Las empresas, para operar, necesitan financiarse con fondos propios y con fondos ajenos. Los propios son aquellos que la empresa genera por sí misma y no tiene obligación de devolver.
En este caso, sus recursos provienen de la autofinanciación de enriquecimiento, que aumenta sus reservas a través de la acumulación de beneficios no distribuidos.
La autofinanciación de mantenimiento, con la acumulación de provisiones y amortizaciones, o también de la salida a bolsa, que amplía el capital social de la empresa.
En todos estos casos, la compañía cuenta con recursos propios que no tiene que devolver, pero todo esto no es suficiente para su desarrollo y crecimiento. De ahí que también tenga que acudir a financiación ajena para desarrollar su actividad.
Los fondos ajenos son aquellos recursos de la empresa aportados por terceros con un principal e intereses a devolver. Aquí la compañía tiene que devolverlo en un periodo de tiempo y puede estar más o menos apalancada en función de su política de financiación.
Pero el hecho de que soporte un alto nivel de deuda en sus cuentas no implica que la empresa no sea solvente.
La clave para analizar el potencial y el futuro de un negocio, grande o pequeño, es saber si la actividad que desempeña es rentable. Y eso es lo que nos facilita el EBITDA.
El EBITDA es un indicador financiero que refleja el margen bruto de explotación de una empresa antes de deducir intereses, impuestos y amortizaciones.
Pero vamos a conocer más en detalle qué es, cómo se calcula y la importancia de este indicador para hacer un análisis fundamental de una compañía.
El indicador EBITDA es un acrónimo que proviene de las siglas en inglés de Earnings Before Interest Taxes Depreciation and Amortization y es ampliamente utilizado en el análisis empresarial.
Concretamente, el EBITDA refleja el beneficio de la compañía antes de descontar los intereses por deudas, impuestos, depreciaciones, provisiones y amortizaciones.
Es decir, muestra una visión directa de la rentabilidad de la empresa y su actividad sin considerar elementos externos.
Los elementos externos pueden influir en las cuentas de la empresa dando una idea equivocada sobre el elemento central que nos interesa conocer en este caso a través del EBITDA: si su negocio es (o no) rentable.
El EBITDA depura los elementos financieros, fiscales y contables que puedan distraer del análisis principal: la actividad y su rentabilidad. Nos permite conocer cómo de buena es la actividad de la empresa en términos cuantitativos.
De esta manera, muestra las ganancias por la actividad empresarial sin tener en cuenta la deuda de la empresa (aunque sea muy elevada, si el negocio es rentable tendrá capacidad para pagarla).
El indicador tampoco tiene en cuenta otras cuantías externas al negocio de la empresa como los intereses a pagar por la deuda (elementos financieros), ni los impuestos por la actividad (elementos tributarios).
Además, el EBITDA excluye las depreciaciones (los elementos externos contables que cuentan con la pérdida de valor de un inmovilizado tangible. Así como las amortizaciones (elementos contables que provisionan por la devaluación de un activo fijo en el tiempo).
Así, muestra los resultados de tu proyecto sin considerar los aspectos financieros y tributarios. Esto te permite conocer si el motor de la empresa funciona.
Es decir, la idea, el negocio y la actividad concreta independientemente de otras consideraciones.
La fórmula del EBITDA es sencilla. Este implica obtener en primer lugar el EBIT, es decir, el resultado de explotación.
A este resultado llegamos sumando las ganancias por ventas, de manera bruta, y restándole los costes y los gastos de operación.
Los gastos de operación son los que afronta la empresa para el desarrollo de las actividades de explotación, como los salarios o los alquileres. Una vez que tenemos el EBIT o resultado de explotación, hay que sumarle los gastos de depreciación y de amortización.
Los primeros incluyen el coste de afrontar la pérdida de valor de un bien con su uso. Como sabes, a medida que pasa el tiempo los bienes en propiedad de la empresa para producir (maquinaria, etc.) van perdiendo valor.
Por otro lado, los gastos de amortización son la anotación contable que posibilita la acumulación de recursos para subsanar la depreciación, de forma que, al final del periodo de vida del inmovilizado, la empresa tiene sus cuentas en orden.
EBITDA= EBIT (ventas -costes – gastos operativos) + depreciación + amortización
El EBITDA es muy útil para conocer si realmente un negocio es o no solvente. Además, es muy útil también para comparar empresas y sus datos históricos.
El motivo es que su información no está influida por el apalancamiento financiero, ni por cuestiones fiscales o costes de amortización.
Posibilita tener claro qué empresas son mejores en cada sector y tienen un mejor desempeño. Sirve incluso a nivel internacional, dado que es la misma medida homogénea que pone el foco en las rentabilidades de diferentes empresas.
Y, por supuesto, da una idea de la solvencia de tu empresa. Si una empresa tiene un EBITDA negativo recurrentemente el mensaje es claro: el modelo de negocio no está funcionando y el proyecto no es viable.
Aunque los números rojos son aceptables en circunstancias muy concretas: por ejemplo, en caso de que el proyecto está en fase de lanzamiento o crecimiento.
Por otro lado, el margen EBITDA indica la relación entre este y el total de las ventas de una empresa.
Unas ratios de especial importancia para entender la solvencia y viabilidad de un proyecto empresarial más allá de cómo se está llevando a cabo su gestión financiera u otras cuestiones como las tributarias.
En este caso, el EBITDA pone en el centro del análisis el proyecto y permite conocer su estado actual.
También se pueden hacer previsiones de su proyección de acuerdo a su comportamiento en un año determinado y en comparación con otras empresas del sector.
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