La Innovación Abierta como eje competitivo del futuro


Amazon, Netflix, Instagram Uber; hoy vivimos rodeados de productos, servicios, marcas y soluciones que no existían en el siglo pasado. En las últimas dos décadas la humanidad ha evolucionado a pasos agigantados gracias a la globalización e Internet y en los últimos retales de la anterior década a la digitalización (junto a todas sus variantes).

En el futuro, sin embargo, lo que aporta valor y genera beneficios económicos no será necesariamente una continuación o mejora de lo que ya conocemos. De hecho, algunos de los inventos más importantes para la especie de los últimos lustros eran completamente inexistentes cuando cayeron las Torres Gemelas de Nueva York. ¿Ha sido todo gracias a la tecnología?

Llevamos tanto tiempo conviviendo con la innovación tecnológica, que el propio concepto de “innovación” ha perdido su independencia. Esta, sin embargo, es ajena a los chips y lleva moviendo los hilos de la sociedad desde prácticamente sus orígenes. “Lo más importante que hay que entender es que ‘innovación’ no equivale a tecnología”, explica Daria Tataj es Fundadora y CEO de Tataj Innovation.

La tecnología es un juguete precioso, pero ‘innovación’ en realidad tiene que ver más con las personas, la sociedad, el futuro”. Es vital entender esto, porque de aquí a 2050 la tecnología no será capaz de resolver todos los retos a los que se enfrenta el mundo. Cierto es que ha dado todas las respuestas de los últimos dos siglos, pero no las garantizará frente al cambio de paradigma.

Nos encontramos en un momento en el que la convergencia de muchas tecnologías disruptivas creará un punto de inflexión en el mundo que todavía ni imaginamos. Estoy hablando del 5G, de la Inteligencia Artificial, del Blockchain y del Internet de las Cosas”. Esto, no solo derivará en transformaciones importantes para los hábitos de vida y de consumo de la población, sino también en un aumento de la responsabilidad que tienen las empresas.

Y es que, las corporaciones privadas se encuentran en su situación de poder más evidente desde que nació el pensamiento liberal. Cuentan con recursos, influencias políticas y, lo más importante de todo, una reputación que mantener. No es extraño que los gobiernos, sabedores de sus limitaciones, estén trazando acuerdos con ellas para lidiar con el reto medioambiental.

En España, donde el 98% del tejido empresarial corresponde a las pymes y los autónomos, el peso de la innovación como respuesta a las preguntas del mañana se fundirá con las necesidades sociales y el conocimiento cultural. Hablamos siempre en futuro, pero la realidad es que la pandemia ha modificado en menos de un año el tiempo verbal.

La situación actual nos ha dejado claras dos cosas: primero, la importancia de saber adaptarse a cualquier situación que se presente, y segundo, cuán vital es estar preparados para lo incierto”, explica Luis Felipe Carillo, presidente en Latinoamérica de General Electric.

Este conglomerado energético consiguió superar el 2020 con sus primeras ganancias —5.230 millones de dólares— tras tres años de pérdidas continuadas. Y lo consiguieron precisamente diversificando e innovando en sectores de tanto peso para las próximas décadas como lo son el de las renovables, el sanitario o el financiero.

No podemos prever el tipo de desafíos sanitarios, ambientales o energéticos que tendremos en el futuro, pero podemos prepararnos con la tecnología y la innovación que nos permitan adaptarnos para afrontar cualquier crisis”, añade Carrillo. Esta predisposición es hacia la que ahora echan el ojo las principales firmas del mercado.

Dos son más que uno

Cuando escasean los recursos, ya sea porque el precio de los objetivos ha aumentado o porque el contexto ha derivado en una insostenibilidad de modelos, las empresas tienden a compartir. Nuestros pasados lo hacían con comida, materiales y conocimiento; las organizaciones replican exactamente lo mismo en el contexto mercantil.

Tras la crisis financiera de 2009 muchas empresas referentes de sus respectivos sectores acabaron sucumbiendo frente a lo que por entonces ya comenzó a llamarse “economía colaborativa”. Más de una década después Airbnb, BlablaCar o Eatwith lideran un modelo que promete seguir ganando terreno en los próximos cinco años.

