Las soluciones a los mayores problemas del futuro para las empresas están en la educación. La formación sirve de alimento para las necesidades del presente y condiciona la capacitación de las organizaciones para responder a los retos digitales del futuro. Esta visión está asimilada y aceptada entre las empresas, pero ha de ajustarse desde la misma realidad de las instituciones educativas.
El mundo educativo ha sabido leer las tendencias socioeconómicas y adaptarse al papel de espejo que se le atribuye en cada momento histórico durante siglos. Sin embargo, la velocidad a la que está evolucionando la tecnología —y en su paso, moldeando la realidad— es ahora inabarcable para seguir manteniendo el ritmo de transformación de los métodos.
Sí, las escuelas, institutos y universidades se siguen presentando ante los estudiantes como puertas de acceso al mundo laboral, pero a uno que en pocos años dejará de existir. Para los responsables educativos resulta utópico el encaje de los currículos con las necesidades cambiantes de las empresas.
Cada día aparecen nuevas profesiones y herramientas que ni siquiera los profesores dominan, y cada día Internet desdibuja más el papel pedagógico del sector. Ante la aparición de cursos, contenido gratuito, vídeos y otros formatos de gran ubicuidad, la educación —entendida desde su concepto clásico— queda relegada a un papel meramente simbólico.
El estudiante ya no encuentra en clase la formación de vida que asegura idealismos sociales y se ve forzado a un autoaprendizaje continuado en la red. Ahí, conceptos tradicionales del mercado laboral como expertise o experiencia —en años— han caducado frente a la dinamización frenética que otorga competitividad. ¿Qué capacidad de respuesta tienen las escuelas frente a tal realidad?
La clave está en la misma tecnología que está distanciando el mundo laboral del educativo. El Internet de las Cosas, la Inteligencia Artificial o la Realidad Virtual crean nuevas necesidades y puestos de trabajo por un lado, y al mismo tiempo, por otro, son adaptadas a los métodos formativos de las instituciones educativas para formar a los alumnos.
“El rol que hoy juegan las tecnologías educativas -conocidas también como edTech- es más relevante que nunca: permiten que los procesos de aprendizaje y enseñanza sean cada vez más personalizados y eficientes, mientras responden a la demanda de nuevas habilidades y conocimientos en tiempo real”, explica Denisse Halm, directora general para España de Udemy.
Ya no se trata exclusivamente de los materiales digitales puntuales o del uso de plataformas web arcaicas. La escuela ha introducido la tecnología en el mismo seno de la actividad docente y en el proceso la ha dotado de un componente imprescindible que antaño redundaba en lo accesorio o complementario.
Es lo que se conoce como edTech, un concepto que va más allá de las propias herramientas digitales, y que abarca al conjunto de la educación desde un enfoque completamente nuevo. Uno en el que el sector público pierde peso frente a la dependencia de soluciones privadas, pero del que los estudiantes salen enormemente beneficiados para abordar las próximas décadas.
Ahora bien, si esta revolución está amasando grandes cantidades de capital es porque todos los agentes implicados en el sector salen reforzados: las instituciones públicas ganan en competitividad, las empresas privadas se lucran bajo un paraguas de RSC y los inversores obtienen rendimientos en un mercado de futuro asegurado.
Para Bankinter los beneficios de la edTech son claros: aprendizaje facilitado a través de recursos tecnológicos, democratización del acceso a la educación, nuevos formatos de contenido educativo capaz de hacer frente a la demanda del mercado laboral y personalización de la oferta educativa a cada cliente.
El resultado final parece evidente. Las compañías que ahora no son capaces de hacer frente a las demandas digitales más punteras podrán encontrar en el mercado el talento laboral que precisan. Ya no solo gracias a la llegada de jóvenes formados en campos tecnológicos, sino también a la construcción general de un mercado más flexible y abierto a las innovaciones de futuro.
Se tiende a hablar de la automatización como un motor de destrucción de empleo, ignorando que dicho proceso también generará oportunidades para quienes estén preparados. Y de esa capacitación formará parte ineludible la tecnología educativa.
Así mismo lo destaca José Lozano, CEO de la consultora de e-learning AEFOL. “Las facultades de Pedagogía deben incorporar en sus planes de estudio tanto el EdTech como el e-learning, y los graduados deberían realizar un máster práctico en empresas y centros educativos para conocer y aplicar estas tecnologías, indispensables para crear una sociedad competitiva y tecnológica”.
Su empresa es la responsable de organizar la feria EXPOELEARNING, una de las grandes citas de la Semana de la Educación celebrada anualmente en IFEMA. En 2019 acudieron a este evento 112 ponentes de 10 países distintos y más de 237 congresistas de 15 lugares diferentes del mundo. Todos ellos interesados en un fenómeno que no solo arrasa en España.
“Más que una moda o tendencia temporal, las tecnologías educativas han surgido como respuesta a las necesidades en materia de formación que tienen las empresas en la actualidad” destaca Halm. Este “gap” —de extensión casi infinita— es el responsable de un crecimiento imparable que ya atrae la mirada de los capitales más importantes del mundo.
