Se comenzó a hablar de ella en España en 2017, distinguiendo pasado de futuro, y con el paso de los meses y los años no ha dejado de incrementarse la curiosidad al respecto. El 5G es un tema de conversación recurrente entre la opinión pública y los partidos políticos, pero pocas veces se incide en detalles básicos sobre su funcionamiento y naturaleza. Ello ha provocado que se hayan esparcido casi más mentiras que verdades, y que incluso ciertas voces prescriptoras hayan logrado movilizar a mayores escépticos y conspiranoicos.
La incertidumbre en torno a los plazos está empujando a las instituciones a navegar sobre un discurso intencionadamente ambiguo, a fin de no prometer nada que no sea posible cumplir.
Y, por otro lado, esa misma falta de información ha hecho creer a ciertos sectores de la población que el silencio esconde una verdad oculta, atravesada por intereses financieros y pretensiones de poder geopolítico. Sin embargo, el 5G es una vanguardia puramente tecnológica, en la que las empresas tienen depositadas grandes esperanzas para la próxima década.
Las telecomunicaciones entienden su evolución a lo largo de los años como un proceso lineal en el que el descubrimiento de nuevas tecnologías permite aportar valor al funcionamiento de las infraestructuras.
El “G”, por tanto, no hace más referencia que a la generación y al nivel de desarrollo de la industria, en términos de velocidad y cantidad de datos transmitidos; no importa que sea entre particulares, entre empresas, entre instituciones, o en sentidos cruzados.
Se empezó a hablar de “generaciones” en los años 80, cuando apareció en Estados Unidos el primer teléfono celular analógico. En esta época el ancho de banda ocupado por el “1G” era nimio, y la tecnología funcionaba como una radio, dejando espacios cerrados de aforo por red.
No resultaba extraño que las llamadas sufrieran interferencias, y que la cobertura desapareciera por completo si el dispositivo se alejaba demasiado de una torre de telecomunicaciones.
En la década de los 90 la aparición de las “llamadas digitales”, una innovación que permitía comprimir la voz de forma mucho más eficiente, dejando espacio en el ancho de banda a otros inputs. Así, el 2G abría las puertas a los famosos y populares mensajes de texto o SMS, y a las imágenes de muy baja calidad. Gracias a la tecnología GPRS la velocidad de datos progresó desde los 54 kbit/s hasta los 114 kbit/s, flexibilizando todavía más los márgenes en los que operaban los protocolos WAP, SMS y MMS.
Comenzó a emplearse el cifrado de extremo a extremo, y se sustituyó el cifrador de flujo A5/1 de la anterior generación, por el cifrado de bloques KASUMI. Todo ello propició un salto proporcional en cuestiones de seguridad, y logró continuar incentivando el crecimiento imparable de transmisiones de datos.
La tecnología era 250 veces más rápida que en el pasado, y la demanda de velocidad de las descargas en Internet encontraba una respuesta eficiente, aunque a corto plazo. Y es que, a medida que fueron magnificándose las necesidades de las empresas, fueron apareciendo problemas de infraestructura.
El conocido como “cell breathing” explicaba la disminución de potencia en la emisión de datos a medida que se sobrepasa la capacidad de carga de tráfico en una celda. Esto provocaba que el alcance de la cobertura también declinase, y que surgieran incidencias de cobertura en multitud de regiones.
Con el lanzamiento de la primera red LTE (Long Term Evolution) por parte de TeliaSonera en 2009, se inició la instalación de la red 4G y se solventaron todos los problemas previos. Esta no era considerada por el comité IMT-Advanced como parte de la nueva generación, pero el desarrollo progresivo entre el 3G y el 4G invitó a empezar a publicitar las tecnologías más novedosas.
En 2010 aparecerían los primeros teléfonos 4G, coincidiendo con la irrupción de exitosas apps nacidas de las oportunidades de la crisis financiera mundial, como Whatsapp o Uber. Estos dispositivos, sin embargo, no eran capaces de soportar el nuevo rango de transmisión que iba entre los 12,5 Mbps en movilidad alta, y los 125 Mbps en movilidad baja.
