Si se la imbuye de filosofía y moral, la tecnología se convierte en un pegamento social capaz de reducir brechas, desigualdades, injusticias y fallos del sistema. Se trata de una visión que nació a finales del siglo XIX, pero que ha ganado peso en las últimas décadas con la cuarta revolución industrial.
No se ignoran los retos y problemas que llevan aparejados procesos como la globalización, la automatización o la digitalización, pero cada vez surgen más voces que respaldan un uso responsable de las nuevas herramientas.
Prescriptores que abogan por un utilitarismo ecuánime para reducir la pobreza, el analfabetismo y hasta las enfermedades más asociadas con la iniquidad sistémica.
Esta corriente, que trata de deconstruir el producto más puntero de la historia del capitalismo, se está ahora consiguiendo alinear con la igualdad defendida por el feminismo para dar voz y derechos a un género históricamente ignorado. Hablamos de las femtech.
La tecnología puede ayudar a acelerar procesos, pero no basta por sí sola para alcanzar metas estructurales. Sin capital no hay resultados, y sin intereses no hay capital. La compleja ecuación desemboca en una situación en la que las empresas no están dispuestas a arriesgar sus proyectos para materializar realidades perseguidas durante siglos.
No basta con que la ONU incluya entre sus Objetivos de Desarrollo Sostenible un propósito centrado en “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”, ni que cada vez haya más igualdad de género en los puestos directivos más importantes de las multinacionales.
Lo primero no deja de ser una máxima idealista que necesita respaldo público y privado para engordar, y el segundo proceso todavía no está lo suficientemente maduro como para traducirse en acción (de acuerdo con el informe “Woman in Business”, solo el 34% de los cargos de responsabilidad están ocupados por mujeres).
Ahora bien, aunque las empresas no encuentran réditos ni incentivos suficientes como para acabar con algunos de los grandes retos sociales del siglo XXI, algunas organizaciones e instituciones públicas sí están logrando resultados encaminados hacia la igualdad de género absoluta.
A la rotura paulatina del techo de cristal se le une un cierre lento pero continuado de la brecha de género. Así lo constata el Foro Económico Mundial a través del informe Global Gender Gap Report, cuyas conclusiones en su última edición fijan la paridad total para dentro de 99,5 años. Es un dato negativo, pero esta previsión era de 108 años en el ejercicio anterior.
Donde no se aprecian cambios notables es en el ámbito de la salud. Así queda reflejado por el escaso 2% de la investigación financiada con fondos públicos en Reino Unido para la salud reproductiva.
3 de cada 10 mujeres en dicho país se espera que sufran algún problema relacionado durante su vida, y sin embargo se realizan cinco veces más estudios sobre la disfunción eréctil que sobre el síndrome premenstrual.
¿Qué sucede en España? Algo muy similar. Tal y como recoge el estudio “Desigualdades de género en la investigación en salud pública y epidemiología en España (2007-2014)”, los proyectos de investigación en Acción Estratégica en Salud (AES) liderados por mujeres no llegan al 50%, y los proyectos privados tienen un 29% más de probabilidades de ser financiados si están encabezados por hombres.
“La sobrerrepresentación de líderes masculinos en la investigación en salud pública en España debe entenderse como indicador y consecuencia del androcentrismo en las sociedades científicas y los grupos profesionales”, apuntan los autores del informe.
“Esta situación sexista pone en riesgo la existencia de productos y servicios innovadores desde la perspectiva de género que den respuestas a necesidades y demandas de toda la sociedad”.
No sorprende que el mercado haya encontrado justamente en esta problemática espacio para alimentar su necesidad de reconciliarse con ciertos segmentos de consumidores; representa un objetivo loable, con ROI claro, y profesionales interesados.
Casualmente los factores que más interés despierta en el mundo tecnológico. Así, la última hija predilecta de las X-Tech había encontrado un terreno fértil para nacer.
En 2016 la empresaria danesa Ida Tin acudió a la conferencia Techcrunch Dirsupt de San Francisco para hablar sobre tecnología y mujeres. Ella, que en 2012 había desarrollado desde Berlín la app de salud femenina Clue, no entendía cómo la digitalización había parido en la última década todo tipo de subcampos, dejando de lado al mercado femenino.
Fintech, Healthtech, Wealthtech, Proptech, Insurtech. Los pabellones del recinto estaban ocupados por stands que apenas recibían atención. ¿Cómo las empresas no habían recalado todavía en el nicho formado por 3.700 millones de potenciales clientes?
