Las economías mundiales han evolucionado a pasos agigantados durante el último siglo. Fue la Segunda Guerra Mundial la que puso fin al modelo de trabajo taylorista e impuso una estabilización del mercado laboral fundamentada en estándares y lógicas socialdemócratas. A finales de los años 80, la aparición de nuevas tecnologías fue instaurando los primeros trazos de la flexibilidad por la que ahora se rige la economía GIG. En la actualidad, la productividad que beneficia a las empresas ya no se acoge a los mismos preceptos de antaño, y la psicología industrial trata de entenderlo para componer las rimas que deben guiar el futuro económico.
Esta rama científica, nacida a finales del siglo XIX, siempre se sustentó en el principio de bienestar común. Los expertos estudiaban el mercado para tratar de perfilar el mejor know-how para cada trabajador y cada empresa. Durante los años 60 se popularizó la psicología de la motivación, abanderando una cosmovisión caótica sobre aquellos enfoques más deterministas; el empleado dejaba de ser una simple pieza de un mecanismo, y pasaba a formar parte de un entorno dinámico que había que estudiar constantemente —considerando la evolución cultural, económica y política— para exprimir el desempeño individual.
La realidad, ahora anclada a una evolución mucho más acelerada, resulta imposible de fotografiar por aquellos acercamientos teóricos tradicionales. La Inteligencia Artificial, el Big Data, la automatización y el resto de campos tecnológicos del futuro generan incertidumbre y complican el trabajo de los especialistas en el comportamiento humano. En el siglo XXI estos psicólogos industriales son contratados por las empresas como asesores que estudian el comportamiento de los trabajadores para establecer estrategias enfocadas a obtener la mayor satisfacción y, por tanto, la mayor eficiencia.
De acuerdo con Psychology, “estudiando las actitudes y comportamientos de los trabajadores, los psicólogos industriales son capaces de recomendar o crear mejores prácticas de contratación, programas de formación, sistemas de retroalimentación y técnicas de gestión”. Las compañías contratan al experto como consultor externo para optimizar sus prácticas comerciales y reducen el espacio de actuación de los posibles coachs profesionales.
La psicología industrial opera siguiendo un método científico con más de dos siglos de recorrido. Se acoge a metodologías adaptativas que comprenden estructuras organizativas en su totalidad. Nada de esto se aplica a la definición del coach; una profesión que no requiere ninguna formación académica oficial, y cuyo trabajo de estudio se limita a supuestos y efectos placebo.
Ambas profesiones responden a la necesidad de mejorar la satisfacción del trabajador, pero mientras el “entrenador” opera en inputs concretos —liderazgo, habilidades interpersonales— persiguiendo resultados consecutivos en la organización, el psicólogo trabaja directamente atendiendo la satisfacción y motivación de la plantilla.
Paul Muchinsky delimita en “Psychology Applied to Work: An Introduction to Industrial and Organizational Psychology”, las principales áreas de negocio de la profesión: formación, contratación, ergonomía del lugar de trabajo, gestión del desempeño, mejora de las condiciones de vida del empleado y desarrollo empresarial.
No sorprende, por tanto, que algunas compañías apuesten por contratar al psicólogo industrial para incorporarlo a sus departamentos de recursos humanos. Desde ahí puede optimizar procesos y alcanzar la tan deseada mejora de la productividad que motiva toda decisión detrás del bienestar del trabajador; un ideal cada día más utópico por las contraprestaciones que están demostrando llevar aparejadas las nuevas herramientas digitales.
Partiendo de que un gran porcentaje de los trabajadores no se sienten preparados para afrontar los retos y la incertidumbre del futuro mercado laboral, es lógico observar cómo el estrés se ha convertido, paradójicamente, en el trampolín con más posibilidades de crecimiento para los psicólogos.
De hecho, la Encuesta Europea sobre Salud y Seguridad Ocupacionales refleja que el 51% de los trabajadores europeos percibe esa sensación de forma habitual en el lugar de trabajo. Y, efectivamente, el experto en psicología industrial posee las herramientas y los conocimientos necesarios para incidir sobre los factores que generan esa lacra para la productividad.
La máxima psicológica que imperaba hace un siglo se amparaba en un reduccionismo que hoy todavía perdura: el exceso de trabajo genera insatisfacción, y esta conlleva un empeoramiento del rendimiento. Los primeros pasos en el campo de la psicología del trabajo abrieron la veda a los primeros derechos laborales, pero en la actualidad destilan otras muchas consecuencias.