De acuerdo con el informe E-Learning Market Trends – Global Research Report, el mercado de las edTech y el e-Learning superó los 200.000 millones de dólares el pasado 2019, y se espera que crezca a un ritmo anual del 8% hasta el próximo 2026. De hecho, este mismo año el foro EdTechXGlobal y la inversora Ibis Capital ya cifraban el sector en 252.000 millones.
La proveedora especializada HolonIQ se apoya en estos datos y en los 8.000 millones de dólares alcanzados por el método de financiación Venture Capital, para elevar las previsiones hasta los 341.000 millones en 2025. Así, solo el mercado de la educación centrada en la Inteligencia Artificial llegaría a valer por sí misma 6.000 millones.
"Será gradual y después repentina. Así es como esperamos que cambie la adopción de la tecnología educativa hasta el 2025", apostilla la directora de la empresa Maria Spies. "Creemos que la velocidad de la digitalización en la educación superará a la de la sanidad, debido al aumento de su capacidad en los últimos 10 años, e impulsado por el crecimiento explosivo de la inteligencia artificial en China, EE.UU. e India”.
¿De dónde nace tanto FOMO? Se espera que para 2035 haya en todo el mundo unos 2.700 millones de estudiantes, y no hay indicios claros de que el sector público vaya a ser capaz de absorber tal demanda. "Para satisfacerla bajo la estructura actual, sería necesario construir al menos dos universidades al día durante los próximos diez años”, alerta Patrick Brothers, Managing Director de la proveedora.
Los inversores no solo saben que existe un gran margen para seguir creciendo, sino que además sobrevuelan la idea de una rentabilidad perpetua construida sobre la incapacidad irreparable del sector público. Es más, en la actualidad no se está destinando ni un 3% de la inversión total en educación a la edTech.
A la hora de buscar ejemplos prácticos en el efervescente mundo emprendedor, resulta imposible seleccionar una muestra homogénea. Existen 20 unicornios edTech en todo el mundo, y entre ellos han logrado recaudar más de 9.000 millones de dólares en la última década. Sin embargo, al acudir a la lista se observa un claro dominio de China, seguida muy de lejos por Estados Unidos, India y Canadá.
empresa | país | valoración |
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BYJU'S | India | + 10.000 millones dólares |
Yuanfudao | China | 7.800 millones de dólares |
Zuoyebang | China | 6.500 millones de dólares |
VIPKid | China | 4.500 millones de dólares |
Coursera | Estados Unidos | 2.500 millones de dólares |
Solo en Pekín hay operativas más de 3.000 empresas dedicadas a la tecnología educativa, frente a las 520 de Londres o las 73 de Barcelona. El Viejo Continente no logra colocar ningún proyecto emergente en el ranking pese a haberse visto beneficiado por la digitalización forzosa durante los momentos más críticos de la pandemia de la COVID-19.
“Europa ha sido testigo de una fuerte innovación de base”, recoge Market Insider. “Sin embargo, la región sigue siendo un mercado muy poco invertido y fragmentado, donde se encuentran los editores y los gigantes del contenido que dominaron el siglo pasado”. El poder histórico del ámbito público en la educación europea, el valor de los derechos individuales y la ausencia de incentivos obligan a poner la mirada fuera de la unión.
En Asia, donde la educación tiene un componente moral y autoritario más evidente, tecnologías como el reconocimiento facial, las cámaras de vigilancia o incluso diademas de actividad neuronal, han evidenciado la permeabilidad tecnológica del sector. Lejos de cuestionarlo, esa condición favorece la aparición de más startups dedicadas.
Migrar las tutorías y consejos extraacadémicos al entorno digital. Eso fue lo único que decidió hacer el exmaestro indio Byju Raveendran. En 2011 decidió convertir lo que para él había sido una afición —ayudar a otros ingenieros con su conocimiento— para crear una web de cursos en la que los alumnos pudieran encontrar respuestas a sus dudas: Think & Learn.
Cuatro años y varios millones de usuarios después, el emprendedor decidió trasladar la idea al ecosistema móvil en un país con una creciente generación de jóvenes tecnológicos. En 2015 la app no solo superó a su anterior proyecto, sino que logró convertir a la empresa madre en la segunda más valorada del sector eLearning de todo el mundo, con 6.000 millones de dólares.
El año pasado la compañía logró cerrar una ronda de 150 millones de dólares para Think & Learn, y llegó a un acuerdo con Disney para introducir el servicio de la aplicación en Estados Unidos durante el 2020. Con un aumento de ingresos de más del 100% en un solo año y más de 35 millones de usuarios registrados, los grandes fondos de inversión ya pujan abiertamente por su proyecto.
BYJU’s sirve de ejemplo perfecto para entender el fenómeno de la edTech: la satisfacción de la necesidad en un mercado educativo masivo, en el soporte adecuado —con una elevada penetración del móvil por su bajo coste— y la simplicidad que requiere cualquier servicio formativo en un país donde, frente a las carencias del sistema, pesa mucho el autoaprendizaje.
