Tetra-brik: El gran éxito comercial de la geometría


A pesar de los avances desarrollados en el campo de la alimentación, la comida sigue siendo un bien escaso, distribuido de manera desigual. Esta situación exige que los productos deban ser transportados del lugar de origen al de destino, donde son almacenados antes ser colocados en el lineal del supermercado.

En ese proceso, el packaging juega un papel clave, desde el momento en que afecta a la conservación del producto, al coste final de los alimentos e incluso a la huella de carbono que generan.

La aparición del Tetra-brik a mediados del siglo pasado solucionó buena parte de estos problemas, gracias a su innovador diseño en forma de paralelepípedo, que optimizaba el espacio en todos los puntos del proceso de distribución, y a una composición que permitía mantener inalterables las cualidades de los alimentos.

Del supermercado al museo y viceversa

En 1962, Andy Warhol presentó Campbell's Soup Cans, una obra compuesta por treinta y dos lienzos de pequeño formato, 50,8 cm de alto por 40,6 de ancho, cada uno de los cuales representaba una de las variedades de las sopas Campbell’s. El conjunto, presentado en la Galería Ferus de Los Ángeles, estaba dispuesto de tal manera que la pared de la sala recordaba a las estanterías de un supermercado.

Con esa obra, Warhol convertía la representación de un producto de consumo masivo, cuyo fin último suele ser el cubo de la basura, en una obra de arte que merecía entrar en un museo. Al mismo tiempo, aportaba una mirada original y novedosa sobre lugares en principio tan anodinos y antiestéticos como un comercio de alimentación.

Años después, el prestigioso Museum Of Modern Art de Nueva York (MoMA) incluyó en su colección piezas que no eran ya representaciones de objetos cotidianos, sino esos mismos objetos que, por su diseño o su trascendencia social, merecían ser incluidos en un centro de arte.

Entre otras piezas hoy es posible admirar en dicha institución los bolígrafos Bic, las camisetas blancas de algodón, los cucuruchos de helado, los M&M’s, las bolsas de té, el frisbee y, desde 2004, también el Tetra-brik.

Aunque pueda parecer anecdótico, la incorporación de este método de envasado en la colección de diseño del MoMA no solo ratificaba la propuesta artística de Warhol, sino que suponía todo un logro para los creadores del recipiente, desde el momento en que otros inventos semejantes, como la lata de conservas o la lata de refrescos, no han conseguido semejante honor.

Inventadas en 1810 y 1935, respectivamente, las latas también revolucionaron la forma de conservar los alimentos, transportarlos y consumirlos, pero, a día de hoy, las únicas latas en la colección del MoMA son las del artista italiano Piero Manzoni.

Desde Suecia para el mundo

Pocos años después del lanzamiento de las latas de conservas y algunos años antes de la aparición de las de refrescos, nació en Råå, una pequeña aldea de pescadores al sur de Suecia, Ruben Rausing. Gracias a la ayuda de un familiar, el joven pudo matricularse en la escuela de Economía y Administración de Empresas de Estocolmo.

Tras licenciarse, comenzó a trabajar en una imprenta hasta que, gracias a una beca, pudo viajar a Estados Unidos para ampliar sus estudios en la Universidad de Columbia de Nueva York.

La experiencia americana, acontecida antes de la debacle económica del crac del 29, permitió que Rausing entrara en contacto con un sistema capitalista muy desarrollado, que ya había puesto en marcha formas de consumo por entonces desconocidas en Europa. Por ejemplo, la proliferación de los supermercados, la popularización del autoservicio y la mecanización de los procesos de producción.

Finalizada la beca, Rausing regresó a Suecia en 1920. Después de lo visto en Estados Unidos, el joven tenía en mente montar su propia empresa en la que poner en práctica muchas de esas innovaciones. No obstante, antes de lograrlo, todavía tendría que trabajar casi una década más en la imprenta.

