Hace unos pocos años no lo hubiéramos creído: empresas que no son bancos y que ofrecen tarjetas de débito como si lo fueran. Y no hablamos de los grandes hipermercados y gasolineras con sus tarjetas asociadas a entidades bancarias que ofrecen descuentos con cada compra. Hablamos de los neobancos, compañías fintech que irrumpieron hace poco y cuya fórmula de ofrecer algunos servicios bancarios empieza a cobrar fuerza. ¿Por qué hay tantas compañías ofreciendo este producto?
Los neobancos tienen mucho de neo y un poco de bancos, pero resulta un término muy adecuado para hacerse una idea rápidamente de lo que son: empresas puramente tecnológicas que ofrecen algunos servicios bancarios muy sencillos de forma simple y rápida. ¿Qué servicios? La mayoría se limitan a una cuenta online, una tarjeta de débito y una app a través de la que se hacen todas las operaciones, y que es el verdadero caballo de batalla de este tipo de compañías.
Hay dos claves que explican por qué hoy podemos encontrar tarjetas de débito sin que haya un banco detrás. La primera es que hoy las leyes lo permiten (de hecho, lo permiten desde hace tiempo, como veremos en un momento); la segunda clave es que hoy existe demanda para ello.
Hablemos de leyes. La primera piedra la puso la Unión Europea en el año 2000, al introducir la posibilidad de que entidades digitales ofrecieran servicios de prepago a sus clientes. En España transpusimos la norma en 2002 y a lo largo de toda esa década hemos ido amoldándonos a lo que desde Europa se iba regulando en torno al dinero electrónico. Primero el prepago, luego las tarjetas de débito, después las cuentas corrientes y finalmente, los préstamos.
Eso sí, estas leyes no son una carta blanca para los neobancos. Para guardar el dinero de los clientes, así como para ofrecer transferencias y tarjetas, los neobancos deben cumplir uno de los tres requisitos siguientes: ser un banco, estar asociado con un banco o bien contar con una licencia como entidad de dinero electrónico (EDE), que está supervisada por el Banco de España. Los neobancos que tienen licencia de EDE se denominan challenger banks, que podríamos traducir como bancos desafiantes, donde el guante se arroja a los bancos tradicionales, competidores en teoría.
Pero hay una zona gris que no cubre ninguna de las tres opciones comentadas, y son los neobancos que prestan dinero en forma de tarjetas de prepago. En realidad, esto no tiene mucho de servicio bancario, sino más bien de la clásica compraventa, sólo que en este caso lo que se compra es una tarjeta que vale el mismo dinero que se ha pagado por ella. Como una tarjeta regalo. ¿Y cuál es la utilidad de esto?, puedes pensar.
En un mundo bancarizado una tarjeta así no tiene mucha utilidad, pero en países como India o México, donde una parte importante de la población no tiene acceso al banco, y por tanto no tiene ni tarjetas ni cuentas corrientes, tener una tarjeta prepago con la que comprar en Internet puede marcar la diferencia, como bien sabe Amazon.
Decíamos más arriba que teníamos dos claves: la parte legal que permitía emitir tarjetas de débito a instituciones que no son bancos y la parte de la demanda que las quería. Al contrario que hace unos años, hoy sí existe un público objetivo numeroso que quiere que sus servicios bancarios no se los ofrezca el banco tradicional.
Porque los tiempos cambian: si antes una de las máximas de los bancos era desplegar el mayor número posible de oficinas porque los asuntos de dinero era mejor tratarlos en persona, opinaban sus clientes, hoy los bancos cierran oficinas por decenas. En parte como medida para recortar gastos, pero también para adaptarse a unas demandas cambiantes de sus clientes, que prefieren que sus trámites bancarios, que muchas veces se reducen a tener una tarjeta y una cuenta, se puedan hacer sin salir de la pantalla del ordenador o del móvil.
Y en este contexto de no pisar nunca la oficina del banco es donde surgen los neobancos con sus servicios simples y sencillos y, especialmente, con esas apps intuitivas que te permiten, de un vistazo, saber cómo se encuentran tus finanzas.
Que la ley permite la circulación de dinero electrónico y que haya una masa importante de clientes potencialmente interesados en los servicios de los neobancos son sólo dos de las tres patas que han potenciado su expansión. La tercera pata corresponde a las características intrínsecas de este tipo de compañías.
Para empezar, los neobancos apenas tienen costes estructurales. Ni literalmente (no tienen oficinas de atención al público) ni desde el punto de vista del equipo humano, pues este tipo de compañías no suele contar con un gran número de empleados. Tampoco es que requieran un departamento de personal importante. La mayor parte de las comunicaciones entre neobanco y cliente, si es que hay alguna, se produce telemáticamente, y normalmente sin requerir la atención humana. Esto incluye la apertura de productos financieros, que es 100% online.
Además de las reclamaciones, la otra razón para requerir una comunicación personal con un neobanco es que no se entienda el funcionamiento de la app. Pero incluso aquí es raro que se produzca una comunicación, pues el software está especialmente diseñado para que su uso sea sencillo e intuitivo. Si no hay dudas en el manejo, no es necesario contratar a personas para resolver dudas, basta con entrenar chatbots o, más sencillo, tener un FAQ bien pensado.
La tecnología es la base de este tipo de empresas. No sólo permite ahorrar en oficinas y personal, sino que otorga una aportación importante al core del negocio. Las apps de los neobancos funcionan como cajas registradoras de la actividad de los clientes, de forma que las compañías saben exactamente qué es lo que más utilizan sus usuarios y lo que menos. Y no sólo hablamos de los productos que más contratan, sino de qué pestañas de las apps visitan más, en cuáles pasan más tiempos y qué funciones son las más buscadas.
