Inversiones alternativas: cómo aumentar nuestro patrimonio sin apostar por lo tradicional


Como usuarios estamos acostumbrados a mover nuestros ahorros en productos tradicionales. Vehículos que conocemos de sobra como fondos de inversión, acciones de la bolsa o los bonos gubernamentales. Sin embargo, la cuestión es si hemos de mover nuestro capital solo a este tipo de activos o si hay otras opciones.

Para quien lo desconozca, no todo se reduce a lo que los bancos ofrecen a sus clientes. En un entorno en el que cada vez resulta más complicado pescar rentabilidades que nos resulten interesantes, una de las posibilidades, apunta José Luis Cárpatos, director de inversiones de Gloversia Eafi, es que nos centremos en las llamadas “inversiones alternativas”.

¿En qué consisten? ¿Cuáles son las que resultan más interesantes? Los expertos explican las distintas opciones que podemos tener como inversores y por qué no debemos descartarlas para la obtención de rendimientos a futuro.

El concepto de una inversión diferente

Las inversiones alternativas pueden entenderse como “algo difuso”, describe Felipe López-Gálvez, analista de Self Bank, pues “no presenta un concepto concreto y bien definido dentro de este mundo”. Aun así, hay una serie pautas que pueden servirte para ver con claridad “a qué nos estamos refiriendo”, añade.

Estas apuestas que podemos hacer con nuestro dinero se centran en “explotar ineficiencias que se encuentran en los mercados financieros a través de activos y estrategias de inversión no tradicionales (como los bonos y las acciones)”, concreta Cárpatos.

López-Gálvez apunta que la primera definición implica “varias cosas”. En primera instancia que, si se trata de inversiones no tradicionales, la liquidez “no será la misma (será menor) que la de las inversiones tradicionales”. Igualmente, suelen ser activos que no opera “casi nadie en los mercados, con lo que también son difíciles de conseguir o transferir”. Esa es la razón por la que los operadores o inversores se suelen centrar en mercados que son “poco eficientes”.

En resumen, este tipo de operativa es una “buena opción si lo que queremos es conseguir una alta rentabilidad”, destaca Cárpatos. Por el contrario, hay que añadir el matiz de que en aras de conseguir nuestros objetivos de beneficios debemos de asumir “un alto riesgo o el desconocimiento de cómo funcionan ciertos vehículos en el mercado”.

Esto se produce como consecuencia de que el retorno llega ofrecido por activos que no se conocen especialmente, en los que no se invierten o que “no tienen tanta popularidad como los activos tradicionales (los bonos y las acciones)”, repasa Antonio Castelo, responsable de renta variable de iBroker.

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El auge de optar por los productos alternativos

La inversión alternativa ha vivido un crecimiento del 15% en los dos últimos años y todo ello apunta a que seguirá la misma senda en los próximos años. Las razones son bastante claras: volatilidad del mercado, incertidumbre, renta fija con bajos rendimientos en los bonos soberanos, tipos de interés anormalmente bajos y un largo etcétera.

Castelo asegura que, pese a que la renta variable está recuperándose en la actualidad, las incertidumbres que sobrevuelan el mercado “son bastantes y los inversores buscan mayor protección para no sufrir en demasía escenarios como el del último trimestre de 2018”. A esto, hay que sumarle los riesgos macroeconómicos que apuntan a una “ralentización y a una posterior recesión” a no muy tardar.

Por otra parte, la renta fija tampoco presenta grandes esperanzas. Para un inversor en euro, apostar por los bonos americanos es complejo, ya que debido a las regulaciones se quedaría “sin apenas rentabilidad”, dice López-Gálvez. De igual manera, los bonos europeos son un activo que se está moviendo en rendimientos más cercanos al cero que al uno.

Asimismo, las recomendaciones de los expertos se mueven en esa misma línea. BlackRock explica que puede que una asignación 60/40 en acciones y bonos ya no sea “suficiente para satisfacer los objetivos de inversión a largo plazo”. De ahí a que las inversiones alternativas “puedan potencialmente reducir la volatilidad, mejorar los rendimientos y generar mayores niveles de rentas para una cartera”.