En aquel encuentro Tin acuñó por primera vez el término que en pocos años lograría atraer inversiones multimillonarias. "Me di cuenta rápidamente de que para que estos productos se fueran tomados en serio era necesario definir el mercado, así que sugerí que empezáramos a considerarnos a nosotros mismos como una empresa femtech", explicaba.
Etiquetar al pequeño grupo de startups que desarrollaban soluciones tecnológicas médicas permitió al gran capital poner en el mapa el movimiento, y valorar si era rentable o no.
Desde entonces han aflorado aplicaciones y productos especializados en fertilidad, el seguimiento del periodo, el cuidado del embarazo, la lactancia o el bienestar sexual de la mujer.
El propio producto de Tin, la aplicación Clue, que permite medir el periodo con gran precisión, ya ha sido descargada en la tienda de Google casi 1 millón de veces, y cerca de 300.000 veces en el expositor de Apple.
En la actualidad hay ya más de 200 empresas en todo el mundo consideradas “femtech” y 3.000 aps dedicadas, el sector acumula más de 220 millones de dólares absorbidos en forma de inversión desde 2011, y cada año se realizan desembolsos en productos especializados valorados en unos 200 millones de dólares.
Solo en 2019 la rama acaparó 800 millones en financiación, como parte de una tendencia positiva que se alargaría durante al menos la próxima década. En 2025, de acuerdo con estimaciones de la consultora Frost & Sullivan, las femtech se convertirán en una industria valorada en 50.000 millones de dólares.
"Por fin se están creando empresas para resolver problemas y abordar áreas que históricamente se han ignorado [...] lo cual no es negativo", presumía Tin. "Me alegra que las compañías estén esforzándose para responder a estas demandas con nuevos productos".
La expectación en torno a las femtech ha derivado en una demanda de empleo creciente entre perfiles financieros, de desarrolladora, programadora, expertas en código o incluso fabricantes. Por su tamaño, recientemente también ha comenzado a absorber talento entre profesionales de la medicina y tituladas sanitarias especializadas en salud reproductiva y sexual de la mujer.
Existe una tendencia evidente hacia la especialización que ayudará a eliminar tabús y a normalizar cuestiones sanitarias reprimidas históricamente. Eso sí, por delante no solo esperan facilidades e incentivos. Y es que, del total de la inversión mundial anual, solo el 10% va destinada a startups dirigidas por mujeres.
Voces como la de Laurence Fontinoy, responsable de una app femtech, son signo de los efectos de un mundo masculino. "Se hace difícil. Te pasas el 95% del tiempo convenciendo a hombres que no pueden identificarse con el producto”, opina sobre el proceso de captación de capital para este tipo de empresas.
Tras ser expuesta a risas por mencionar la menopausia en una reunión integrada por hombres, la ahora emprendedora decidió alzar la voz y convertirse en un referente para otras compañeras. “Suele resultar bastante incómodo", zanja.
Esta desarrolladora y su compañera Clelia Morales, abandonaron los puestos que tenían en eBay y Google respectivamente, para desarrollar Woom. La app de medición de fertilidad lidera ahora una de las famosas listas de Forbes, tras lograr recaudar más de 2 millones de euros a través del crowdfunding.
Los retos a los que se enfrenta la industria son ineludibles, no obstante, existe consenso entre expertos sobre el efecto reestructurador que está teniendo esta tecnología en el sector Healthtech. Y no solo por las cifras que reflejan los proyectos.
"Si bien comenzó como un fenómeno con unas pocas empresas especializadas, con el tiempo ha terminado adhiriendo momentum a las empresas de atención sanitaria de todo el mundo, reconociendo la necesidad de soluciones especializadas que cubran la salud de la mujer", puntualiza la analista de F&P, Shruthi Parakkal.
Las femtech primero ayudarían a eliminar estigmas y cubrir demandas insatisfechas entre las mujeres del primer mundo, pero con el tiempo sus efectos se extenderían a otras cuestiones aledañas a la brecha de género.
"Persiste la idea preconcebida de que la mayoría de empresas femtech están centradas en cuestiones muy específicas de la mujer, como la fertilidad, la salud reproductiva o la salud menstrual”, continúa Parakkal.
