Hasselblad: La máquina de fotos que viajó a la luna


En 2021, la compañía sueca Hasselblad cumple 180 años. Su mítica cámara modular, utilizada por profesionales de la talla de Ansel Adams, Lee Friedlander, Richard Avedon, Helmut Newton o Alberto García-Alix, ha demostrado ser una de una de las mejores de la historia de la fotografía y de las pocas que ha sabido adaptarse a la tecnología digital.

La era de la imagen

A principios del siglo XX, la compañía Leica lanzó la primera cámara compacta con película de 35mm. Lo que hoy puede parecer una anécdota, en su momento revolucionó el mundo de la fotografía. Por primera vez, ya no era necesario cargar con aparatosos equipos.

Apenas pesaba 400 gramos, tenía objetivos intercambiables y permitía disparar hasta treinta y seis fotografías seguidas. Estas innovaciones, sumadas a la calidad de sus ópticas y la fiabilidad de su mecanismo, convirtieron a la Leica en una herramienta de trabajo óptima para fotorreporteros como Robert Capa.

Gracias a ella, se pudieron documentar conflictos como la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea, o la de Indochina como nunca antes se había hecho, y surtir de imágenes a otra de las industrias más importantes de la época: el sector editorial.

Durante el siglo XX la trascendencia de la imagen en la sociedad fue tan grande, que las cámaras de fotos abandonaron el ámbito profesional y se incorporaron a la vida cotidiana y la cultura popular. En "Mogambo", película de John Ford de 1953, por ejemplo, el personaje del rico esposo de Grace Kelly, interpretado por Donald Sinden, utilizaba una flamante Leica para inmortalizar a los animales del safari.

Por su parte, la Rolleiflex, cámara de formato medio con objetivos fijos lanzada en 1929, aparecía en películas como "La Dolce Vita" y era citada en canciones como "Desafinado", uno de los clásicos de la bossa nova firmado por Antonio Carlos Jobim y Newton Medonça.

No obstante, por muy populares que fueran esas películas o canciones, lo conseguido por Leica y Rolleiflex no puede compararse con lo logrado por Hasselblad.

Objetivo: la luna

El 21 de julio de 1969, Neil Armstrong y Edwin F. Aldrin, miembros de la tripulación del Apolo 11, pisaron la superficie lunar por primera vez en la historia. Además de sus trajes espaciales y la bandera de Estados Unidos, los astronautas portaban consigo un modelo especial de Hasselblad con el que tomaron decenas de imágenes de la luna.

"La NASA nos dijo: 'Nosotros os llevaremos hasta allí. Vosotros haced el resto'”. "El resto es historia", fue el lema de uno de los anuncios que la compañía publicó en prensa una vez que la expedición del Apolo 11 regresó a la Tierra.

Otro de sus anuncios llevaba un titular que, a la par de ingenioso, explicaba una de las razones por las que la NASA había elegido a Hasselblad para una misión de esas características.

"Esta es la cámara que fue a la Luna… Esta es la parte que regresó", explicaba el titular, que hacía referencia al diseño modular de la Hasselblad y al hecho de que los astronautas solo trajeran de regreso a la Tierra la pieza en la que se guardaba la película, mucho más ligera y manejable que cargar con la máquina completa.

En las diferentes misiones que llegaron a la superficie lunar entre 1969 y 1972, se utilizaron catorce cámaras Hasselblad, de las cuales solo dos regresaron a nuestro planeta. El resto quedó abandonado en el satélite, lo que las ha convertido en un objeto inalcanzable, deseado por aficionados a la fotografía, la astronomía, la carrera espacial o las historias de extraterrestres.

En 2014, una de esas dos que volvieron, la utilizada por James Irwin durante la misión del Apollo 15, salió subasta en la web especializada en coleccionismo fotográfico westlicht-auction.com.

A pesar de que la NASA estuvo a punto de impugnar la subasta, argumentando que vulneraba las restricciones de comercialización a las que está sujeto el material empleado en este tipo de expediciones, la Hasselblad se remató en un precio que rondaba los 200.000 euros.