La tecnología de las antenas y el número de operadores no se ajustarían a los nuevos requisitos de infraestructura hasta unos años más tarde, cuando la nueva generación comenzaría a mostrar todo su potencial en el campo del Wi-fi.
El futuro es incierto, pero la cantidad de datos que se moverán no. De acuerdo con un informe de IDC, para el año 2025 la cantidad anual de información transmitida ascenderá hasta los 175 zettabytes (1.924.145.348.608 × GB).
Para el inicio de la próxima década, esa cantidad podría ya haber aumentado en casi un 1000%. Los ingenieros no conocen las tendencias de consumo a corto y medio plazo, pero sí tienen la certeza de que la tecnología seguirá evolucionando a la velocidad exponencial que ya pronosticaba la Ley de Moore en 1965.
Según esta, el número de transistores en un microprocesador de duplica aproximadamente cada dos años, lo que deriva en más potencia y en abaratamientos.
La Ley de Rendimientos Acelerados —adaptación moderna de la primera ley— pronostica que para el año 2045 se harán realidad las peores profecías sustentadas por la singularidad tecnológica; el momento en el que la propia tecnología se desarrollará tan rápido que los robots y otras máquinas serán capaces de mejorarse a sí mismos, empezando una carrera para superar al ser humano.
Parece ciencia ficción, pero el 5G es solo un eslabón más hacia el futuro en el que habrá que reprobar a confirmar las proyecciones. Y precisamente, pensando en el progreso acelerado de la especie en las últimas décadas, un equipo de ingenieros surcoreanos logró en 2013 recibir 50 millones de euros por parte de las instituciones europeas, para investigar la que sería la nueva generación de las telecomunicaciones.
Los esfuerzos se multiplicaron en todos los rincones del planeta, hasta llegar a un presente en el que ya se están estableciendo los pilares definitivos de esta tecnología.
La progresiva complejidad tecnológica hace cada vez más difícil a los divulgadores e ingenieros explicar en qué consisten las innovaciones de la industria. Ahora bien, no es necesario ahondar en tecnicismos para dibujar una serie de descripciones certeras; la más evidente, que el 5G permitirá a los dispositivos móviles transmitir y recibir información a una velocidad de hasta 1,2 Gbps.
La navegación aumentará hasta los 10 Gbps, multiplicando en dos dígitos las velocidades que ofrecen actualmente la fibra óptica más puntera, y la latencia caería hasta el rango imperceptible de los 5 milisegundos.
Claro que, para alcanzar tales beneficios debe existir una infraestructura acorde. Y en eso llevan ya varios años trabajando los Gobiernos europeos. A la construcción de muchos más transmisores y receptores celulares cerca de las viviendas, y a solventar el principal reto que supone la nueva generación: el reparto de las frecuencias en un ancho de banda actualmente sin el espacio suficiente como para acoger el 5G.
En España, a través del Plan Nacional 5G se marcaron hace dos años tres campos de trabajo principales, que orbitan en torno a la construcción de un marco regulatorio, la liberación de una parte del espectro radioeléctrico, y la concesión de apoyos económicos a experimentos relacionados.
“Las nuevas redes e infraestructura de comunicaciones móviles proporcionarán los cimientos para un incremento sin precedentes en el número de dispositivos conectados, los volúmenes de transferencia de datos y las capacidades de gestión remota en tiempo real”, explican desde el Ministerio de Asuntos Económicos.
Para que se cumplan los pronósticos de las consultorías y los distintos proveedores, las empresas necesitarán de esta tecnología. La transformación digital misma, y la conquista total del Internet de las Cosas dependen enteramente de esto.
La banda de 3,6-3,8 GHZ fue licitada en julio de 2018, y la banda de 700 MHz, que anteriormente ocupaba la TDT, quedó liberada el pasado mes de marzo. De esta forma, las operadoras ya pueden utilizar las “autopistas del aire” para comenzar a trabajar en la frecuencia en la que opera la nueva tecnología, de acuerdo al Cuadro Nacional de Atribución de Frecuencias; la pieza básica del ordenamiento del espectro de España, bajo la que se dictamina qué ocupa cada banda de frecuencias, entre 8,3 kHz Y 3.000 GHz.