En un entorno de máxima competitividad como el que se presenta para los próximos años, las empresas tienen cada vez más problemas para encontrar valores diferenciales propios. Los softwares están al alcance de todos y la información circula libremente por la red. Solo el psicólogo industrial puede construir modelos y soluciones adaptadas capaces de pulir virtudes particulares.
Así es como algunas multinacionales han logrado convertirse en imanes de talento venerados por miles de profesionales en busca de empleo. La consultora Great Place to Work expone cada año cuáles son las 25 mejores compañías para trabajar en el mundo. Aquellas que han alcanzado una alineación más perfeccionada entre las demandas de sus puestos y las condiciones de quienes los ocupan. Esta clasificación la lideraba en 2019 la gigante de las telecomunicaciones Cisco, seguida en segundo puesto por Hilton, y en tercer lugar por Salesforce. En España, como ejemplos de una buena gestión de la psicología industrial destacan otras firmas como SAS o Adecco.
Los modelos a seguir son aplicables a cualquier sector y tamaño de negocio, pero el camino hasta sus realidades no. La postura de la psicología industrial siempre ha de ser relativista, y adscribirse a tendencias generales que posteriormente serán adaptadas caso por caso. Spaces, el creciente espacio de coworking situado en Madrid Río, propone algunas de las medidas que deberían adoptar las empresas para mejorar la motivación de sus trabajadores.
Horarios adaptables, cargas de trabajo distribuidas eficientemente, y mayores posibilidades de conciliación. El trabajador gana en calidad de vida y mejora su productividad; la empresa se adscribe a ciertos ritmos de la economía GIG externalizando determinados servicios, y ganando en competitividad.
Desde el pasado marzo cualquier empleado tiene derecho a pedir un cambio de horario o solicitar teletrabajo gracias al real decreto-ley 6/2019, aunque lo ideal es que la empresa ofrezca unas condiciones óptimas que no inviten al trabajador a acudir a cauces legales para mejorar su comodidad.
Las responsabilidades deben ir acompañadas de compromiso y confianza por parte de los puestos más altos. Y es que, la subordinación es un sentimiento increíblemente tóxico que puede generar mucha insatisfacción en los trabajadores. El trato entre empleados y jefes debe ser, así, consensuado bidireccionalmente.
Actualmente, el l Estudio sobre Responsabilidad Social Corporativa de la Comunidad de Madrid dirigido por el Centro Internacional Trabajo y Familia del IESE y Alarese sigue considerando al apoyo del supervisor como una de las principales lacras de la responsabilidad social familiar en las empresas.
Es un problema persistente desde hace muchas décadas, pero no ha sido hasta hace unos pocos meses cuando ha sido reconocido oficialmente como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud. Coloquialmente se conoce como “estar quemado”, y no es más que el agotamiento físico y mental por sobrecarga de trabajo. En palabras de Herbert Freudenberg, “el trastorno es consecuencia de un estrés laboral crónico, y se caracteriza por un estado de agotamiento emocional, una actitud cínica o distante frente al trabajo (despersonalización), y una sensación de ineficacia y de no hacer adecuadamente las tareas”.
El caso más extremo de extenuación se conoce en Japón como “karoshi”, y en las islas niponas llevó hasta la muerte en 2019 a 190 trabajadores. En este caso se trata de una cuestión cultural, pero en sociedades occidentales la problemática se puede tratar directamente desde la gerencia empresarial, intentando respetar los horarios pactados por contrato y recompensando al trabajador debidamente cuando no pueda ser así.
También desde Japón se ha proyectado a nivel internacional una metodología de trabajo que permite a la empresa acogerse a la filosofía de la eficiencia y el orden del antiguo Imperio del Sol. La filosofía de las 5S recibe su nombre por los cinco pilares sobre los que se asienta: Seiri (clasificar), Seiton (organizar), Seiso (limpiar), Seiketsu (estandarizar) y Shitsuke (disciplinar). A cada una de ellas se engancha la psicología de la ergonomía, la rama especializada en la gestión del espacio de trabajo en términos de bienestar emocional y mental.