Esta información es oro para adaptar la oferta a las necesidades reales de sus clientes. No en vano, el nacimiento de estas empresas se debe a ese mismo poder de personalización: estudiaron bien a sus clientes potenciales y empezaron a ofrecerles lo que más deseaban: operaciones sencillas sin toda la complicación que puede tener un banco.
La oferta de servicios suele limitarse a la triada ya conocida de tarjeta de débito, cuenta corriente y app de gestión financiera. Sin embargo, aquellos neobancos que cuentan con una licencia EDE o están asociados a un banco, amplían estos servicios básicos con algunos más. Por ejemplo, las cuentas multidivisa que permiten hacer transferencias internacionales que en ocasiones son más baratas que si se hicieran a través de una entidad bancaria. Este producto tiene muy buena acogida entre aquellas personas que no paran de viajar, pues suele incluir un servicio adicional que permite sacar dinero en cajeros de todo el mundo (o, al menos, de Europa, el territorio por excelencia de los neobancos, con permiso de EE. UU.).
Otro servicio avanzado tiene que ver con las criptomonedas. Algunos neobancos ofrecen una combinación de cuenta y marketplace para criptomonedas, de forma que se pueden guardar y también transferirlas, lo que puede ser enormemente útil para pymes que trabajen con smart contracts.
Este complemento resulta bastante lógico si tenemos en cuenta que la mayoría de los neobancos, muchas de las fintech en general y otros tantos creadores y usuarios de criptomonedas, por no hablar de otros tantos fundadores de empresas tecnológicas, pertenecen al mismo contexto sociotecnoeconómico. Es más, muchas de estas empresas están impulsadas y participadas por los mismos gurús y compañías de venture capital. (No en vano, hay tarjetas de débito cuyas ventajas son descuentos en Airbnb y Uber, entre otras empresas parecidas).
Hay varias razones por las que alguien podría interesarse en tener una tarjeta de débito de un neobanco. La más evidente es el coste: casi todas las tarjetas de débito que ofrecen los neobancos son gratuitas. Lo que una entidad de este tipo se ahorra en el equipo humano y las infraestructuras físicas repercute en comisiones inexistentes o más bajas que las de los bancos de toda la vida.
Pero el menor coste no es la única razón. Una no menos importante es la operatividad que ofrecen los neobancos. Recordemos que estas compañías están pensadas para profesionales de entre 20 y 40 años que están habituados al uso de la tecnología y que confían en ella para sus transacciones financieras.
Con esta ecuación en la cabeza, nadie esperaría que para tener que abrir una cuenta haya que personarse en una oficina y aguantar una cola, que si se quiere cerrar una cuenta haya que rellenar papeles (¡papeles!) o que se tenga que esperar a que una oficina abra sus puertas el lunes para realizar una transferencia. La perspectiva es otra: son servicios bancarios adaptados al aquí y ahora, y operativos desde cualquier punto del mundo (mientras haya conexión a Internet, claro).
Por el párrafo anterior, cualquiera podría pensar que hablamos de servicios dirigidos a expertos financieros. Nada más lejos, y ahí está precisamente uno de los grandes pilares del éxito de estas compañías. Las apps sirven como plataforma de interacción con el neobanco pero también para la gestión y administración de los productos financieros domésticos.
Están diseñadas para que sean sencillas de utilizar, y esta idea de sencillez también se extiende a sus funciones, que permiten clasificar gastos e ingresos para ver, de un vistazo, de dónde viene el dinero y, sobre todo, a dónde se va. Una función de clarificación de la economía doméstica que hace años era impensable y cuya utilidad ha quedado tan demostrada que hoy no hay ningún banco tradicional que no la ofrezca en sus propias apps.
No. En principio, la oferta de los neobancos tiene muchos puntos positivos, pero también hay alguno negativo. El principal y más evidente está relacionado con la seguridad del dinero que se deposita en estas empresas. ¿Ofrecen los neobancos las mismas garantías de seguridad que los bancos? La respuesta es relativa. Lo habitual es que los neobancos que ofrecen servicios bancarios tengan o bien una licencia EDE o bien estén asociados a un banco. En ambos casos, más en el segundo, existen garantías de que, si hubiera problemas, ningún cliente de estas entidades va a perder sus depósitos. En este sentido, son tan seguros como los bancos de toda la vida.
Otro punto gris tiene que ver con la atención al público. Los neobancos son empresas tecnológicas, punteras podríamos decir, y si algo tienen en común este tipo de compañías es que si tienen que elegir entre un chatbot o un equipo humano de atención al cliente, seguro que van a preferir un chatbot. Y es posible que esta opción sea suficiente para buena parte de los clientes de esta clase de entidades, pero puede resultar enormemente frustrante para quien busque una atención personalizada para resolver su problema. Porque probablemente no la encuentre y tenga que conformarse con escribir sus preguntas a una pantalla.
Seguridad y atención al cliente son los dos grandes problemas que tienen los neobancos. Y también son dos acicates de la banca tradicional para ganar y retener a sus clientes. Porque no podemos terminar el artículo sin preguntarnos la gran duda que se hacen los banqueros de todo el mundo: ¿son los neobancos un motivo de preocupación para la banca? La respuesta más realista ahora mismo es que no.
La oferta de estos neobancos está dirigida a un tipo de público tan concreto y con unas expectativas tan delimitadas de lo que debe ser su relación con un banco, que la cantidad de personas que no entra en esas características es enorme y deja espacio suficiente para que convivan neobancos y bancos tradicionales. Para que convivan y, en ocasiones, hasta para que trabajen juntos.