Eso sí, aunque la progresión del plan del Ejecutivo avanza a gran velocidad, al igual que ya sucedió con anteriores generaciones, la llegada del 5G no será inmediata ni abrupta.
El proceso es transitorio, y por el camino continuarán surgiendo verdades y mentiras en torno a él, que las empresas deberán aprender a discernir. De ello depende que el 5G revolucione el sector del IoT, el de los coches eléctricos y la conducción autónoma, de la robótica, del urbanismo 2.0 o de la domótica, entre muchos otros.
Informaciones sesgadas, personalidades con afán de protagonismo, intereses comerciales cuestionables. Detrás de la desinformación y las “fake news” que rodean al 5G está la necesidad de muchos de encontrar respuestas —aunque estas no sean correctas—, pero también de canalizar sentimientos en favor de intereses particulares.
Durante los últimos dos años se han propagado afirmaciones muy graves que atentan no solo contra los gobiernos de todo el mundo, sino también contra empresas y contra los profesionales e ingenieros que operan para todas ellas.
Basta con acudir a fuentes oficiales y científicas, para conformar un juicio propio sobre esta revolucionaria tecnología. En muchas ocasiones solo es necesario acudir al sentido común para evitar caer en las tradicionales cadenas conspiranoicas que, de un modo u otro, siempre terminan acusando a una fuerza ulterior de ordenamiento mundial.
Más consumo de datos y de batería: a más potencia, mayor posibilidad de que los usuarios terminen consumiendo mayor cantidad de datos con sus teléfonos. No, el 5G no lleva implícito un incremento en esta variable, pero su velocidad reducirá tiempos y hará proclive que las descargas se multipliquen. El efecto que sí será directo sobre el consumidor es el consumo de batería.
La web Cnet hizo un experimento en el que ponía prueba dos terminales distintos (Moto Z3 y Galaxy S10), y descubrió que la duración de la batería en ambos casos se redujo drásticamente; en 45 minutos acabó con el modelo de Motorola y con el 50% del terminal de Samsung.
Tanto desde el lado de los fabricantes, como desde el lado de los académicos, ya están investigando en soluciones que permitan extender la capacidad de las baterías en el futuro más cercano. En este sentido, el 5G tiene enfrente un duro rival a batir.
Más velocidad con peros: aunque al hablar de la nueva generación se hace hincapié en el aumento evidente de velocidad, los expertos anteponen la consistencia y la estabilidad que proporcionará, por encima de cifras sin contextualizar.
Se habla de velocidades que orbitarán entre 1 Gbps y máximos puntuales de 10 Gbps, aunque la lucha por un número de recursos finitos posiblemente deje el rango real entre los 400 y 600 Mbps, es decir, más que el que ofrecen las fibras actuales.
No obstante, al mismo tiempo se producirá un acortamiento en la cobertura bajo la cual se podrá disfrutar de todo el potencial del 5G. A mayor potencia, menor distancia, y eso quizás condicione la llegada de la tecnología en zonas donde el número de transmisores no sea suficiente.
Paralelamente, el interés sobre la nueva generación no solo se explica por la velocidad aparejada. “La baja latencia y la densificación, la posibilidad de hacer la red ultrafiable y con muchos más dispositivos conectados, diferencian al 5G del 4G”, explica José F. Monserrat, profesor de la Universitat Politècnica de València.
Comodidades para empresas y particulares: la clave del 5G no es tanto su velocidad de transmisión, como sí el número de estas que puede soportar al mismo tiempo. Esta generación es la primera que se orienta de cara al uso empresarial de las comunicaciones, y esto supondrá un punto de inflexión en la actividad económica.
Esto iría desde el sector de la salud, pasando por el manufacturero, el agroalimentario, el automovilístico o incluso el de seguridad. Y no solo eso. Los usuarios también se verán enormemente beneficiados a la hora de descargar archivos de Internet, en el momento de dar el paso hacia el teletrabajo permanente, y a la hora de conectarse con elementos del entorno.
Interferencias con los satélites meteorológicos: todavía existen diversas dudas en torno a los efectos reales que tendrá sobre las infraestructuras tecnológicas, pero parece seguro que el 5G podrían afectar a los objetos en órbita que ayudan a controlar y predecir los cambios en el clima.