En la actualidad, lo más parecido a ese mítico modelo espacial que se puede comprar en la Tierra es una réplica realizada en 2019 por Cole Rise, fotógrafo que también vende reproducciones de la Hasselblad 500C, cámara que el astronauta Wally Schirra llevó consigo en su viaje espacial de 1962 y con la que sacó fotos del interior de la nave y de sus compañeros de misión.

En todo caso, nada comparado con el modelo de 1969, ya que la expedición de Schirra no pisó la superficie lunar, sino que se limitó a orbitar alrededor del planeta.

Hasselblad en la II Guerra Mundial

En 1885, mientras celebraba su viaje de novios, Arvid Viktor Hasselblad coincidió en Londres con George Eastman, fundador de la que años después sería la compañía Kodak.

Los dos hombres de negocios decidieron colaborar juntos y a partir de entonces, Hasselblad, cuya actividad empresarial consistía en vender máquinas de coser, artículos de viaje o menaje del hogar, sumó a su catálogo los productos fotográficos del estadounidense.

El éxito del acuerdo hizo que, en 1908, Hasselblad crease una división especializada en productos fotográficos y, unos años más tarde, y gracias al buen entendimiento entre ambos empresarios, el nieto del fundador de la compañía, Víctor Hasselblad, fuera enviado a Estados Unidos a aprender en el cuartel general de Kodak en Rochester (Nueva York), los entresijos del negocio de las cámaras de fotos.

Con lo aprendido, Víctor comenzó a trabajar como fotógrafo profesional, siendo uno de los pioneros de la disciplina en Suecia. Sin embargo, fue durante la Segunda Guerra Mundial y obligado por las circunstancias, cuando tuvo que poner también a prueba sus conocimientos como fabricante.

En 1940, las autoridades suecas capturaron un avión alemán que estaba equipado con una sofisticada cámara, capaz de tomar fotografías desde el aire. Debido a la ventaja estratégica que suponía poseer de un dispositivo de esas características, el gobierno sueco encargó a Hasselblad la fabricación de una cámara semejante.

De este modo, en 1941 estuvo listo el primer modelo, al que siguieron otros más, hasta sumar casi 350 unidades fabricadas para el ejército hasta 1945. Durante el conflicto, Victor Hasselblad había expresado a sus colaboradores su deseo de diseñar cámaras fotográficas para uso civil.

Por eso, ya en tiempo de paz, la compañía aplicó lo aprendido durante la guerra para fabricar modelos convencionales, para lo cual también tuvo en cuenta las mejoras que habían desarrollado en los años previos dos de las marcas líderes del sector en Europa: Leica y Rolleiflex.

De la primera los ingenieros de Hasselblad tomaron prestada la idea de los objetivos intercambiables que permitían que un mismo cuerpo ganase en versatilidad y prestaciones; de la segunda, aprovecharon el negativo de 6x6 cm, dando lugar así a una cámara original que, en esa época, no tenía equivalente en el mercado.

Exacta como un reloj, dura como una piedra

El 6 de octubre de 1948, Victor Hasselblad presentó en Nueva York la 1600F, cámara de fotos cuyo principal atractivo era que estaba compuesta por diferentes módulos, entre los que se encontraban el cuerpo, el respaldo que contenía el carrete de película, el objetivo y otros accesorios como disparador o parasoles.

Ensamblada por expertos relojeros debido a la complejidad de su mecanismo interno, los primeros modelos de Hasselblad tuvieron algunos problemas de funcionamiento, que hubo que ir solucionando en los años posteriores.

Así, en 1952, la marca lanzó un nuevo modelo, el 1000F, y para comunicar a los usuarios las mejoras, Hasselblad aceptó que su cámara pasase un banco de pruebas de la revista Modern Photography.

Además de disparar varios centenares de carretes, los expertos de la publicación sometieron a la cámara un trato muy poco delicado, que incluyó golpearla contra objetos y dejarla caer al suelo en varias ocasiones. En contra de lo que pretendían, la máquina no sufrió daño alguno, lo que hizo que Hasselblad se convirtiera en un modelo deseado tanto por profesionales como aficionados.

