El futuro de la jubilación es cada vez más incierto. El problema que se plantea en el escenario actual son las dudas sobre la sostenibilidad del sistema público de pensiones ya que, debido a la inversión de la pirámide poblacional desde hace años, éste no es financieramente autosuficiente y precisa aportes de los Presupuestos Generales del Estado para subsistir.
Ante esta situación, que se agudizará a partir del 2021 con la jubilación masiva de la generación del baby boom, los expertos consideran que tenemos por delante décadas complejas si no se acometen importantes reformas del sistema de pensiones público, pero también privado.
Por eso, se antoja más imprescindible que nunca buscar un ahorro alternativo para tener un mayor grado de seguridad en nuestro retiro. Es aquí donde aparecen los planes de pensiones privados. Pero… ¿cómo podemos seleccionar el producto más adecuado para nosotros?
La estructura actual muestra un menor número de cotizantes disponibles para cubrir las prestaciones de los jubilados, tendencia que “proseguirá en los próximos años”, afirma Victoria Torre, responsable de producto de Self Bank.
Además, a su juicio, todo apunta a que los desequilibrios se “irán incrementando”. La esperanza de vida ha ido creciendo y las escasas modificaciones que se han hecho en torno al incremento de la edad de jubilación no son ni de lejos suficientes para “reequilibrar la balanza”, concreta.
Por ello, parece que la solución tendrá que pasar por reducir las cantidades de las que dispondremos en el momento de jubilarnos y por ello cada vez será más importante contar con un “colchón adicional para complementar la pensión”.
Por tanto, lo primero que debemos tener en cuenta es que ahorrar durante nuestra vida laboral es una actividad que nos puede permitir tener una mayor tranquilidad cuando nos llegue el momento de jubilarnos. En este sentido, según Patricia Mata, directora de Imdi Funds, sucede a veces que, por la iliquidez y visión de largo plazo, “la inversión en fondos de pensiones se evalúa de forma separada del resto de activos que forman parte del ahorro de un individuo”.
Sin embargo, el perfil del inversor es “único”. Es decir, un plan de pensiones no es sino una parte del ahorro financiero de un individuo. Hay que considerarlo junto a acciones, bonos, fondos de inversión, capital riesgo, participaciones en start-ups, etc., así como junto al ahorro inmobiliario, para poder valorar si la cartera total de inversiones se “adecúa al perfil de riesgo genérico de un inversor”, destaca.
Considerando esto, se ha de tener presente que cuanto más joven es uno, más tolerancia al riesgo existe, y conforme nos hacemos mayores, se debe ser más conservador, por el hecho de que se dispone de menos tiempo para “remontar” las fases de caídas en el precio de activos que todos los ciclos tienen, añade Mata.
Diversificar siempre es una buena opción. Y, en este sentido, es bueno hacerlo entre productos varios, incluyendo fondos de pensiones bien gestionados (por su ventaja fiscal).
Una vez que ya sabemos la importancia de invertir paralelamente con nuestros ahorros disponibles, la clave es conocer cuáles son los planes de pensiones que podemos escoger. Para ello, hay que ser consciente de que existen seis categorías de planes de pensiones en función de su tipo de política de inversión que establece la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva (Inverco).
Los expertos de BBVA hablan de seis tipologías. La primera de ellas, los planes garantizados. Estos tienen una garantía externa que asegura el capital y un rendimiento determinado. Son productos ideales para “aquellas personas que quieren asegurar un ahorro de cara a la jubilación –aunque sea con ganancias limitadas– sin correr riesgos o cuando la jubilación esté muy próxima”, analizan.
Hay que tener en cuenta que la garantía se establece a una fecha determinada y el traspaso del plan de pensiones o el cobro de la prestación antes del vencimiento de la garantía puede suponer minusvalías para el partícipe o beneficiario.
