El cerco en torno a las pymes y los autónomos se va estrechando. Tras una pandemia que ha dejado tras de sí a unas 90.000 empresas en el último año, los emprendedores se enfrentan ahora a uno de los panoramas económicos más complejos y desafiantes de la historia moderna.
Primero, porque la Transformación Digital por la que ya están abogando desde Europa y el propio Gobierno no está claro cómo va a afectar a la desigualdad y las economías de escala. Organizaciones bien posicionadas podrían aumentar sus ventajas respecto a la competencia, unificando todo el valor estratégico en el componente de la sostenibilidad.
Aquellas asfixiadas todavía por los efectos de la crisis quizás no tengan en los próximos años el músculo financiero que hace falta para emprender la modernización del tejido productivo. Segundo, porque aún ni siquiera en este momento está del todo claro cuándo llegará la recuperación plena de la economía. ¿Y si no llega nunca?
La enarbolada “nueva normalidad” terminaría perpetuándose y reafirmando a aquellos que apostaban por una ruta sin camino de regreso. En ese escenario, miles de negocios y no pocos sectores perderían para siempre su competitividad. Cambios de consumo que se creían contextuales pasarían a ser permanentes.
Y por si todo eso no fuera suficiente, en los últimos meses se ha añadido una variable más que acompasa los retos de la globalización 2.0 y impone retos inmediatos a todos los negocios: la gestión de la energía.
Es verdad que la administración de estar partidas siempre se había considerado una materia estratégica, en tanto que forma parte de las cuentas de las empresas, y retrae recursos de otras partidas más interesantes. Pero el pasado junio todo eso cobró una nueva dimensión.
Ya lo advertía la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia en noviembre de 2020. Aquella circular sirvió de advertencia para lo que varios meses después el organismo y el Ministerio presentarían como definitivo. Era la revolución de los peajes de acceso de la electricidad.
Los costes que se abonan a través de la factura en relación con el transporte y la distribución de la energía abandonaban la fragmentación que había dibujado la normativa en los últimos 20 años. El debate de cuándo poner la lavadora y de los periodos valle se convertía desde el 1 de junio en una constante que todavía perdura.
Ese fue el punto de inflexión para estos peajes. Todas las tarifas de acceso de baja tensión (menos de 1kW) y una potencia inferior a 15 kW pasaban a convertirse en un único peaje, el 2.0TD. Además se modificaba la antigua discriminación horaria y se permitía contratar dos potencias diferentes al mismo tiempo para flexibilizar el consumo.
De esa forma dejaba de haber diferencias entre consumidores. Las tarifas 2.0A, 2.0DHA, 2.0DHS, 2.1A, 2.1DHA y 2.1DHS daban el salto a un mismo marco de funcionamiento. El usuario ya no podía elegir ni tampoco discriminar entre 2.0 o 2.1 a través de la potencia contratada.
¿En qué afectaba todo esto a las pymes y los autónomos? En tanto que suelen operar desde oficinas de pequeño tamaño o directamente el propio domicilio, las novedades entroncaban directamente también con sus facturas.
Las leyes era las mismas para ellos: tres periodos y dos potencias.
Durante los fines de semana y festivos oficiales el día completo se empezaba a cobrar como hora valle, es decir, la más económica. En el caso de los festivos sustituibles o sin fecha fija, la fijación del mencionado periodo asequible dependería de cada caso.
En el frente de las potencias, antes del cambio y con los peajes 2.0 y 2.0 solo se podía escoger un término. Por tanto, se pagaba siempre lo mismo independientemente de la hora del día. Desde junio pasa a ser posible elegir dos potencias distintas; una para el periodo valle y otra para el punta.
De esta forma un hogar podía adaptar su consumo, y manejar una potencia superior en el periodo más barato, para aprovechar y poner lavadoras y demás electrodomésticos a funcionar. Del cambio tampoco se libraban, por cierto, las pymes conectadas en baja tensión. O lo que es lo mismo, las que tuviera el peaje 3.0.
Todos estos cambios derivaron en una comunicación pedagógica de la Administración, que abogaba por modificar los hábitos domésticos para ahorrar. Las pymes y autónomos, en cambio, cuyas horas de actividad coincidían con los momentos más caros del día, se enfrentaban de facto a un aumento directo del gasto.
