfavorece, de alguna forma u otra, los intereses sociales. “Es la política que más se acerca al Estado de Bienestar”, señala Héctor Chamizo.

En este sentido, el Estado de Bienestar al que hacen referencia constantemente los políticos es aquel sistema político que ofrece a sus ciudadanos diferentes servicios públicos. La sanidad, las pensiones, la educación y la cultura son algunos ejemplos de lo que ofrece el Estado de Bienestar a sus ciudadanos, un hecho que identifica a las democracias europeas.

El Estado debe asegurarse de que se cumpla con la legislación relacionada, por ejemplo, con los derechos de propiedad. Un aspecto vital para que tanto consumidores como empresarios vean asegurados sus intereses.

También está obligado a regular las diferencias que puedan presentarse en la economía del país en cuestión. Por ejemplo, el Estado es quien se encarga de establecer y recaudar los impuestos para asegurar tanto la distribución de las riquezas como los servicios sociales.

También vela por la estabilidad del mercado para que exista, en la medida de lo posible, un equilibrio entre la oferta y la demanda. Por ello, puede tomar la determinación de producir u ofrecer ciertos servicios si considera oportuno. Por ejemplo, si una localidad determinada no tiene acceso a agua corriente, el Estado puede ofrecerle ese servicio. Su objetivo, a diferencia de las compañías privadas, es mejorar las condiciones de su sociedad.

En una economía mixta el Estado interviene principalmente en dos situaciones: para asegurar los intereses sociales y para regular situaciones de desequilibrio en el mercado. Un ejemplo de ello se puede ver en los rescates a la banca, las obras públicas y la bajada o subida de ciertos impuestos.

“Si es un sector estratégico, como el turismo, el Estado intervendrá y el empresario se sentirá más protegido”, apunta Héctor.

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El Gobierno Español y la UE como intermediarios de la economía mixta

España, Francia, Canadá, Portugal o Suecia son algunos países que aplican el sistema económico mixto. Se puede decir que gran parte de los países occidentales hacen uso de él en mayor o menor medida.

En el caso de España, y atendiendo a los diferentes aspectos que hemos mencionado antes, se puede decir que todas las políticas económicas que se llevan a cabo se acercan a lo que se considera Estado de Bienestar.

Parte de nuestros impuestos se destinan a la subvención de la sanidad, la educación y el pago de pensiones y subvenciones. Asimismo, a la vez que existe cierta libertad de mercado, parte de nuestros impuestos se destinan a promover subvenciones para incentivar sectores estratégicos. El Estado Español interviene cuando considera oportuno.

También hay que tener en cuenta la pertenencia de nuestro país a la UE. Todas sus acciones actúan en favor de los intereses de todos los Estados miembros desviando ayudas a sectores y Estados concretos cuando consideran oportuno. Un ejemplo de ello lo podemos ver en el conocido rescate al Banco de España de 300 millones de euros.

Otro ejemplo podemos verlo en la destinación de recursos procedentes de la UE en favor de 142 pueblos españolas. El objetivo de ello es la financiación del acceso a Internet de dichas localidades. En este sentido se puede valorar la intervención de la Comisión Europea en favor de la sociedad.

En cuanto a las ayudas aportadas por el Estado Español, un ejemplo de lo que significa una ventaja de pertenecer a un sistema económico mixto son las ayudas a la contratación. Recientemente el Gobierno consiguió aumentar en un 68% las ayudas a incentivar los contratos indefinidos. El establecimiento de los salarios mínimos y la regulación de estos conforme al IPC también quedan en su mano.

Esto ayuda a desdibujar las desigualdades sociales no solo en el ámbito económico sino también social. A diferencia de otras potencias mundiales, en España el sistema sanitario es financiado por todos los contribuyentes. En él no solo se incluye la asistencia sino también los medicamentos. Esta situación está directamente relacionada con el Estado de Bienestar y la economía mixta. Mientras las farmacéuticas -sector privado- trabajan por hacer su oferta en el mercado, el Gobierno interviene para facilitar el acceso a los medicamentos a los ciudadanos.

En este sentido hay un doble beneficio gestionado por el Estado: las farmacéuticas venden los medicamentos y los contribuyentes tienen una mejor accesibilidad a los mismos.

En este sentido, el Estado actúa como intermediario para asegurar que la libertad de mercado y el bienestar social coexistan en un mismo sistema económico. Un punto medio que se encuentra entre el capitalismo y el socialismo y que hace de nuestra economía una ventaja tanto desde el punto de vista del empresario como del ciudadano.

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