Cómo será la oficina del futuro gracias a la domótica el IoT


Internet ha conectado a las personas y ahora está conectando a los objetos. La red, donde ahora se comparte el conocimiento, en el futuro será el espacio donde además miles de millones de dispositivos interactuarán entre sí para dotar de “inteligencia” a todo tipo de espacios. En el hogar a esto se le ha llamado domótica, y en las empresas “oficinas inteligentes”. Sea cual sea el apellido, el destino es el mismo.

Durante las últimas dos décadas los distintos avances tecnológicos han posibilitado el desarrollo de aparatos configurados para la conexión con otros terminales de igual condición, y para dotar de esta propiedad a dispositivos electrónicos nacidos en los albores de la digitalización.

El Internet de las Cosas promete traspasar la barrera impuesta por las arquitecturas, para imprimir de conectividad a los decorados más mundanos.

Tostadoras, frigoríficos, lavadoras, interruptores, persianas. Prácticamente todo es susceptible de formar parte de la red, y una vez ahí, conectarse con el resto de dispositivos que también navegan en este espacio. No es necesario mencionar el potencial de esta revolución; para los hogares en términos de eficiencia y ergonomía, y para las empresas en concepto de productividad y competitividad.

No sorprende que el mercado de la “empresa inteligente” esté en auge y vaya a seguir estándolo durante la próxima década. Así lo confirma el estudio "Smart Office Market by Product, Software & Service, Office Type, and Geography - Global Forecast to 2023" elaborado por Markets and Markets. De acuerdo con este, dicho sector —cuyo valor se estimaba en 22.210 millones de dólares en 2017— sobrepasará los 46.100 millones en 2023.

Se trata de un crecimiento interanual de casi el 13% que evidencian una tendencia de horizonte difuso. ¿A qué se debe? A factores como “el aumento de la demanda de soluciones de oficina inteligente y redes de sensores para la eficiencia energética, el crecimiento de servicios IoT para las oficinas, la creciente necesidad de sistemas de seguridad y protección en el lugar de trabajo y determinadas regulaciones gubernamentales favorables”.

Puntas de lanza

Según destaca Transforma Insight en el estudio “Total Addressable Market”, para el año 2030 ya habrá en todo el mundo unos 24.100 millones de dispositivos conectados. Para las organizaciones esto supondrá una descomunal fuente de datos valiosos para mejorar sus productos y servicios, anticiparse a tendencias futuras de mercado, y fortalecer una conexión con el público cada vez más endeble.

Los menos escépticos imaginan ya un futuro distópico bañado en oportunidades de mercado, pero en realidad por el momento solo se trata de un cambio de paradigma con poco recorrido. De hecho, gran parte del crecimiento del IoT se puede explicar atendiendo a segmentos específicos de bajo riesgo y elevado ROI.

Por un lado el de las alarmas de seguridad y de incendio, los servicios de emergencia en vehículos, los contadores inteligentes de electricidad, el procesamiento de pagos y la electrónica de consumo personal portátil y equipo audiovisual. Entre todas sumarán una facturación superior a los 50.000 millones de dólares dentro de un lustro.

El otro pilar lo ocupan desarrollos con buenos pronósticos pero bases de instalación todavía escasas. Hablamos de los robots de reparto minoristas, los vehículos autónomos —de, al menos nivel 4—, las aplicaciones de IoT en el sector de la agricultura o los electrodomésticos, con especial protagonismo de los frigoríficos. Sorprendentemente, ninguna de estas piedras de afilar recurrirá al invento de mayor FOMO: el 5G.

Tal y como señala el estudio, durante toda esta década serán las tecnologías de corto alcance las que harán de pegamento para los dispositivos. El Wi-Fi y el Bluetooth se verán beneficiados por su prácticamente nula instalación, y por su ajustado coste de implementación.

Ya se están construyendo nuevas infraestructuras para soportar la demanda de la nueva generación de telecomunicaciones, pero seguirá sin estar lista en bastantes años.

El verdadero secreto del IoT

Se pueden sacar a pasear datos y opiniones expertas y convencer. Sin embargo, la realidad es que, como ya ha sucedido con otras tantas tecnologías, el éxito del Internet de las Cosas se explica en gran medida por el conocido efecto “bola de nieve”; uno que induce a más y más empresas a adoptar sistemas ya probados por compañías referentes con mayor capacidad financiera.

Los efectos aparecen, los estudios respaldan las inversiones a futuro y otros socios repiten el proceso. Ninguna empresa quiere quedarse atrás y todas pujan por mostrarse ante su público como la más vanguardista y competitiva.

