Los expertos financieros lo recomiendan: Las razones por las que te interesa invertir en compañías que recompran acciones propias


Es muy probable que en los medios de comunicación hayas escuchado la estrategia de la recompra de acciones por parte de las empresas. ¿En qué consiste? ¿Nos beneficia como inversores? Estas son preguntas que nos hacemos frecuentemente cuando lidiamos con términos que no conocemos al 100%.

En primer lugar, una empresa puede recomprar acciones por diferentes motivos, pero el principal es que sus títulos que cotizan en los mercados se encuentren infravalorados y esta desee incrementar la demanda”, según destaca José Luis Cárpatos, director de inversiones de Gloversia Eafi, firma especializada en asesoramiento financiero. Y es que la recompra de acciones reduce el número de las que se encuentran en circulación, lo que puede aumentar “el valor de estas y los beneficios por acción (BPA)”.

El cálculo del beneficio por acción

Lo primero que debemos hacer, expone Rafael Ojeda, analista independiente, es hacer el cálculo del beneficio por acción para hacernos una buena composición de lugar. Para ello “se dividen los ingresos netos de la empresa entre su número de acciones en circulación”, explica.

Si reducimos el número de acciones, “las ganancias por cada título que tenemos en cartera aumenta considerablemente”, expone. Sin ir más lejos, en el caso de que los ingresos netos de la empresa sea de 1 millón de euros y esta cuenta con 10.000 acciones, el BPA sea 100 euros. Por el contrario, si la empresa recompra una parte de sus acciones, el BPA se incrementará. Dicho de otro modo, obtenemos más rentabilidad como accionistas.

Cárpatos señala que la recompra de acciones puede ayudar “a mejorar la confianza de la empresa ante el público”, de tal forma que se demostraría “tener suficientes fondos como para pagar a los inversores”. Con todo, también podría dar la impresión de que la compañía “no prevé un crecimiento potencial importante”. Por eso, hay que analizar cada caso con la prudencia necesaria.

El año pasado, las empresas de Estados Unidos anunciaron que invertirían más de un billón de dólares en la compra de sus propias acciones. Los beneficios internacionales repatriados con la reforma fiscal han fomentado este ejercicio histórico en ingeniería financiera.

Con ello, el total que invirtieron las firmas estadounidenses en la compra de acciones propias en la década que sigue a la crisis financiera, se sitúa por encima de los cuatro billones de dólares. Una cifra descomunal que pone de manifiesto que el interés por esta práctica ha crecido progresivamente desde el estallido de la crisis financiera en el año 2008.

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Razones para abordar la recompra de acciones

Lo primero de todo, a modo de conocimiento general, tenemos que saber por qué una empresa opta por establecer un programa de recompra de acciones. Según los expertos de Self Bank, en primer lugar por “el mensaje que se lanza al mercado”. En otros términos, que una compañía anuncie que está recomprando acciones “siempre es algo positivo” sea cual sea la situación de la empresa desde el punto de vista del accionista.

Y es que, si la situación de la empresa es favorable los inversores “verán que la compañía considera que la mejor inversión posible es comprar acciones de sí misma”, en lugar de invertir en otro negocio o comprar otra empresa, añaden. Esto generará “confianza en los inversores para que sigan comprando acciones”.

Otra razón menos transparente sería con el fin de mejorar “sus ratios financieros”, concretan. Esto podría “ocultar un problema en la gestión de la compañía”, argumentan desde la entidad. Es importante entender que la recompra de acciones reduce el número de las mismas en circulación y esto, principalmente si se produce en el mercado abierto, provocará, en efecto, “el aumento del valor de las acciones en beneficio de los inversores”, afirma Cárpatos. Aun así, esto no convertirá una mala empresa en una buena compañía. Por lo que los expertos recomiendan analizar con prudencia cada caso en particular.

Desde el punto de vista de la empresa, esta determinación la toma al tener confianza que, con el desarrollo de su negocio, “no necesitará estos fondos para llevar adelante sus negocios”, analizan desde Self Bank.

