Random House: la editorial que apostó por Ulises y la libertad creativa


Fundada en Estados Unidos en 1925, Random House se ha convertido con el paso del tiempo, las fusiones con otros sellos editoriales y la absorción por parte de grupos empresariales como Bertelsmann, en una de las editoriales más importantes del mundo.

No obstante, antes de convertirse en ese gigante empresarial con oficinas en Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda o España, Random House era una modesta compañía sin una personalidad demasiado marcada, cuya principal preocupación era defender la libertad de expresión de James Joyce y su mítico Ulises.

De la humildad a rozar el monopolio

En abril de 2013, la Unión Europea dio luz verde a la fusión de las editoriales Penguin y Random House. La operación empresarial había generado las dudas de algunos europarlamentarios, que consideraron que podía provocar una situación de monopolio, desde el momento en que la compañía surgida de esa unión se convertiría en el mayor grupo editorial del mundo.

Aunque ese tipo de operaciones suelen ser más habituales en sectores estratégicos como los hidrocarburos, la alimentación o el transporte, lo cierto es que, en los últimos años, la cultura ha sido protagonista de ese tipo de estrategias que rozaban el monopolio.

En el caso de la adquisición del sello EMI por la compañía Universal, por ejemplo, la Comisión Europea no fue tan benévola.

En esa ocasión, para poder aprobar la operación entre las dos discográficas, las autoridades europeas obligaron a que Universal se desprendiera de artistas como Coldplay, Kylie Minogue, David Bowie, Blur o Nick Cave, cuyos contratos fueron adquiridos por otros sellos. Unas exigencias que no fueron necesarias en el caso de Random House, editorial fundada por Bennett Cerf y Donald S. Knopfer en 1925.

Ese año, esta pareja de empresarios decidieron comprar a los editores Boni & Liverright de Nueva York los 109 volúmenes de la Modern Library, una colección especializada en reimpresiones de clásicos de la literatura.

Abonaron por ellos 200.000 dólares (aproximadamente 180.000 euros), una cantidad nada despreciable, habida cuenta de que era una editorial enfocada principalmente en reediciones libres de derechos y fondo de catálogo.

Dos años más tarde, Cerf y Knopfer decidieron ampliar las actividades y los temas de su compañía. Para ello, consideraron oportuno cambiar la denominación de la empresa, pero dado que no tenían demasiado claro cuál debía ser el criterio editorial y los títulos para publicar, el nombre elegido fue Random House, para dejar así patente que la selección se haría de forma aleatoria, que es el significado de Random en castellano.

El primero de los libros publicados bajo ese nuevo sello y según ese criterio azaroso fue Cándido, que vio la luz en 1928. Al clásico de Voltaire siguieron Moby Dick de Melville y Hojas de hierba de Whitman, todos ellos en cuidadas ediciones de lujo con tapa dura y hermosas ilustraciones, que convertían a la editorial en una compañía con un halo de exclusividad.

A pesar de que los libros en tapa dura y los acabados de Random House resultaban más rentables que las ediciones convencionales, lo cierto es que los clásicos no eran precisamente títulos superventas. Era necesario, por tanto, conseguir autores o libros que inyectasen dinero a la compañía y aumentasen su notoriedad.

Por esa época, el escándalo provocado por Ulises de Joyce había excitado la curiosidad de los lectores, algunos de los cuales habían conseguido copias del libro a través de un mercado clandestino que importaba ejemplares desde París.

Cuando esos envíos eran detectados por la policía aduanera, los ejemplares eran incautados y destruidos, lo que aumentaba el deseo de los lectores por hacerse con la obra del escritor irlandés.

Ante semejante escenario, Cerf echó cuentas y reparó en que conseguir los derechos de Ulises sería una buena manera de aumentar la notoriedad de su compañía. Incluso si se imprimiera una primera edición del libro que desencadenase un proceso por obscenidad, la repercusión mediática sería la mejor campaña de publicidad para Random House que buscaba, justamente, afianzarse en la industria editorial en poco tiempo.