Al complejo tablero de juego anterior se fue añadiendo durante las semanas siguientes un enemigo con el que casi nadie contaba: la subida en el precio de la electricidad. Julio cerraba con la tarifa más cara de la historia (un precio medio de 92,4 euros), y agosto superaba la nueva marca con un abono promedio de 106 euros.
A las puertas de septiembre el problema persistía con récord alcista tras otro. El primer día del mes la electricidad era nada menos que un 188% más cara que justo un año antes. Una situación que está socavando poco a poco la ya agravada salud financiera de muchos negocios.
“El precio que está alcanzando la luz es un auténtico escándalo”, explicaba el presidente de ATA, Lorenzo Amor. “Es un lastre para muchos autónomos y para muchas pequeñas empresas que en estos momentos están viendo un coste añadido en su producción".
Mientras tanto, el conocido como “pool” eléctrico sigue tensando la cuerda del tejido doméstico y empresarial.
Todo influía: el incremento del precio de los derechos de emisión de CO2 (56 euros por tonelada), el del gas (47 euros el MWh) y el aumento de las temperaturas entre otras muchas cosas. Es verdad que esta situación solo afectaba a los consumidores acogidos a la tarifa regulada (PVPC), es decir unos 10 millones de clientes.
El resto del mercado libre, 17 millones, se libran por tener un precio pactado con las compañías.
Sin embargo, estos segundos terminarán sumidos en el mismo problema cuando las comercializadoras revisen los contratos. "De media, los autónomos pagaron un 35% de más en el mes de julio por los costes energéticos pero, en agosto, con la ola de calor y con la subida que está teniendo la luz, desde luego los recibos se van a disparar”, continuaba.
“Un autónomo en estos momentos está pagando de media entre 200 o 300 euros más de coste energético que lo que hacía el año pasado y esto es un coste inasumible para muchos de ellos".
Huelga decir que para los que sí ha sido posible la supervivencia durante el verano, los problemas no acaban en la factura de la luz. Un sobrecoste de esta supone reducir gastos de otras partidas vitales para el futuro de las organizaciones; innovación, emprendimiento, lanzamiento de nuevos productos o servicios, etc.
Ese lastre, siguiendo la lógica del mercado, a la larga terminará debilitando tanto a los negocios que acabarán fusionándose o siendo absorbidos por corporaciones más grandes.
Atendiendo a la debacle que se estaba sucediendo, el Gobierno decidió aprobar el pasado 24 de junio en un Real Decreto-ley urgente para reducir los impuestos que gravan el suministro de la electricidad. Con este se reducía el IVA del 21% al 10% hasta finales de año, y se dejaba en paréntesis el impuesto del 7% a la generación eléctrica durante tres meses.
El problema de la medida estaba en la letra pequeña. Dejando de lado que la rebaja solo es aplicable cuando el precio del mercado mayorista supera los 45 euros MWh, para acogerse a la nueva bonificación el consumidor debía tener contratada como máximo una potencia de 10 kW.
Salvo unos pocos trabajadores por cuenta propia, el resto del colectivo y de las pymes quedaban así fuera del alcance del flotador.
Desde ATA, de hecho, calculaban ya en junio que solo podrían beneficiarse el 25% de los autónomos. Los demás, por no utilizar luz en sus negocios, o por tener potencias superiores (la media está en 25-30 kW), quedaban desamparados.
Basta con mirar hacia el sector del comercio o de la hostelería. Estos trabajadores, que suponen el 35% de los afiliados al RETA, están al frente de bares, tiendas y restaurantes.
La asociación asegura que es prácticamente imposible encontrar locales de más de 40 o 50 metros cuadrados con menos de 10kW contratados. “Lo mismo sucede con tintorerías, peluquerías y demás negocios”, apuntan en AyE.
Misma línea comparte José Luis, Yzuel, presidente de CEHE. “Es frecuente que haya restaurantes con potencias contratadas superiores a los 100KW. Por supuesto, no hay casi ninguno que tenga una potencia por debajo de los 10KW, salvando casos excepcionales de bares muy pequeños.