También, está la posibilidad de los productos de renta fija a corto plazo. La política de inversión establece que los activos del fondo de pensiones se invierten “en productos de renta fija con una duración inferior a los dos años”, como por ejemplo en Letras del Tesoro, exponen desde la entidad bancaria.
De este modo, ofrecen una rentabilidad estable que no suele variar demasiado ni acarrear sobresaltos. Sin embargo, el hecho de ser a corto plazo obliga a invertir en productos “con tipos de interés bajos que reportan muy poca rentabilidad al partícipe o beneficiario del plan”, agregan.
Los planes de renta fija a largo plazo, por su parte, se centran en vehículos con una duración superior a los 2 años “como los Bonos y las Obligaciones”. Esta mayor duración ofrece una rentabilidad más elevada, pero también “mayor riesgo debido a los cambios en los tipos de interés”.
Otra opción son los de renta fija mixta. Estos, sostienen estos expertos, invierten en activos de renta fija y renta variable, pero “solo un máximo del 30 % de los fondos para la renta variable”. Ante un escenario de tipos bajos estos productos que incorporan una parte de la cartera con mayor riesgo “pueden ser ideales para intentar conseguir una rentabilidad extra que asegure el mantenimiento del poder adquisitivo”.
Igualmente, puedes optar por los de renta variable mixta. En este caso, el porcentaje de los fondos del plan de pensiones que se invierte en renta variable oscila “entre el 30% y el 75%. Aumenta la rentabilidad”, pero también el nivel de riesgo.
Por último, puedes decantarte por los de renta variable. Este tipo de producto invierte en activos de renta variable más del 75% del capital del plan de pensiones. Esa es la razón por la que esta estrategia de inversión solo es recomendable “si nos quedan bastantes años para la jubilación”, ya que está claro que la rentabilidad puede ser elevada, pero, también, que “puede haber años de pérdidas que necesitaremos compensar”, afirman.
Una vez que ya hemos visto cuáles es el abanico de posibilidades la siguiente clave es en qué aspectos nos tenemos que fijar para apostar por una alternativa u otra.
Lo primero de todo es que, una vez que nos centremos en que el plan que se amolda a nuestras necesidades, saquemos en claro que este proporciona una rentabilidad adecuada. ¿Cómo vemos esto? Es muy sencillo: simplemente debemos hacer una comparación con la media de su categoría. En MorningStar, Finect o QueFondos encontrarás herramientas para poder comparar y rankings con los mejores productos.
El siguiente aspecto es vigilar las comisiones para evitar que tu entidad bancaria no se quede con la mayor parte del beneficio que genera tu plan de pensiones. Y es que las comisiones de los planes de pensiones están limitadas por ley y se dividen entre comisión de gestión y de depósito. La primera se supone que es el premio al trabajo del gestor. Si es alta puede tener sentido en planes con buenos resultados y donde el papel de la gestión es relevante, pero no así en los productos más defensivos.
Hoy en día muchos planes de pensiones cobran comisiones máximas y éstas tienen un impacto sobre el resultado final de las rentabilidades. Después de la última reforma de las pensiones la comisión de gestión máxima dependerá del tipo de plan y del riesgo que asuma: para los planes de renta fija (límite de 0,85%); para los de renta fija mixta (límite del 1,3%); y para los de planes de renta variable (límite del 1,5%).
Por otro lado, la comisión de depósito tiene fijado un límite del 0,25% del capital independientemente del tipo de plan que decidamos contratar.
La cuestión es, ¿cómo pueden repercutir las comisiones a nuestro plan? Limitando tus ganancias. Estas se aplican sobre el capital que tengas invertido. Cuando tu objetivo es ahorrar a largo plazo para la jubilación es importante que hagas un seguimiento de lo que renta con el paso del tiempo.
“Ceteris paribus”, es decir, todo lo demás constante. A menor edad, efectivamente, existe “mayor capacidad de asumir riesgos”, destaca Mata. Una regla no escrita dice que uno debe asumir en renta variable, como mucho, un riesgo igual a 100 menos la edad.