“Sin embargo, es interesante observar que existe una alta prevalencia de enfermedades crónicas como el Alzheimer entre las mujeres (a veces del doble o el triple). Hay varias empresas que, basándose en su fisiología y psicología, ya trabajan en soluciones concretas para ellas.”.
Con suficiente apoyo la industria podría contribuir a aumentar el acceso a atención primaria en zonas deprimidas económica y socialmente, así como mejorar los ratios de detección de temprana de patologías crónicas; ecografías prenatales, identificación del cáncer de cuello uterino, etc. ¿Lo conseguirá?
“Desconozco si el término ‘femtech’ sobrevivirá. Pero de lo que sí soy consciente es de las necesidades de salud de las mujeres”, explica Ruth Shaber, responsable de la Fundación Tara Health, sobre el futuro del sector.
“Las mujeres no precisan de un nombre especial para recibir buena atención médica. A los médicos no les importa cómo llamamos a las herramientas que usan para prestarla”, continúa.
“En este momento, lo único que necesitamos son las herramientas para marcar la diferencia. Como inversoras, innovadoras y generadoras de salud, tenemos el deber de cultivar esa tecnología”.
A nivel nacional, comunitario, transoceánico. En la gran mayoría de economías del Primer Mundo han aparecido proyectos y empresas exitosas. A veces surgidas en torno a mercados ya establecidos, y en otras ocasiones instauradas en nichos recién creados, las femtech se abren paso con firmeza.
Una prueba de ello es la industria de la fertilidad, que, de acuerdo con Data Bridge, para 2026 ya facturaría unos 41.000 millones de dólares a nivel mundial, y que ha atraído en Estados Unidos inversiones cuantiosas para startups especializadas como Extend Fertility o Kindbody.
Otra empresa de la potencia anglosajona que también está arrasando es Progeny, que ha atraído inversiones por valor de casi 100 millones de dólares para su servicio de datos, ciencia y tecnología en pos de soluciones de fertilidad para empleados asegurados.
Nuelle, la compañía de bienestar sexual y cuidado íntimo propiedad de Aytu Bioscience, presume de una financiación de 23 millones; la biofarmacéutica especializada en medicamentos de fertilidad para la mujer, ObsEva, arrastra ya 153 millones gracias al apoyo público; y la app de análisis de datos Glow reúne 28 millones.
En el Viejo Continente lidera el movimiento femtech la británica Elvie. Esta posee dos productos; la app de ejercicios de suelo pélvico Elvie Trainer, y el gadget extractor de leche materna Elvie Pump, con el que se puede operar de forma silenciosa y a distancia.
También de las islas británicas es Kheiron, la empresa decidida a desgranar los misterios que rodean al cáncer de mama gracias a la Inteligencia Artificial y el análisis de datos.
Con lo que denominan como “radiología de precisión” ya están contribuyendo a desarrollar productos de diagnosis reales, impulsados por una financiación de 19,8 millones de euros.
En la misma dirección y con una inversión de 2,3 millones de euros, trabaja la francesa Lattice Medical, que a través de la bioingeniería ayuda a las supervivientes de cáncer de mama con unos sofisticados implantes modelados en impresoras 3D. Una vez colocados, estos se degradan en el cuerpo permitiendo una regeneración natural del seno y el tejido adiposo.
1,6 millones de euros es lo que ha recaudado la danesa Cirqle Biomedical para el desarrollo preclínico de OUI; una cápsula anticonceptiva no hormonal que se disuelve de manera rápida en el organismo y facilita el control de la natalidad durante 24 horas.
Como propuestas nacionales destaca Emjoy (1 millón de euros), startup autora de una app con audioguías de autoerotismo y prácticas sexuales destinadas a mujeres; Gazella (131.400 euros), una app fitness con planes de entrenamiento que se ajustan automáticamente al ciclo menstrual, o Cocorintim (415.000 euros), una textil fabricante de ropa interior absorbente destinada al ciclo y las incontinencias menores.
Las mencionadas son solo algunos de los muchos proyectos que están creciendo en respuesta a una demanda real, y que en la próxima década dibujarán un mundo más igualitario y respetuoso para las mujeres.
“Gracias al auge de la Transformación Digital, la alineación entre salud de la mujer y Healthtech está aumentado día a día”, relata F&S. “Para las empresas resulta imperativo prestar atención a las necesidades no satisfechas de la industria para capitalizar este sweet spot estratégico”.
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