Consiste en analizar el entorno y organizarlo por categorías. Sobre ese terreno se detectan los elementos superfluos o innecesarios, se crean nuevos inputs de orden a seguir, y se imponen directrices para trascender la cultura corporativa a lo largo del tiempo.
Esta metodología fue ideada en un origen pensando en las cadenas de producción, y en los últimos años los fabricantes de automóviles como Toyota o Nissan la han popularizado. Ahora bien, la filosofía también es extrapolable al ámbito empresarial arquetípico; una oficina bien iluminada, ordenada y limpia está más abierta a recibir empleados productivos.
Los contratos estándar de 40 horas laborales a la semana empujan a muchos empleados a construir su rutina en torno al trabajo y las tareas domésticas más básicas. Como consecuencia, las relaciones internas de la plantilla se pueden tornar burocráticas y poco efectivas. La solución a ese problema pasa por ofrecer una serie de servicios extralaborales volcados a la creación de confianza y sentimiento de familia.
Tal y como explica Juan Pablo Chaustre de Staffing de Colombia, “los espacios extralaborales permiten conocer, mantener, mejorar y preservar el clima laboral, influyen en el desempeño y consolidan estructuras organizacionales agradables”. Estas propuestas pueden ir desde una simple cena de empresa, hasta un viaje organizado de varios días. Si atendemos a espacios, las instalaciones deportivas y otras facilidades ofrecen un buen feedback.
De acuerdo con un estudio de Eurostat, España es el país europeo con más trabajadores sobrecualificados. Es decir, con profesionales ocupando puestos de trabajo para los que exceden con creces los requisitos necesarios. Y esa realidad también se traduce en percepción, según un estudio de Cursos. El 61% de los trabajadores creen estar demasiado preparados y la mitad de estos opinan que su empresa no se preocupa por mejorar la situación.
La psicología industrial tiene capacidad para actuar desde esa vertiente y también desde la opuesta; desde el flanco de los trabajadores poco cualificados que ven en la incertidumbre del mercado laboral —automatización, complejidad de herramientas, desaparición de puestos de trabajo— una fuente de preocupaciones y estrés. El trabajo del experto permite alinear competencias y retos, optimizando el talento, y permitiendo a la empresa construir plantillas eficientes.
La tendencia pasa por hablar únicamente de salario emocional, pero los beneficios sociales abarcan otras muchas opciones que revierten en las mismas plusvalías. Estas remuneraciones van más allá del pago contractual con el trabajador, y suelen estar destinadas a cubrir necesidades extralaborales como el transporte, la comida o el seguro médico. Un empleado con este tipo de bonificaciones estará más satisfecho, más comprometido, y tendrá un mayor grado de conciliación.
Siguiendo lo expuesto por una encuesta de Up SPAIN, la psicología industrial puede aportar soluciones en forma de cheques gourmet, cheques de transporte, cheques de guardería, seguros médicos y formaciones laborales con retribución adicional.
Los psicólogos industriales están entrenados para mejorar la motivación y el compromiso del trabajador con la empresa. La forma más rápida de conseguir esto es atajar directamente los factores que ocasionan el desánimo y el resto de dolencias mentales. Pero no es la única. De hecho, las empresas solicitan este tipo de servicios pensando directamente en mejorar la productividad de su negocio. En ese sentido, la psicología industrial puede llegar a suponer un suplemento clave para el departamento de recursos humanos.
Entendiendo que cada compañía tiene unas necesidades únicas, el experto es capaz de ofrecer estrategias adaptadas a las particularidades del sector y de los puestos de trabajo. Recopila información y lleva a cabo exámenes de competencia para posteriormente proyectar programas de capacitación en caso de que fueran necesarios. Con esos datos también refuerza los métodos de selección de personal, y ejecuta estudios individuales y grupales. Incluso es capaz de solucionar posibles problemas internos entre empleados, y realizar los ajustes adecuados para fortalecer la cultura corporativa.
La extensión de la psicología industrial a lo largo y ancho del mundo demuestra lo efectiva que ha sido durante las últimas décadas. En Yoigo Negocios entendemos que la felicidad es el motor de cualquier proyecto, y por eso dedicamos un espacio a repasar los fundamentos más importantes de la motivación en el trabajo. Por ello te ofrecemos la mejor conexión y tarifas del mercado, para que tengas acceso a la información más valiosa. Si quieres conocerlas puedes visitar nuestra web o llamar al teléfono 900 676 535.