Adaptar esta tecnología ya obligó a resintonizar los televisores, y quizás reduzca “la precisión de nuestras predicciones meteorológicas en un 30%”, apunta el experto Neil Jacobs.
Esto sucedería así porque la frecuencia de 24 GHz está muy próxima a la que los satélites emplean para medir la evolución de las masas de agua terrestres. O lo que es lo mismo, el reparto de recursos impedirá a los satélites controlar con tantas garantías la velocidad a la que se evapora el agua, y por lo tanto se forman borrascas.
“Los móviles serán más caros: “el precio del teléfono ni siquiera tiene en consideración el precio del servicio”, opinan desde Cnet. Aunque en un primer momento hacerse con un terminal 5G requiera hacer un desemboslo adicional en la tarifa telefónica, los analistas creen que con el paso del tiempo la situación se normalizará, en consonancia con lo sucedido en pasadas generaciones.
Así, en un primer momento las ofertas irían destinadas a un público muy concreto, y poco a poco se irá extendiendo a todo el mercado. La penetración de la tecnología permitirá abaratarla, porque los márgenes serán mayores y no será necesario reflejar el coste del servicio en el precio de las tarifas.
“El 5G es peligroso para la salud”: una de las polémicas más recurrentes con el 5G, y lo que llevó a decenas de personas a sabotear antenas de telecomunicaciones en Reino Unido. La nueva generación trabajará con radiación no ionizante de radiofrecuencia.
Es decir, la misma que emplean los electrodomésticos de los hogares, la radio, o los propios teléfonos móviles y el Wi-fi. Por lo tanto, el 5G solo será capaz de elevar ligeramente la temperatura de la superficie contra la que impacte.
Sí, habrá más del doble de antenas funcionando al mismo tiempo que con el 4G, pero lo harán a una menor potencia. De ahí la obligación de resintonizar los canales de la TDT; porque opera entre las frecuencias de 700 MHz y 3,5 GHz, en el mismo espectro, y con los mismos efectos con los que convivimos desde hace años.
"Barra libre para los hackers": la novedad siempre lleva aparejado incertidumbre y peligro. El 5G ofrecerá más herramientas a los ciberdelincuentes, y es posible que surjan nuevos tipos de amenazas para las empresas y las instituciones. Pero al tiempo que se perfeccionan los delitos, también lo harán los sistemas de ciberseguridad.
"Los retos de seguridad a los que se enfrentan los proveedores de servicios van a comenzar a dispararse con el desarrollo de las redes 5G”, explican desde Cisco. “Un despliegue de ciberamenazas nunca antes visto y que, a medida que evoluciona la arquitectura para poder acomodar las redes 5G, abre más puertas a los hackers".
Eso es lo que ha llevado a la Unión Europea a empezar a preparar una serie de medidas de contención, y lo que ya ha alertado a las compañías que estarán más expuestas a los primeros pasos del 5G. Por lo cual, los atacantes no tendrán libertad plena para sus acciones; la lógica en el sector de la ciberseguridad seguirá siendo la misma.
“Ya está aquí y habrá que cambiar el teléfono móvil”: La llegada del 4G data del año 2010, y sin embargo no fue hasta cuatro o cinco años después cuando tanto las empresas como los usuarios comenzaron a percibir los beneficios reales de la red LTE.
La utilización del 5G seguirá el mismo camino, pues antes de su estandarización hay que controlar muchos factores. Queda un largo camino por recorrer, y resulta peregrino cuestionarse la muerte inmediata de los terminales actuales.
Los fabricantes todavía ni siquiera han comenzado a reestructurar sus cadenas de producción, y es muy posible que la penetración de la nueva tecnología se produzca muy gradualmente. Así es que, la nueva generación convivirá con la antigua durante bastante tiempo.
El 5G marcará un antes y un después en la forma en la que se comunican las empresas, los particulares y las instituciones. Supondrá una revolución lenta de la que somos conscientes en Yoigo Negocios.
Por eso, y a fin de acercar a las empresas hacia ese futuro tan cercano, ofrecemos todas las herramientas necesarias para liderar el crecimiento imparable de los datos. Si tú también quieres unirte a este viaje llama al 900 676 535 o visita nuestra web para informarte.