Por tanto, estas compras demuestran al mercado de que la empresa va bien. Además, demuestran al mercado que no hay mejor inversión que “las acciones de la empresa”, dice Ojeda.

De igual modo, estas compras pueden entorpecer una OPA (oferta pública de adquisición) que los directivos no quieren que se realice, si otros están “contemplando comprar las acciones de la empresa, entorpece subiendo su precio y reduciendo los accionistas más dispuestos a vender”, tal y como opina Cárpatos.

Como se está produciendo una reducción del número de acciones en el mercado, muchas veces las compensaciones de los altos ejecutivos se basan en el nivel de rentabilidad por acción, “incentivando acciones que impacten positivamente esta medida”, destaca Ojeda.

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El valor innegable para el accionista

Un título representa que posees un porcentaje una empresa. Esto incluye la propiedad de los activos y pasivos de la misma. De igual manera, la parte correspondiente de todos los beneficios futuros que genere el negocio y un largo etcétera.

No es fácil determinar el valor de una empresa, ya que parte del valor que obtendrá el accionista dependerá de los beneficios futuros que “cree rendimientos en la empresa”, argumentan los expertos de Self Bank. Si observamos sólo el balance (lo que tiene y lo que debe) podemos obtener una idea del valor en caso de liquidación de la misma. Sin embargo, generalmente “no invertimos en firmas para cerrarlas y vender todos sus activos, sino para participar en el crecimiento futuro de su negocio y beneficios”, agregan.

Tomando como referencia el punto de vista contable, no hay generación de valor en una recompra de acciones por parte de una empresa. Aunque el número de acciones se reduce, también lo hace el dinero que hay en el balance, y por tanto si nos fijamos solo en lo que aparece en los activos y pasivos, “no hay cambio en el valor”, exponen.

Un ejemplo sería que si una empresa tiene 100 millones de activos en el balance y tiene en circulación 100 títulos que cotizan en los mercados, si dispongo de 20 acciones, representan el 20% de la compañía. Por tanto, soy dueño indirecto de 20 millones de activos. “Si la empresa recompra el 20% de la firma, el balance pasa a ser de 80 millones, y mi 25% sigue valiendo 20 millones de euros”, comentan desde la entidad.

Aun así, el valor de una empresa viene determinado no sólo por lo que la empresa tiene ahora, sino por lo que empresa “tendrá en el futuro”, destaca Ojeda. Por consiguiente, no tiene el mismo valor una empresa que tenga 100 millones de activos en su balance (fábricas, existencias, etc.) que al año que viene vaya “a ganar 50 millones que otra empresa también con 100 millones de activos que el año siguiente gane sólo 10 millones”, ejemplifica Self Bank. Los accionistas estarán dispuestos “a pagar más por la primera empresa que por la segunda”, relatan.

A consecuencia de este componente de participación de los beneficios futuros que va ligado a ser dueño de las acciones de una empresa, se puede indicar que la reducción de número de acciones de una empresa “genera valor y atractivo para los accionistas”, coinciden todos los expertos.

Pese a que en el balance no se refleja, los accionistas tendrán automáticamente derecho a una parte más grande de los beneficios futuros de la empresa, debido a que su participación en la misma ha aumentado de forma automática, como se ha podido observar a través de los ejemplos.

Además, para los accionistas que no busquen ingresos periódicos si no una revalorización de las acciones, la recompra de las mismas es preferible al reparto de dividendos, según los expertos consultados. Los dividendos conllevan una retención del 19% en el momento que se reparten, mientras que una recompra no se pagará a Hacienda.

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Contraindicaciones

¿Interesa siempre la recompra de acciones por parte de un inversor o una empresa? No. Lógicamente el valor creado para los accionistas depende “en parte del precio que se pague por las acciones”, asevera Cárpatos.