En 1957, se presentó la 500C, modelo que incluía un nuevo obturador y objetivos Carl Zeiss y que, con más o menos variaciones, es el modelo que se ha mantenido hasta la actualidad, lo que no significa que la compañía no haya seguido lanzando nuevas cámaras desde entonces.

En 1998, por ejemplo, lanzó la XPan, cámara fabricada en colaboración con la empresa japonesa Fuji, que utilizaba película de 35 mm y permitía sacar fotografías panorámicas de 65 mm sin necesidad de cambiar el carrete.

A diferencia de sus modelos clásicos, la XPan, de la que posteriormente saldría el modelo XPan II, no tuvo un éxito significativo ya que, sin negar la espectacularidad de una imagen panorámica de esas características, su uso tanto en el campo doméstico como en el profesional era testimonial.

Por si eso no fuera suficiente, la llegada de la fotografía digital hizo que sus ya de por sí discretas ventas bajasen aún más y que se dejase de fabricar. No obstante, esa escasez de unidades ha hecho que, en la actualidad, algunas de estas cámaras panorámicas se vendan en el mercado de segunda mano por precios cercanos a los 4.000 euros.

El cambio de paradigma

En 1975, Kodak desarrolló la primera cámara de fotos digital. No obstante, el hecho de que la empresa estadounidense tuviera intereses en la fabricación y venta de película fotográfica hizo que el invento se guardase en un cajón, para evitar que esa nueva tecnología pusiera en riesgo el negocio.

En la década de 1990 y tras ver que otras compañías comenzaban a interesarse por ese sector, Kodak decidió retomar el proyecto digital, asociándose para ello con gigantes tecnológicos como Apple, para la que la empresa de Rochester llegaría a fabricar los modelos Quick Take.

Sin embargo, la velocidad con la que avanzó la tecnología digital en los siguientes años, sumada a los conflictos entre la división tecnológica y la película fotográfica en el seno de la compañía, provocó que Kodak se quedase descolgada y perdiera su posición preferente en el mercado en favor de marcas como Sony, Canon o Nikon.

De ese modo, Kodak, la empresa de George Eastman que había compartido su know-how en el mundo de las máquinas de fotos con Victor Hasselblad, acabó declarando su quiebra en 2010.

A pesar de ello y como había sucedido a principios del siglo XX, los responsables de Hasselblad decidieron fijarse en Kodak y sacar alguna enseñanza que pudiera serles útil para evitar una deriva semejante a la de la empresa estadounidense.

Aunque algunos directivos de Hasselblad seguían siendo reacios a abandonar la fotografía analógica, era un hecho que, en pleno siglo XXI, el futuro pasaba por la fotografía digital. Por ello, la compañía sueca resolvió volcarse en el diseño y desarrollo de una versión digital de sus modelos clásicos de medio formato.

Así, en 2016 la marca lanzó la X1D-50c, un modelo digital con un aspecto que recuerda al las 1000F y 500C, pero con un diseño más ergonómico y ligero, que ha sido reconocido con prestigiosos premios como el DXOMark al mejor sensor digital o el Red Dot 2017 al mejor diseño.

Sin embargo, antes del lanzamiento de esta nueva cámara 100% digital, Hasselblad decidió aprovechar su diseño a base de módulos para facilitar a sus clientes la conversión tecnológica. Para ello fabricó un respaldo digital, que podía ser acoplado a las máquinas clásicas, con solo sustituir la pieza destinada tradicionalmente al carrete de película.

De esta forma, y a diferencia de lo que sucedía con las demás marcas, entre ellas Leica y Rolleiflex, los usuarios de Hasselblad que poseían cámaras analógicas de la compañía no tuvieron que desprenderse de sus equipos ni hacer grandes desembolsos de dinero para comenzar a utilizar la nueva tecnología.

Después de esa exitosa transición al medio digital, en la actualidad Hasselblad está desarrollando otras vías de negocio que, sin alejarse de su core business, la fotografía, se adentran en otras áreas como, por ejemplo, los drones.

El Mavic 2 PRO de DJI ha sido el primer aparato de estas características equipado con una Hasselblad. Algo que no deja de devolver a la marca a sus orígenes y a esas primeras cámaras pensadas para ser transportadas en los aviones militares suecos.