Los consumidores escuchan, e incluso el futuro talento de las organizaciones establece prioridades. Mire hacia donde se mire, el contexto invita a seguir avanzando en conectividad.

Ahora bien, este pulso digital frente a los remanentes analógicos que defienden los actores más conservadores o incapaces no estará libre de obstáculos.

Toda conexión necesita de una infraestructura, y cada una de estas lleva la firma de un proveedor con intereses particulares en un mercado paralelo de servicios digitales. Sin homogeneización la nueva red de redes del IoT no podrá seguir los pasos del consensuado Internet.

Retos frente al esperanto digital

La amplitud del término empuja a identificar una infinidad de retos tanto semánticos como técnicos. Y es que, aunque se habla del Internet de las Cosas como un mercado, la verdad es que refiere a una lista casi interminable de tecnologías, dispositivos, soluciones y estrategias digitales.

Los expertos las engloban en varios frentes: seguridad, regulación, compatibilidad, ancho de banda, y expectativas.

Las empresas más dispuestas a transformar sus oficinas no serán ajenas a ninguno de ellos. Empezando por la diferencia de lenguajes. Es decir, el tipo de protocolo con el que se comunicarán los dispositivos. Como bien señala la ingeniera de DxD María Gracia, el problema no radica tanto en los aparatos de concepción óptima, sino en aquellos más antiguos cuya conexión no es trivial.

Cada fabricante o ‘vendor’ tiene sus propios protocolos de comunicación que hace que no todos los dispositivos sean compatibles”, explica. El gigante IBM ya ha propuesto la creación de un idioma universal, una suerte de esperanto denominado MQTT (Message Queuing Telemetry Transport), que permitiría que todos los fabricantes pudieran participar y soportarlo.

En MQTT, y en el modelo publish-subscribe en general, un suscriptor se suscribe a un ‘topic’ (un topic, o tema, se identifica normalmente en el MQTT broker con un alfanumérico, y debe ser único en el broker), con el propósito de recibir los mensajes que otros, los publicadores, envíen a dicho ‘topic’”, elabora Ernesto Salgado Jefe de Proyecto de Consultoría en DXD.

Es el sistema que una gran abanderada del Internet of Things como Samsung defiende. “Para tener éxito el IoT necesita de plataformas abiertas e interoperables”, explica Won-Pyo Hong, Chieff Marketing Officer de la división electrónica de la multinacional surcoreana. “Sin esas plataformas este mercado terminará fragmentado, con islas aisladas construidas en sistemas cerrados”.

¿Qué sucederá con aparatos que no estén próximos? En la expansión del IoT, y la conexión entre, por ejemplo, departamentos distintos de una oficina extensa, es vital tanto el mencionado Wi-Fi como el prometedor 5G.

Actualmente las infraestructuras disponibles obligan a apostar por el primero debido a su elevada tasa de transferencia, pese a su sacrificio en términos de consumo y alcance. Al margen, existen también redes específicas como SigFox o LoRA.

A nivel técnico Gracia destaca el dogma de la ergonomía; ese principio sobre el que se erige toda la filosofía detrás del Internet de las Cosas, que impone a los fabricantes dos leyes inquebrantables: el tamaño y el consumo. Esto explica la importancia de los SoC (System on Chip), “circuitos integrados que contienen todos o gran parte de los módulos que tendría un ordenador”, detalla.

Al concentrar todo el hardware en un espacio muy reducido se logra construir dispositivos más manejables y fáciles de operar, con disposiciones favorables a niveles de consumo ínfimos. Si pensamos en los cientos de miles de aparatos que habrá conectados en el futuro, la cuestión del gasto energético no parece baladí.

De ahí la importancia de subordinar tanto el procesador como la plataforma y los sensores que se encargan de recibir la información, a la nube. Sí, el fenómeno Cloud está íntimamente ligado a la revolución del IoT, pues será en su espacio de trabajo donde operarán y se moverán la mayoría de los datos generados por los dispositivos en su interconexión holística.

La oficina conectada

En esta vorágine de posturas, alegatos y sueños aterriza la oficina inteligente. Durante la última década el sector tecnológico ha vendido el Internet de las Cosas para las empresas como una amalgama de dispositivos y sistemas circunstanciales a cada cual más curioso

Persianas que suben y bajan solas, temperatura que se regula automáticamente en base a cambios ambientales, cámaras de seguridad conectadas a teléfonos móviles. Y más.

Ninguna de ellas está fuera de la etiqueta IoT, pero la suma de todas tampoco equivale al significado verdadero de este mercado para las organizaciones. Para los expertos responsables de la edificación de los nuevos espacios inteligentes, esta revolución implica un cambio profundo en las formas de hacer las cosas y de afrontar los retos arquitectónicos tradicionales.