No sería hasta 1929, cuando fundó, junto a otros socios, una empresa de envasado que se especializó en la fabricación de cartón para alimentos secos. Sin embargo, en una época en la que no existían los recipientes PET (Polyethylene Terephthalate), el verdadero reto estaba en conseguir que esos envases de cartón pudieran contener también líquidos.

Si Rausing era capaz de diseñar ese nuevo producto, por fin habría una alternativa eficaz al al vidrio, material pesado, frágil e incómodo de transportar, en el que se comercializaban de manera casi exclusiva la leche, los zumos, el vino, las salsas, los caldos y otras bebidas no carbonatadas.

De este modo y tras años de investigación, en marzo de 1944 Rausing patentó un primer prototipo de tetraedro de cartón forrado de plástico, que permitía el envasado de líquidos, al menos en teoría. A pesar de esas buenas perspectivas, serían todavía necesarios varios años más para que el Tetra Pack Classic, como fue denominado, pudiera realmente ser comercializado.

Entre los problemas que hubo que resolver estaban los relativos a la maquinaria de envasado. Concebida como una rotativa de prensa o una máquina de embutidos, la envasadora combinaba al mismo tiempo el producto y el envase, lo que exigía una gran precisión. Una vez solucionado este tema, aún quedaba otro pendiente: cómo conseguir sellar herméticamente el envase de cartón.

El proceso de rediseño y mejora del producto siguió adelante y, en 1952, la primera máquina de Tetra Classic comenzó a funcionar en una fábrica de leche de Estocolmo. Si bien el nuevo envase tenía grandes beneficios, como ser más resistente que el vidrio, pesar menos, o mantener las cualidades de los alimentos sin necesidad de que sean refrigerados, todavía tenía ciertas fallas que debían ser pulidas.

El tamaño de la maquinaria, por ejemplo, solo permitía envasar cien mililitros de producto. Además, al ser un recipiente con forma de tetraedro, es decir, piramidal, no permitía que fuera apilado y, en consecuencia, no aprovechaba de manera óptima todo el espacio de almacenaje.

De hecho, mientras que en los siguientes años se fueron mejorando ciertos detalles del Tetra Classic, como su capacidad –que pasó de cien mililitros a doscientos y, más tarde, a medio litro–, el problema del almacenaje permaneció por las características propias de esa figura geométrica.

El reto de cuidar el planeta

Durante el proceso de mejora de Tetra Pack Classic, los diseñadores se dieron cuenta que resultaba más eficaz crear un nuevo envase que intentar mejorar las fallas del anterior.

De ese modo, en 1959 comenzaron los ensayos para producir un nuevo modelo que conviviría con el original y que fue bautizado como Tetra-brik, porque ya no era un tetraedro, sino un paralelepípedo, o un ladrillo, lo que facilitaba las labores de transporte y almacenaje.

Mientras que las botellas de vidrio no se pueden apilar y dejan espacios entre ellas, las dimensiones y cualidades del Tetra.brick permiten que, en un palé estándar, puedan transportarse hasta 840 unidades.

Además, el hecho de tener un peso mucho menor que el vidrio –alrededor de 25 gramos frente a los 300 del cristal–, hace que el Tetra-brik abarate el transporte y, a la larga, ayude a disminuir la huella de carbono de los productos.

Comercializado finalmente en 1963, el éxito de Tetra-brick hizo que Rausing iniciase una expansión internacional que llevó sus máquinas envasadoras no solo a diferentes países europeos, sino también a México, Estados Unidos, Libia, Japón e incluso la Unión Soviética, en una época en la que no era sencillo para las empresas occidentales hacer negocios con los países socialistas.

Ese crecimiento ha continuado hasta la actualidad y si en 1965 la producción de Tetra-briks alcanzaba los cuatro millones de unidades, en 2019 la cantidad había ascendido hasta los ciento noventa mil millones. Un éxito al que también contribuyó que, junto a los productos habitualmente comercializados en Tetra-briks, como zumos, caldos o salsas, se incorporasen otros nuevos como aceitunas, garbanzos e incluso agua mineral.