Quizás si afecte esta reducción a abogados o pequeños despachos de profesionales, pero desde luego no a los hosteleros"
Entendiendo que el precio de la energía se come un 41% de la factura y que los impuestos tan solo acaparan el 15% (el resto se reparte entre los peajes y los cargos), la medida ha quedado tremendamente disuelta. ¿No hay entonces salvación? A día de hoy es complicado.
Celia Ferrero, vicepresidenta de ATA tiene algunas ideas que podrían ayudar a calmar la herida:
"A medio plazo las energías renovables van a abaratar el precio de la luz, sin ninguna duda”, explica a RTVE. “Pero estamos hablando de dos o tres años. Un tiempo en el que, si se mantiene como ahora el precio de la electricidad, podría llevar al cierre a algunos negocios, aquellos que ya se encuentren "al límite".
Aunque hasta ahora solo hemos hablado de cambios en el contexto, lo cierto es que las propias pymes y los mismos autónomos tienen margen de actuación. No es grande, pero sí puede revertir en un ahorro vital para poder sobrevivir de aquí a 2022.
Eso sí, antes de plantear nada es imprescindible identificar bien los dos retos principales: la nueva discriminación horaria, y la subida de los precios de la electricidad. Para lo primero, la CNMC recomienda “intentar ajustar la potencia y los consumos a la nueva estructura de peajes”.
Se parte de un hecho inamovible: que las pymes no pueden dejar de producir durante las primeras horas de la tarde, por ejemplo, solo para esquivar el periodo más caro del día. Eso, claro, no implica que los empresarios no puedan adoptar determinadas medidas de eficiencia:
Hay otras muchas cosas que puedes hacer para ahorrar en tu factura de la luz. Todo lo que quepa en la imaginación es válido para recortar esa partida. Y ya no solo hablamos de aspectos relacionados directamente con la tecnología.
Una cosa tan sencilla como pintar los techos y las paredes de tonos claros te puede ayudar a distribuir mejor la iluminación, y evitar así tener que hacer tanto uso de luz artificial. Lo mismo podemos decir de las lámparas y bombillas; límpialas con un trapo para que no acumulen polvo.
¿Has pensado alguna vez en el aislamiento? Si eres autónomo y operas desde casa probablemente ya conozcas la situación de esta protección, pero no es raro encontrar pymes que lo confían todo al estado original del espacio en el que operan.
Con una buena revisión y una inversión comedida podrás reforzar las ventanas y puertas para reducir hasta un 30% tu consumo energético. Hablamos desde el doble acristalamiento, hasta la separación de áreas o el recubrimiento de tuberías. Toda descompensación te hará mirar hacia la electricidad con más necesidad.
Para simplificar el proceso de optimización general hay empresas que ya ofrecen servicios de Inteligencia Artificial capaces de encontrar fórmulas casi áureas.
“La IA puede ayudar a los pequeños negocios a ser más eficientes, pero hay que tener claro si el grado de eficiencia a aplicar aporta realmente una mejora significativa en base a su coste”, apunta Moisés Martínez, de Paradigma Digital a Cinco Días.
Esta tecnología “podría jugar un papel importante a la hora de aplicar o sugerir estas acciones correctoras mediante el análisis de la información obtenida a través de cualquiera de las soluciones”.
Expertos y empresas coinciden en algo: estamos viviendo un paradigma histórico en lo que se refiere a la energía, y no todas las organizaciones van a sobrevivir para ver lo que llegará después. En apenas dos años la sostenibilidad ha pasado de ser un adalid estratégico de la RSC a un risco de supervivencia.
Cuidar el medioambiente ya no es solo un deber ético y moral de los negocios. Supone una estrategia competitiva frente a unos precios imposibles y una normativa inflexible.
Por eso desde Yoigo Empresas te recomendamos que revises la potencia contratada, estudies las indicaciones de la CNMC, y apuestes por una comercializadora de valor.
EnergyGO te ofrece desde un primer momento asesoría personal para que puedas estudiar tu consumo y valorar si puedes o no ahorrar cambiándote de compañía eléctrica. Aquí encontrarás una energía 100% limpia y nacional, que no responde a los intereses corporativos de las firmas tradicionales.
Puedes empezar por probar la calculadora de consumo, que te permitirá conocer ya desde un principio el margen que tienes disponible para ahorrar. De querer unirte, tardarás menos de 5 minutos en completar los siempre farragosos trámites de contratación.
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