Desde las materias primas, hasta el inmobiliario, pasando por las empresas no cotizadas. Precisamente, en estas últimas en Estados Unidos se pueden observar retornos del 100% en un par de años, “no son raros para aquellas compañías que finalmente salen a bolsa”, explica Ramon Blanco, cofundador y consejero de Bewater Funds.

“Las inversiones alternativas presentan baja correlación con las clases de activos tradicionales, de forma que pueden ser utilizadas para diversificar carteras”, añaden desde BlackRock. Además, “pueden ofrecer rendimientos más altos que las tradicionales, especialmente durante periodos de tipos de interés bajos”, apunta la gestora.

Fondos alternativos por los que podemos optar

El siguiente paso es, si tomamos la decisión de embarcarnos en estas inversiones, cómo hacerlo mediante vehículos como son los fondos. En este sentido, una de las posibilidades es hacerlo en productos de real assets. Son activos que tienen un valor debido al peso histórico, de propiedad o físico que posee. Es el característico de bienes inmuebles, infraestructuras o elementos en los que se pueda invertir y que cumpla estas características.

También podemos meter parte de nuestro dinero en hedge funds. Estos son especialmente útiles para aquellos inversores que no les importa “involucrarse en un alto riesgo”, dice Rafael Ojeda, analista independiente. Este tipo de activos trata de apalancarse en prácticas de inversión especulativas, incrementando el riesgo de pérdida de nuestro capital invertido.

Se ha de tener mucho cuidado con estas inversiones, pues si no tenemos la experiencia suficiente para operar es posible que “acabemos perdiendo dinero”, matiza López-Gálvez. Para ello, se necesita que conozcamos con antelación muy bien el activo y que operemos con él (previamente) “en mercados más seguros y junto a otros productos”, agrega.

De la misma manera, nos podemos decantar por fondos alternativos líquidos. Son aquellos que tratan de proporcionar diversificación y protección frente “a la pérdida de valor que se adquiere mediante activos más líquidos”, asevera Cárpatos. Es el caso de los fondos de inversión y los ETFs. Son también activos arriesgados, pues presenta un bajo nivel de liquidez comparativamente con otro tipo de inversiones que se puedan realizar.

No nos podemos olvidar del llamado private equity. Este concepto se basa en inversiones indirectas a empresas que tratan de ofrecer beneficios a sus inversores mediante las operaciones que ésta realiza. Explicado de otra forma, los accionistas meterán su dinero en una empresa que no cotiza en bolsa con la esperanza de que en el futuro “la inversión la recupere”, argumenta Ojeda.

Como podemos ver, es una actividad de alto riesgo, pues enfrentamos las expectativas con la realidad (que viene dada por las operaciones del día a día de la empresa). Si las acciones que toma el negocio van bien tal y como se planteó en sus objetivos, los “inversores ganarán”, opina Cárpatos. Con todo, dicho valor añadido debe ser “cuidado por los inversores, pues las malas prácticas generarán desconfianza futura para otros proyectos”.

A modo de ejemplo, en España en 2018 el capital invertido en private equity ha alcanzado 5.844 millones de euros, una cifra no vista hasta el momento. Esta clase de activos ha generado una rentabilidad superior al 13% en los últimos ocho años.

En último lugar, siguiendo con el esquema de fondos de inversión diferentes, no se ha de dejar al margen al crédito, también llamado no líquido o secundario. Son fondos con un interés fijo predeterminado por la empresa a la que se va a invertir. El riesgo de este tipo de inversiones está en el incumplimiento de la compañía de no pagar los ingresos o el reembolso de su capital al vencimiento de su operación.

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La microinversión inmobiliaria

Moviéndonos hacia alternativas de inversión, una de las que está más en auge en estos instantes es la apostar pequeñas cantidades en viviendas, locales o naves. Suele ser lo que denominamos “microinversión inmobiliaria”, la que se materializa en elementos de tamaño reducido, como “los garajes y trasteros”, destacan los expertos de BBVA. Así, se busca hacer negocio con las necesidades de los residentes en la zona, o de aquellos que trabajan en la misma, habilitándoles espacio.