Dicho de otro modo, con 20 años podría asumirse un 80% en bolsa, mientras que con 65 años el peso bursátil máximo debiera ser del 35%. Siendo una obviedad, refleja la “mayor tolerancia que otorga el ser joven para poder mantener las inversiones y recuperar potenciales pérdidas”, analiza.
Siguiendo este esquema, es importante inculcar a los más pequeños incluso la importancia del ahorro, para que cuando sean mayores “lo tengan ya interiorizado”, dice la responsable de producto de Self Bank.
Cuanto antes empieces a ahorrar para la jubilación más fácil será que logres tu objetivo. Según los cálculos de Citi, una persona que quiera ahorrar 250.000 euros para su jubilación y empiece con 35 años, deberá aportar 4.251 euros al año, una que empiece con 45 años deberá sumar 8.073 euros cada ejercicio y una que lo aparque hasta los 55 años necesitará 20.022 euros al año.
La razón por la que encontramos estas diferencias tiene que ver con el interés compuesto, por un lado, y con el riesgo que puedes asumir por otro. En cada etapa de tu vida debes arriesgar de un modo diferente. Cuanto más cerca esté la jubilación más moderado tendrías que ser. Necesitarás el dinero en poco tiempo, por lo que lo importante es preservar capital.
Por consiguiente, una vez que seamos adultos, deberíamos empezar a guardar dinero desde que obtenemos nuestro “primer sueldo”. Lo haremos en función de nuestras posibilidades, claro está. Y aunque nos parezca que no tenemos mucha capacidad de ahorro, no debemos subestimarla; “ahorrar poco, pero de forma regular puede darnos muchas sorpresas positivas”, señala Torre.
A la hora de escoger un plan de pensiones, esto pasa por combinar renta variable (más riesgo) con renta fija (menos riesgo).
Para cada etapa existe un tipo de plan de pensiones. Por eso es también importante que no cometas el error de seguir a los 50 años con el plan que contrataste a los 30. Debes cambiar de plan de pensiones para que éste “se adapte a tu edad”, repasan los analistas de Renta 4.
Respecto a temas tácticos, hay que considerar que los fondos de pensiones suelen tener activos de renta fija bastante líquidos, con los problemas de las reducidas rentabilidades que ofrecen las carteras a futuro, con un universo cada vez mayor de emisiones de renta fija con rentabilidades negativas.
Por esta razón, concreta Torre, y dentro de la cartera global del inversor (fondos de pensiones incluidos), lo recomendable son las “posiciones extremas”. Dicho de otro modo, por un lado, inversiones en “liquidez directamente (la cuenta corriente “gratis” es una excelente inversión en estos momentos)” y el grueso del riesgo en renta variable, de “forma diversificada”.
Por tanto, sería óptimo “extremar la cautela ante el peligro que empieza a acumularse en el mundo de la renta fija, que no se ve recompensado suficientemente por las rentabilidades”.
En cuanto a la cantidad que deberíamos ahorrar, los expertos creen que la virtud está en el medio; no es bueno ahorrar poco, pero tampoco lo es ahorrar demasiado. Si ahorramos poco y de forma desordenada, podemos desincentivarnos, aparte de que no lograremos alcanzar nuestros objetivos.
Y ahorrar mucho también tiene un aspecto negativo; no olvidemos el coste de oportunidad de tener un exceso de liquidez, que “podríamos tener en otros destinos más rentables”.
Tampoco existe una regla fija de ahorro, ya que las circunstancias de cada uno son muy diferentes. No es lo mismo ahorrar un 20% si tienes un sueldo de 3.000 euros que si tienes un sueldo de 1.000 euros. Por eso, los planes de ahorro deben ser personalizados y adaptados a las posibilidades y necesidades de cada ahorrador.