De este modo, Bennett Cerf viajó a Europa para hacerse con los derechos de la versión no expurgada del libro. Tras una difícil negociación con Joyce y Sylvia Beach, propietaria de la librería Shakespeare & Co. que había sufragado la primera edición del Ulises en marzo de 1932, Random House firmó con el escritor irlandés.

El contrato edición establecía un adelanto de mil dólares (alrededor de 850 euros) y un 15% de royalties sobre las ventas, siempre que las autoridades permitieran la publicación.

Una inteligente estrategia jurídica

Para la edición en Estados Unidos de Ulises no solo era necesario conseguir los derechos, imprimir el libro o distribuirlo. Era imprescindible contar desde el primer momento con la participación de un abogado que diseñara la estrategia de defensa de esa demanda por obscenidad, que no solo era posible sino incluso deseada por la propia editorial.

El elegido fue Morrist Ernst, que aceptó participar en la operación sin cobrar honorarios. A cambio, exigió percibir un 5% de las ventas directas y un 2% de las subsidiarias. Si bien el acuerdo resultaba muy beneficioso para Ernst, tenía el inconveniente de que solo se podría hacer efectivo si el letrado ganaba el pleito, que se anunciaba complejo.

La primera dificultad con la que se encontró Ernst fue que, para poder echar abajo la acusación de obscenidad apelando a la libertad de expresión debía forzar él mismo el inicio del proceso judicial. Para ello era imprescindible que las autoridades incautasen ejemplares de Ulises, algo que se podía hacer de dos maneras: imprimiendo miles de ejemplares del libro o importándolo desde Europa.

El primer caso suponía una gran inversión de dinero y el segundo, apenas desembolsar los gastos de envío. Además, la importación de material obsceno no conllevaba penas de prisión y los procesos solo se sustanciaban en torno al concepto de «obscenidad».

Los juicios por impresión, sin embargo, sí tenían consecuencias penales y debían probar que el material en cuestión no era «ni obsceno, ni lúbrico, ni lascivo, ni impúdico, ni indecente, ni desagradable». Demasiados términos y demasiado abiertos a la interpretación del juez como para que Ulises saliera airoso del trance.

De hecho, la estrategia de defensa de Ernst se basó en evitar entrar en ese tipo de disquisiciones que dependían demasiado de la moral del juez y negar la mayor.

Según la argumentación del abogado, Ulises no era un libro obsceno porque, tan solo una década después de su aparición, se había convertido en un «clásico moderno» y los clásicos, como la Ilíada, la Odisea o los dramas de Shakespeare, no podían ser considerados obscenos.

Para probar su afirmación y la calidad literaria de Ulises, Ernst necesitaba contar con los testimonios de críticos literarios y profesores, pero la doctrina judicial estadounidense había determinado en numerosas ocasiones que los libros debían defenderse por sí solos. Por lo tanto, solo podría ser objeto de valoración jurídica lo que estuviera incluido en el volumen incautado.

Ante semejante problema, el abogado pidió a París que, cuando enviasen el libro, adhirieran en el interior de sus tapas, frases de destacados expertos que alabasen la obra de Joyce y que, al formar parte del volumen entraban, aunque fuera por la puerta de atrás, en el proceso sin posibilidad de ser rechazados por la fiscalía o el juez.

Tal y como se había planeado, cuando el libro llegó a Estados Unidos desde Francia de manera clandestina, fue incautado por las autoridades aduaneras que instaron el proceso penal. No obstante, y para afianzar su estrategia, Ernst envió un segundo libro, pero en esta ocasión, lo hizo siguiendo todos los trámites aduaneros y describiendo de nuevo el libro como un «clásico moderno».

El secretario del Tesoro no vio ningún inconveniente y aprobó su importación. A partir de entonces, a las opiniones de los expertos adheridas en el primer libro, el abogado sumó a su alegato de defensa un expediente de importación favorable que contradecía el actuar de los funcionarios de aduanas.

Con esas pruebas en su mano, el 25 de noviembre de 1933 comenzó el juicio. Aunque se realizó en sábado para evitar las aglomeraciones, la sala estuvo llena de curiosos que querían asistir a un proceso que, a pesar de la expectación generada, iba a ser muy tedioso, desde el momento en que se iba a desarrollar sin testigos ni informes periciales. Tan solo el libro, las preguntas del juez y los alegatos de defensa y ministerio fiscal.