En 2018, la Comisión Europea revelaba que solo en aquel año uno de cada cuatro ciudadanos comunitarios había utilizado algún servicio ofrecido a través de una plataforma de economía colaborativa. Más que “tecnología”, “datos” o “software”, la palabra que salió vencedora del primer traspiés económico del siglo fue “colaboración”.

Las primeras que se percataron de ello fueron las instituciones, que no dudaron en apelar más que nunca al “concordia res parvae crescunt” que el escritor republicano romano Salustio hizo famoso en su “Bellum lugurthium”, y los belgas llevaron a popularidad hasta la era moderna convertido en el archiconocido “la unión hace la fuerza”.

En 2011 la Unión Europea aprobó la Directiva 2011/16/UE —o DAC— relativa a la cooperación administrativa en materia de fiscalidad y en 2015 España puso en marcha la Ley 40/2015 de Principios generales de las relaciones interadministrativas. Son solo dos muestras del esfuerzo que hace lo público por compartir recursos para alcanzar nuevas metas.

Esta filosofía, que tras la pandemia se ha materializado en el fondo Next Generation, solo pone aún más de manifiesto el valor de la cooperación en las relaciones de interés.

La enorme apuesta de la Unión Europea, que en gran medida aboga por convocar a todos los agentes de desarrollo en torno a proyectos ágiles, de alto impacto y de fácil ejecución, presenta un reto para la cooperación y la colaboración entre las Administraciones Públicas y el sector privado en España”, señala Deloitte.

Es un desafío que se puede extrapolar al futuro de los miles de empresas responsables del devenir nacional. Por eso hoy resulta más pertinente que nunca hablar de la Open Innovation, un concepto que nació cuando el mundo moderno aún no había empezado a cambiar, y que ahora vuelve a resonar con fuerza para dar respuesta a los obstáculos del sector privado.

Compartir esfuerzos, innovar más y mejor

Ya durante uno de los periodos más duros de la resaca del ladrillo, el profesor Henry Chebrough adivinaba a dar con la respuesta que necesitaban las empresas españolas para la recuperación. “Debido al cambio hacia Asia y a la globalización que esto implica, en el futuro las empresas europeas serán incapaces de sostenerse a sí mismas solo con la innovación en sus productos”, explicaba en 2012 a El País.

Aquellas que trataran de dar continuidad a sus modelos de desarrollo, terminarían cayendo en lo que el docente de la Haas School of Business de la University of California denomina “commodity trap” o trampa del producto. “Las empresas deberían trabajar más duro para obtener menos beneficios”. ¿Cuál era entonces la respuesta? Nada más y nada menos que la Innovación Abierta (en nuestro caso aplicada a servicios).

Fue el propio Chebrough el que en 2003 acuñó un término de creciente popularidad entre empresas y hasta gobiernos. Esta innovación, presentada en el libro “Open Innovation: The New Imperative for Creating and Profiting From Technology”, logró sacar del atolladero a firmas como Lego, Iberdrola, Unilever o Procter & Gamble.

El profesor cree que los modelos tradicionales de I+D restringen el flujo de capital intelectual de las organizaciones; limita las oportunidades que se muestran en el camino para transformar el capital en ese torrente de conocimiento. Frente a esta innovación cerrada (“close innovation”) se posiciona la Open Innovation.

En ella la empresa trasciende los límites de sus propios activos para obtener y manejar ideas y tecnologías que provengan tanto del interior como del exterior. Esto no solo aplica al proceso ejecutor de la organización, sino también a los partícipes del mismo. El feedback de inputs siempre ha de ser bidireccional y permanente.

La Innovación Abierta es un enfoque más distribuido, más participativo y más descentralizado”, apunta en el libro Chebrough. Es, en esencia, una fórmula para que las compañías desbloqueen saberes y experiencia que no podrían obtener de ninguna otra forma.

Esto genera economías de alcance: más valor y ‘puntos de ventas centralizadas’ para los consumidores. Reduciendo el coste total de los consumidores, las empresas pueden satisfacer mejor sus necesidades y son capaces de conservarlos como clientes durante más tiempo”.