Esta última novedad, sin embargo, no ha sido bien recibida por parte de los grupos en defensa del medio ambiente, que consideran que es más útil embotellar agua en recipientes reutilizables. A pesar de los innegables beneficios del Tetra-brick, las millonarias ventas de estos envases han generado también toneladas de residuos, que requieren un especial tratamiento para su gestión y reciclado.

Si bien el material principal del envase es el cartón, su composición incluye entre cuatro y seis capas superpuestas de otros materiales, entre los que se encuentran el polietileno y el aluminio.

Un sistema de reciclaje eficiente, aquel en el que estén implicados desde los usuarios a los ayuntamientos, permitiría que de cada mil toneladas de Tetra-briks se recuperasen setecientas cincuenta toneladas de papel, lo que representa aproximadamente entre el 75 y el 80% del peso de un envase.

El problema está ese 25% que no puede ser reciclado pues, a diferencia del vidrio, que tras ese proceso puede dar lugar a nuevo vidrio, el reciclado de Tetra-brick no genera nuevos envases semejantes, sino sencillamente residuos plásticos.

En todo caso, los procesos actuales solo consiguen reciclar un 69% de los envases, aunque esas cifras descienden hasta el 45% en algunos países comoEspaña donde esos sistemas de reciclado no son tan eficaces.

Para intentar paliar esta situación, en los últimos años se han creado nuevos materiales partiendo de esos residuos. Por ejemplo, el tactán, que no es más que restos de Tetra-brik compactados, que forman una suerte de ladrillos o tableros que pueden ser usados como sustitutos de la madera.

Con ello se pueden construir cubiertas para viviendas o muebles que, no solo reducen el consumo de madera procedente de bosques naturales, sino que tienen la particularidad de que no se astillan, no se agrietan y no pueden ser colonizados por hongos o insectos. A pesar de ello, los detractores del tactán consideran que es un material poco resistente y nada duradero.

Si bien toda esta parte del proceso de reciclado no está en manos de Tetra Pack, compañía productora de Tetra-brik, sino que recae en terceras empresas, en los últimos años Tetra Pack ha puesto en marcha una serie de protocolos y compromisos destinados a reducir su huella ecológica e intentar paliar los problemas derivados de su invento.

Entre ellos están los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, entre los que se encuentran fomentar un consumo responsable y sostenible, así como luchar contra el cambio climático, acabar con la pobreza, erradicar el hambre y utilizar energías renovables y no contaminantes.

Además de ese compromiso con el medio ambiente, Tetra-brik ha sido utilizado para otras causas sociales gracias a su popularidad y su alta penetración en los hogares. Por ejemplo, en campañas destinadas a encontrar a niños desaparecidos que consistían en publicar las fotos y descripción física de los menores en uno de los laterales del envase.

La primera de esas fotografías se publicó en 1984 y las últimas alrededor del año 2000. Coincidiendo con la aparición de los teléfonos móviles, internet y otros métodos de seguimiento, se puso fin a esos programas que, si bien consiguieron recuperar algunos niños, no estuvieron exentos de críticas por parte de la población.

Para el cómico afroamericano Eddie Griffin, las fotos que se incluían en los envases de Tetra-brik acostumbraban a ser de menores blancos, lo que no se correspondía con el porcentaje real de niños desaparecidos, que solían ser, en su mayoría, negros.

Por su parte, el conocido doctor Benjamin Spock consideraba que esas iniciativas generaban ansiedad en los menores desde el momento en que, cada día a la hora del desayuno, se les transmitía la idea de que ellos también podían ser víctimas de esos secuestros o desapariciones.

Por último, los más críticos con ese sistema de colaboración entre entidades públicas y privadas apuntaban que el verdadero interés de los productores por incluir las fotografías en los envases de leche eran las exenciones fiscales que recibían por colaborar en una campaña con fines sociales.

Una situación que devuelve el invento de Rausing a aquellos principios que lo inspiraron allá por los años veinte del siglo pasado: el capitalismo estadounidense en su máxima expresión.