En esta línea, cuánto más se pague por las acciones, más alto “tendrá que ser el crecimiento futuro de los beneficios para compensar el dinero gastado en readquirir las acciones”, asegura. Como siempre, los inversores deben calcular “cuál es su coste de oportunidad y determinar si el precio que se paga por un activo hoy compensa la incertidumbre de recibir los beneficios futuros”.

Según los críticos, la recompra de acciones es una maniobra financiera a sangre fría que favorece a determinados accionistas en detrimento del resto de partes interesadas, empleados incluidos. Las compañías diluyen el volumen de acciones en circulación, aumentan los beneficios por acción y, así, incrementan el precio de las acciones. Se trata de una apuesta excelente para aquellos directivos a los que se incita a elevar la cotización bursátil. Todo ello, sin hacer inversión alguna en la empresa.

Las voces críticas en esta concepción, creen que se ignora una cuestión relevante: para la recompra de acciones, las empresas deben “abonar efectivo a terceros” que son, generalmente, inversores institucionales que “pueden emplear estas sumas para invertir en otras empresas”, afirma Ojeda.

Ante un escenario en el que las compañías ya han ampliado sus márgenes de beneficios y han aumentado la eficiencia en la medida en que deben hacer frente a una economía poco entusiasta que dificulta el aumento de los ingresos, con frecuencia los directivos se ven incapaces de encontrar inversiones rentables en su propia compañía.

En dichas circunstancias, se devuelve el dinero a los inversores, que pueden encontrar mejores posibilidades de inversión. Desde este punto de vista, la recompra de acciones no obedece a una “autocomplacencia corporativa”, sino al punto álgido de la responsabilidad corporativa, enfatiza Ojeda.

Los directivos conocen la realidad de sus empresas mejor que nadie.Si consideran que no existen oportunidades de crecimiento, la decisión más responsable que pueden tomar con respecto de sus propios accionistas y de la empresa en su conjunto, es la recompra de acciones.

El experto indica que esta estrategia no es perjudicial de por sí. Esta doble problemática que se genera ha dejado al descubierto que el boom de la recompra de acciones consiste en que muchos directivos “se ven incapaces de encontrar oportunidades de inversión productivas dentro de sus propias empresas, y que parece probable que los inversores que reciben los fondos de las recompras no encuentren oportunidades suficientes en ningún otro lugar”, analiza.

La pérdida de capacidad de producir crecimiento constante y sólido del sistema capitalista ha dominado el debate económico y ha desconcertado a los economistas desde el estallido de la crisis. Será necesario “adoptar soluciones más amplias y decisiones más complejas para lidiar con esta situación”, concluye.

Otras alternativas a las recompras

¿Qué otras alternativas tiene la empresa para recompensar a sus accionistas? La opción más frecuente a la hora de recompensar a los accionistas suele ser el pago de dividendos, opinan desde Self Bank.

El principal problema con el pago de dividendos es que hay un castigo fiscal considerable para los accionistas al recibir el dividendo. Este castigo fiscal no se da cuando la empresa recompra sus acciones, y por eso se dice que la recompra de estas es una manera más eficiente por parte de las empresas de recompensar a sus inversores.

Es decir, de cada 1.000 euros que cobramos en dividendos, el estado se queda con por lo menos 210 y nosotros con 790 como máximo. En cambio, el dinero que la compañía utiliza en la recompra de acciones no tiene carga fiscal, por lo que resulta más eficiente para los accionistas.

Por otro parte, los beneficios futuros son siempre inciertos y hay accionistas que prefieren tener el dinero hoy “a la promesa de una mayor participación en los beneficios futuros”, opinan.

En la práctica las buenas empresas no tienen por qué restringirse a sólo un tipo de estrategia y la mayoría de las grandes compañías compaginan sus líneas estratégicas para intentar crear riqueza para sus accionistas y satisfacer todas las preferencias. Todas las metodologías son bien recibidas, pero cada una de ellas tienen sus respectivos matices.