El rendimiento de estos se deriva tanto de las posibles rentas de un alquiler como de los eventuales beneficios patrimoniales si en un futuro acaban siendo vendidos. Generalmente, muchos de los que hoy se centran en esta opción son los mismos que antes lo hacían “en la inversión inmobiliaria residencial”, concretan estos especialistas. Eso sí, ¿qué ventajas nos pueden aportar?

Estas operaciones suelen ser de pequeñas cantidades, al menos si hacemos una comparación con la inversión en locales o viviendas. Es conveniente, describen en BBVA, “valorar adecuadamente la inversión realizada y la expectativa de retorno que queremos tener”.

Normalmente, afirma Cárpatos, se pueden realizar “con fondos propios”, o incluso con créditos personales. Aun así, esta facilidad puede hacer que incurramos en problemas, al no contar en el acto de la firma con alguien -el banco- “tan interesado como nosotros en tener claro lo que se compra”, matizan los expertos de la entidad.

Y es que es posible que, si la operación se tramita ante notario, este nos dé una advertencia de que se trata de un elemento vinculado a otro, una vivienda, y que no puede transmitirse por separado. De igual modo, para ese instante nos encontramos con que ya hemos dejado una señal y es difícil poder recuperarla. Pero este no suele ser el único inconveniente.

Por eso, resulta primordial un “análisis pormenorizado de los documentos registrales que necesitamos del inmueble en concreto”, explica Ojeda, e incluso, en ocasiones “recurrir a los estatutos de la comunidad o a una consulta al Ayuntamiento”.

Además, es obligatorio por nuestra parte, como en toda inversión, atender a los costes de mantenimiento de dichos inmuebles. Esto es, impuestos municipales, estatales, gastos de comunidad ordinarios, posibles derramas, así como del tratamiento fiscal esperado en caso de que optemos por desinvertir.

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Invertir en arte y antigüedades

Muchas veces lo hemos escuchado y, en efecto, puede ser una opción interesante. Si hablamos de antigüedades, conviene separar las que tienen más de 100 años, de los bienes de almoneda de más de 40 años. En cualquier caso, independientemente de las tendencias del momento, es cierto que influye en su precio, de un modo decisivo, “la mencionada longevidad, la escasez de las piezas y el estado de conservación”, aseguran desde BBVA.

Sabiendo lo difícil que resulta saber cuándo obtendremos rentabilidad en una inversión de estas características, es mejor que además del interés financiero” tengamos un interés intrínseco en dichos bienes”, desde el punto de vista de López-Gálvez.

Disponer de un conocimiento previo de este mundo es necesario, y tampoco debes descartar el recibir asesoramiento de uno o varios expertos. Asimismo, hay una legislación del patrimonio nacional que condiciona la transmisión de bienes protegidos, y que puede generar un condicionamiento sobre el rendimiento al hacerse con una antigüedad.

Con el mundo del arte sucede exactamente lo mismo, apuntan los expertos. A este hay que añadirle la dificultad de que las obras contemporáneas se “rigen directamente por las tendencias, las modas, y en muchos casos, corrientes especulativas más poderosas que las que agitan el sector bursátil”, afirma Ojeda. Hemos de tener en cuenta que este tipo de apuesta suele requerir espacio, lo que ya supone un coste, además de “gastos derivados del mantenimiento de las obras o los seguros correspondientes”, destaca.

Como última opción, una posibilidad que no es tan conocida, siguiendo esta misma línea, es la inversión en obra gráfica. En comparación con el carácter único del lienzo, en la acuarela, a la que estamos acostumbrados en la obra gráfica, el artista crea una plancha, una matriz, que luego “es transferida al papel de distintas maneras: litografía, aguafuerte, etc.”, comentan desde BBVA.

Habitualmente esas planchas son posteriormente destruidas, y el artista pone en circulación esa serie limitada de obras. Es quizás una de las opciones más baratas para adentrarse en el complicado mundo del arte, pese a que hay que tener cuidado con los elevados precios de algunas piezas y con que la obra que queremos comprar sea la original, recomiendan.