Mientras se desarrollaba el juicio, los responsables de Random House seguían con su estrategia editorial en paralela al proceso. Desde el primer momento en que tuvieron conocimiento de que las autoridades habían incautado el ejemplar de Ulises enviado desde Francia, decidieron comenzar a diseñar la edición americana.

Aunque se corría el riesgo de perder el trabajo y el dinero invertidos en caso de que la sentencia fuera desfavorable, también era la única opción de comenzar la impresión inmediatamente después de conocerse el veredicto.

El 7 de diciembre de 1933 el juez hizo pública su decisión, que desestimaba las pretensiones de la fiscalía y permitía la publicación del libro. Ese mismo día se puso en marcha la imprenta de Rando House, no sin antes incluir en el libro la propia sentencia judicial para que, si el Estado intentaba reabrir el caso, Ernst pudiera utilizar el veredicto como prueba en el juicio.

Finalizada la producción, el 25 de enero de 1934 se pusieron a la venta diez mil ejemplares de Ulises y comenzaron a hacerse nuevas tiradas para satisfacer la demanda de las librerías, que habían rebasado todas las previsiones. De ese modo, en abril de 1934 ya se habían impreso más de treinta mil ejemplares y, en 1950, Ulises era el quinto libro más vendido de la colección Modern Library de Random House.

Crecimiento y expansión

La jugada de Cerf salió mejor de lo que había planeado y Random House se convirtió en una editorial notoria entre los lectores, prestigiosa entre los expertos y solvente desde el punto de vista financiero, tres aspectos que facilitaron que iniciase una fase de expansión.

En 1936 adquirió la editorial Robinson Smith & Robert Haas Inc., cuyo catálogo incluía obras de Isak Dinesen, William Faulkner y la serie del elefante Babar, que abrió para la compañía el sector del libro infantil, que posteriormente se vería afianzado con la publicación de The Cat in the Hat del Dr. Seuss.

Si bien ese crecimiento se vio ralentizado con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, al final del conflicto Random House retomó sus planes de expansión abriendo oficinas en Canadá, en Europa y sumando a la división literaria otra de materiales pedagógicos.

Como culminación de esa fase de crecimiento, en 1959, la compañía salió a bolsa con un precio por acción de 11,25 dólares (alrededor de nueve euros) una cantidad más que considerable para la época.

La buena marcha de Random House hizo que no solo fuera atractiva para pequeños inversores. En 1965, cuando la compañía discográfica RCA quiso ampliar sus actividades empresariales, se decantó por los libros y, más concretamente, por Random House que, tras esa adquisición, continuó con su inteligente y exitosa política de selección de títulos y absorción de otras editoriales.

Así, cuando en 1971 falleció Bennet Cerf, las ventas anuales de la compañía que había fundado junto a Donald S. Knopfer ascendían a más de sesenta millones de ejemplares en tapa dura, cantidades que se multiplicaron cuando, en 1973, Random House adquirió Ballantine Books, empresa especializada en libro económico de bolsillo.

Durante los años 70 y 80, la trayectoria de la editorial se mantuvo constante y sin demasiados sobresaltos, lo que permitió explorar nuevos sectores de negocio. En 1976 se publicó el guion novelado de Star Wars y en 1985 Random abrió una división de audiolibros.

Si bien hoy en día es un sector en alza gracias a los podcast y herramientas digitales, en esa época resultaba algo minoritario, costoso y complejo debido a las limitaciones inherentes a los sistemas de grabación y reproducción en casete.

No obstante y atentos siempre a las innovaciones tecnológicas, en los años 90, Random cambió esos audiobooks en cinta por otros en CD, en 1995 puso en marcha la primera versión de su página web y, a partir de entonces, siguió incorporando a su negocio editorial novedades como libros digitales o la creación de productoras audiovisuales para crear contenido interactivo.

Junto a esa labor editorial, Random House continuó con su política de crecimiento y adquisiciones hasta que en 1998, fue ella la absorbida por Bertelsmann, una operación en la que, si se echa la vista atrás, algo tuvo que ver el Ulises de Joyce.