En tan solo un año ha logrado doblar su base de usuarios hasta los 400 millones de estudiantes. Yuanfudao se asienta sobre los mismos conceptos que han llevado a la compañía india al estrellato: comprensión de necesidades, compromiso de servicio y asimilación de su papel complementario en el sistema educativo nacional.
La aplicación de clases online en directo creada en 2012 se convirtió en octubre de 2020 en el negocio edTech mejor valorado del mundo con 15.500 millones de dólares. Solo unos meses antes, en marzo, el mercado daba por ella la mitad de lo que pagaría hoy. Esto ha permitido a sus responsables dar un paso de consolidación hacia la diversificación educativa.
Hoy la firma, además de clases telemáticas, dispone de una potente rama de consultoría para estudiantes y un importante departamento especializado en la resolución de problemas matemáticos. Su clave, no obstante, reside en el respaldo que ofrecen los 30.000 empleados propios distribuidos en centros educativos de todo China.
En 2014 Yuanfundao se atrevió a ir un paso más allá inaugurando un instituto de investigación de Inteligencia Artificial y un laboratorio tecnológico al servicio de la élite educativa nacional. ¿El propósito? Migrar ideas generadas en la infraestructura directamente a la aplicación.
Tal y como recoge Techcrunch, “la empresa entiende la IA como una oportunidad para identificar las debilidades de los estudiantes”. Con esta información “después puede abordar un plan de estudio para profesores y diseños de productos” alineados con las necesidades del target.
La literatura académica puede llevar a pensar que la tecnología es pulcra y que su implementación debe perseguir la sustitución absoluta de procedimientos y recurso educativos. AltSchool son una prueba fehaciente del necesario control que ha de acompañar a cualquier iniciativa edTech.
El ingeniero Max Ventilla decidió abandonar Google en 2013, y solo un año después volvía al ruedo para tratar de financiar lo que en un principio se consideró utópico: escuelas en las que lo tecnológico fuera medio y también fin. Los inversores, sin embargo, consideraron interesante el proyecto y decidieron apostar por él con 33 millones de dólares.
Durante el siguiente lustro AltSchool seguiría cerrando lucrativas rondas de financiación, hasta alcanzar los seis centros operativos en Estados Unidos para el año 2016. Estas eran microescuelas centradas en el aprendizaje personalizado, en las que se controlaba el progreso de cada estudiante mediante cámaras de vigilancia.
Los jóvenes creaban listas de tareas junto a los profesores a través de un software de Inteligencia Artificial —capaz de adaptar el currículo al desempeño real del alumno—, y después sus progresos se transmitían a los padres mediante una app.
A partir de 2017 el concepto comenzó a flaquear, y en 2019 el CEO de la compañía decidió abandonar el barco, tomando este una nueva deriva alejada de la actividad docente en escuelas. Desde entonces la ahora nombrada Altitude Learning se dedica exclusivamente al desarrollo de software dedicado a la ayuda de profesores de primaria.
¿Por qué fracasó el proyecto? De acuerdo con el profesor e investigador de la Universidad de Barcelona Marc Fuertes-Alpiste, “estas empresas no pretenden hacer un mundo mejor como las iniciativas de renovación pedagógica de finales del S.XIX y principios del siglo XX sino que pretenden crear un relato de marketing pedagógico (no siempre bien explicado) e influenciar el sistema educativo público”.
Para él, este tipo de iniciativas son una mera excusa disfrazada de renovación pedagógica, pero que en el fondo solo persiguen el interés económico desde el marketing íntegramente comercial. “Han detectado que en el sector educativo hay margen para hacer negocio porque es un espacio muy social, con muchas personas implicadas y que dura toda la vida”.
Si se quiere, se puede encontrar el motivo de su fracaso en un hecho más banal y entendible: su elevado precio (30.000 dólares al año). De una forma u otra, las empresas dedicadas a la edTech parecen haber entendido el inseparable núcleo social de la educación, y con él la necesidad de respetar el sistema educativo desde una posición complementaria.
“Convendría que, desde el sector educativo se analizaran críticamente las posibles implicaciones y riesgos que puede conllevar la adopción de ciertas herramientas, servicios y relatos promovidos por actores importantes del lucro”, añade Fuertes-Alpiste.
Eso sí, “no para descartar directamente las opciones del sector edTech”, con cierto valor contextualizado, “sino para ser conscientes y tener herramientas para evitar que el futuro del sistema educativo acabe siendo colonizado por la ‘tecnología del control de las personas’ y por los vendedores de humo y seudo-pedagogía”.
El verdadero potencial de la tecnología radica en el equilibrio y la comprensión de una realidad con necesidades concretas. La transformación digital no ha llegado con la misión de reconstruir y mejorar, no destruir. Así, en Yoigo Negocios entendemos el valor competitivo de las edTech para el futuro. Si quieres conocer otras tendencias de mercado como esta llama al 900 676 535 o visita nuestra web.