Nuestro enfoque consiste en desplegar una ‘piel’ sensible en todo el edificio, análoga al funcionamiento de la humana”, opina Timothy Miscovitch, CMO de wtec.“Esta piel se empareja con un ‘sistema nervioso’ de comunicaciones por cable que transporta las señales sensoriales a un ‘cerebro’ comunicante, basado en una infraestructura informática estándar y abierta”.

La visión de la proveedora norteamericana es la de otras tantas empresas especializadas en conectividad de infraestructuras. Se trata de una meta costosa y lejana, pero fiel a la meta con la que nació el Internet of Things: así serán las oficinas del futuro.

Hasta entonces, las tecnologías concretas no serán más que parches temporales de una realidad de trabajo que se ha quedado obsoleta frente a los retos digitales del futuro.

¿Qué sucede si se cuenta con una oficina tradicional? Este, el caso más habitual y lógico, es el que está impulsando por el momento la revolución de las cosas conectadas, y el que ya encuentra soluciones reales para obtener beneficios razonables.

De aquí nacen tendencias incipientes como el crecimiento de datos, de la productividad en base a estos, la mejora de la seguridad, la reducción de emisiones y consumo, y hasta la creación de nuevos modelos de negocio.

Adopciones posibles y reales

Lejos de ínfulas académicas o teóricas, lo cierto es que en el mercado ya existen soluciones y productos basados en la concepción del Internet de las Cosas. James Parsons, contribuidor de Forbes y CEO de la consultora Content Powered, destaca solo algunas de las aplicaciones con mejor pronóstico para el futuro más inmediato.

Impresoras todoterreno

Aunque las empresas de impresión como Kyocera, HP o Brother llevan años desarrollando productos que operan en la nube, en los últimos años se ha hecho un especial hincapié en dispositivos casi totalmente automatizados capaces de adelantarse a los trabajos de impresión, solicitar ayuda técnica in situ, o incluso hacer pedidos de forma eficiente.

Bombillas inteligentes

Modelos como el “Hue” de Phillips ya son capaces de aprender los horarios de los usuarios y de efectuar las funciones de los sensores prescindiendo de ellos. Otras como las de LIFX o Sengled ajustan su brillo y color a lo largo del día, evitando la tensión ocular y el estrés. Son bombillas interconectadas y optimizadas que auguran una durabilidad similar a la tecnología LED.

Asistentes virtuales

Se suelen asociar al uso particular, pero productos como el Alexa For Business de Amazon se acercan más a la utopía ficcional de Stark Corporation. Estos dispositivos sirven de directores de orquesta para el resto de aparatos de la oficina, y ocupa algunas de las tareas asociadas a la secretaría. Todavía les queda un gran camino por recorrer, pero prometen perfeccionarse en el futuro.

Termostatos inteligentes

Al igual que las bombillas, estos controladores recogen datos e información del entorno para encontrar el funcionamiento más eficiente y práctico en cada oficina. Estos, más allá de ahorrar tiempo y proporcionar comodidad, permiten ahorrar en consumo energético, y así en “costes hormiga” propios de un espacio de trabajo.

Rastreo con etiquetado

El inventario es uno de los espacios que más se están resistiendo a la llegada del Internet de las Cosas. Tradición, tendencia al ahorro, miedo y desconocimiento frente a nuevas tecnologías. Con las etiquetas IoT de servicios como Aruba o Atmel se pueden rastrear y gestionar activos desde una base de datos central, en cuestión de segundos y con las máximas garantías.

Mapas de calor con sensores inteligentes

¿Controlar el movimiento dentro de la oficina para optimizar el espacio? Con dispositivos como el ofrecido por Mapiq ya es posible obtener mapas de calor que permiten conocer cuál es el uso que hacen los empleados del espacio de trabajo, y ofrecer reacciones coherentes desde la gerencia.

El potencial del Internet de las Cosas es palpable, pero es necesario atar con decisión ciertos matices. Primero, porque que esta revolución requiere de la participación de todos y cada uno de los miembros de la organización; no basta con adquirir tres o cuatro aparatos ruidosos. En segundo lugar, sin una cultura de innovación abierta es imposible que los cambios y las medidas perduren en el tiempo.

El IoT no es para todos, y hay muchas industrias donde la inversión podría no proporcionar un retorno significativo”, apunta Jonathan Sasse, CSO de Metova.

Si tu servicio/solución no requiere datos en tiempo real de los dispositivos o productos, o las métricas basadas en la localización no son críticas para el negocio, o si operas un negocio de menor escala, o simplemente no tienes ‘cosas’, el IoT quizás no valga la inversión”.

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