Para P&G, por ejemplo, la Open Innovation supuso la diversificación de responsabilidades. La empresa había observado que sus ideas más brillantes cada vez tenían más probabilidad de proceder de pymes, y que por cada miembro de su departamento de I+D había, al menos, 200 investigadores igual o más capacitados que estos.

En pos de solucionarlo dio un volantazo proponiéndose que el 50% de sus innovaciones llegaran desde el exterior. Transformó su cultura corporativa para evitar el temido recelo y definió líneas claras de derechos de propiedad para evitar conflictos legales. Es decir, tuvo una elegancia supina en la gestión de los nuevos partners (habitualmente fabricantes, universidades, centros de investigación y asociaciones).

El concepto de las empresas grandes como empresas tractoras en contraposición a las empresas traccionadas se desdibuja y pierde fuerza en un ecosistema que solo sobrevive si todos los nodos ganan”, sostienen en Ametic. “Los proyectos tractores cobran mayor relevancia al ser capaces de aglutinar oferta y demanda en torno a una visión compartida y de largo plazo”.

Dificultades de la Innovación Abierta (y oportunidades): no todo son costes

El límite de la Open Innovation está donde quiera ponerlo la organización. Lego la transformó en Lego Ideas, un canal de comunicación directo por el que los clientes podían sugerir nuevos productos directamente a la compañía. Esto, además de mejorar la competitividad de la firma, permitió consolidar una importante comunidad de fans.

Para Procter and Gamble ha supuesto el desarrollo de la iniciativa Connect + Develop, una plataforma en la que empresas de todo tamaño y de cualquier parte del mundo pueden desarrollar patentes nuevas junto a los ingenieros de producto de la propia compañía.

Algo similar a lo que Unilever gestiona desde su portal de Innovación Abierta, pero enfocado hacia la resolución de problemas más transversales. En esa línea, existe una gran cantidad de tipos distintos de Innovación Abierta:

  • Outsourcing: se externalizan las innovaciones a través de proveedores y consultoras especializadas en eso mismo. Esto se encargarán de proponer ideas, buscar soluciones y desatascar bloqueos creativos.
  • Crowdsourcing: en este caso la externalización del proceso se orienta directamente hacia el público general. Suele hacerse mediante concursos y eventos especiales, o incluso acudiendo a convocatorias cerradas para startups.
  • Concursos: es similar a lo anterior, pero en este supuesto la empresa lo materializa en un certamen digital. Los participantes suelen proponer sus ideas para ganar un premio, y en el contrato de inscripción han de aceptar el uso de estas propuestas por parte de la empresa.

¿Es tan sencillo como proponerlo para tener éxito? No exactamente. Si este método no había surgido en los dos siglos de capitalismo previo es porque entraña una gran cantidad de riesgos. Entre muchas otras cosas, Harvard Business Review señala:

  • Coste: aunque se prescinde de recursos internos, la Innovación Abierta requiere una gestión proactiva y directa para asegurar que no se pierde la alineación ni la coherencia respecto a los valores de la marca.
  • Propiedad Intelectual: es algo que no siempre se valora. Si el producto o servicio resultante tiene éxito ¿quién ha de beneficiarse de él? Es importante que la empresa defina reglas claras previamente, y que marque líneas rojas en torno a información sensible compartida.
  • Cultura corporativa: el cambio ha de dirigirse hacia una nueva mentalidad de aceptación y humildad. Esto es especialmente relevante para las posiciones de poder dentro de la organización y su resistencia a la delegación.

Con todo ello, la Innovación Abierta sigue siendo un modelo creativo cargado de oportunidades y ventajas para las empresas. Es el vademécum de soluciones que repelerá en los próximos años la ausencia de gaps y la cada vez más intensa competencia.

En Yoigo Negocios respaldamos todas aquellas estrategias que permitan a las pymes de hoy afrontar el mañana. Si tú también estás interesado por este pensamiento, deja que ayudemos a tu organización llamando al 900 676 535 o visitando nuestra web.