Polaroid, la emblemática empresa que inspiró Instagram


En octubre de 2010 se puso a disposición de los usuarios de iPhone una nueva aplicación. Se trataba de una red social que permitía compartir de manera inmediata fotografías tomadas con dicho dispositivo.

El éxito de la propuesta hizo que la aplicación lanzase versiones para Android y Windows 10 y, apenas dos años después de su puesta en funcionamiento, alcanzase los más de cien millones de perfiles activos. Una cifra que, en la actualidad, se ha multiplicado por diez, superando los mil millones de usuarios en todo el mundo.

Estos datos convierten a Instagram en la sexta red social más utilizada del mundo, por detrás de Facebook, Youtube, Whatsapp, Facebook Messenger y la red china Weixin. Un éxito que, si bien ha ido unido a la popularización de los teléfonos móviles, hunde sus raíces en otros inventos muy anteriores y a una de las pulsiones básicas del ser humano: la inmediatez.

Reducir los plazos de espera

A nadie le gusta esperar por algo que desea. La paciencia no es precisamente un instinto, sino una habilidad adquirida a través de la socialización o derivada de cuestiones materiales ajenas a los deseos del individuo.

De hecho, buena parte de los avances desarrollados en el mundo a lo largo de la historia, han tenido como objetivo reducir la duración de esa espera en viajes, envíos, diagnósticos, procesado de alimentos, impresión de diarios, comunicaciones telefónicas o revelado de imágenes.

Desde la aparición de la fotografía en el siglo XIX, uno de los principales inconvenientes de esa novedosa técnica fue la espera entre la toma y la visualización de la imagen. A pesar de que suponía un ahorro de tiempo más que considerable si se la comparaba con la pintura, la demora que suponía revelar el negativo y posteriormente positivarlo continuaba siendo difícil de gestionar para los muy impacientes.

Conscientes de esa dificultad, los responsables de la empresa Polaroid encabezados por su fundador, Edwin H. Land comenzaron a trabajar en una máquina fotográfica y una película que pudiera revelarse y positivarse en tiempo récord.

Polaroid fundador

La primera Polaroid que permitía semejante hazaña fue el modelo 95, que comenzó a comercializarse en 1948 y revelaba la imagen en un minuto. En la actualidad esos tiempos se han llegado a reducir hasta a 30 segundos, casi menos de lo que se tarda en subir una imagen a Instagram.

A pesar de estar separadas por más de medio siglo, la red social Instagram tiene mucho en común con Polaroid. No solo por compartir ese deseo de urgencia a la hora de ver o compartir las imágenes, sino también por ciertos aspectos estéticos. El primer logotipo de Instagram, por ejemplo, incluía elementos gráficos que recordaban a la cámara OneStep, uno de los modelos clásicos de Polaroid.

Al menos así fue hasta 2013, cuando la compañía tecnológica decidió cambiar su logotipo. El nuevo diseño eliminaba muchos de los detalles del primero para que fuera más eficaz en los dispositivos móviles y se volvía más abstracto a la hora de recrear el aspecto de una máquina de fotos.

Además, dotaba a la marca de una personalidad propia pues, como reconoció Ian Spalter, diseñador de esa nueva imagen, “teníamos que dejar atrás una cámara prestada”. Esa cámara era una Polaroid.

Un tipo curioso

En 1937, Edwin H. Land fundó Polaroid. A pesar de no disponer de demasiados medios económicos, este hijo de emigrantes judíos europeos había conseguido seguir todo el ciclo educativo hasta matricularse en química en la universidad de Nueva York. Allí, como parte de su formación, comenzó a investigar la posibilidad de fabricar un filtro polarizador de bajo coste que permitiera discriminar los haces de luz que pasaban por él.

Debido a sus pocos recursos y al hecho de no haber conseguido becas o financiación en una institución educativa, Land se veía en la obligación de acudir por las noches a los laboratorios de la Universidad de Columbia, donde realizaba sus investigaciones.

Cuando por fin consiguió producir ese polarizador que tanto buscaba, perdió el interés por los estudios y comenzó a pensar cómo comercializar su descubrimiento. De este modo, abandonó la universidad sin llegar a licenciarse pero, a cambio, fundó su propia compañía.

Aunque en la actualidad la polarización es un proceso común en la industria, a mediados del siglo XX, los descubrimientos de Land eran una innovación que se aplicó a diferentes fines como las gafas de sol, los cristales de los edificios, de los automóviles o a atracciones de feria.

Asimismo, sus avances en ese sector tuvieron una gran utilidad en el campo militar, resultando muy útiles para el ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, fue al concluir el conflicto bélico cuando Polaroid vivió su mejor momento empresarial y no precisamente por los filtros de polímeros polarizados sino por un invento inusual para la época: una cámara fotográfica con película instantánea creada en 1947 que, a pesar de lo novedoso, fue lanzada al mercado con ciertas cautelas.

La primera remesa de cámaras del modelo 95 se puso a la venta poco antes de las Navidades de 1948 en una tirada algo más que limitada. Tan solo sesenta unidades, cincuenta y siete de las cuales se podían encontrar en los almacenes Jordan Marsh de Boston que, en el primer día, vendió todas las cámaras y la película necesaria para utilizarlas.

Polaroid 95

Para el fotógrafo aficionado y el profesional

El éxito de la primera Polaroid animó a Land a continuar por la senda de las cámaras instantáneas. Poco a poco, se fueron mejorando los modelos, las películas y, el sistema de revelado.

Si bien en un primer momento la imagen tenía un positivo, un negativo y debía de ser el usuario el que iniciase manualmente el proceso presionando la película para que se extendieran los líquidos reveladores que tenía en su interior, con el tiempo se pudo desarrollar una película que no precisaba de negativo y en la que los líquidos se activaban directamente y sin intervención del usuario gracias a los rodillos de expulsión de la cámara.

Aunque es en el ámbito doméstico donde más se popularizaron, Land no solo desarrolló cámaras Polaroid para aficionados.

Por muy experimentados que estuvieran los fotógrafos profesionales de la era analógica, nunca estaba de más tener una imagen de prueba para que el cliente, la modelo o ellos mismos pudieran valorar la iluminación, el encuadre y la escenografía. Debido a eso Polaroid también creó cámaras especiales y película para ellos.

De hecho, la ambición de Land y sus ganas de colaborar con fotógrafos de renombre le hizo desarrollar una cámara Polaroid del tamaño de un armario que permitía tomar imágenes de 50x60 centímetros.

Esas cámaras, y la película especial que utilizaban, fueron puestas a disposición de autores como Ansel Adams, Chuck Close, Robert Frank o Andy Warhol, con objeto de que experimentaran y pudieran desarrollar sus proyectos con ellas.

A cambio, Land les pedía que donasen algunas de esas imágenes para la colección de fotografía de Polaroid que, durante décadas y hasta su venta por lotes en 2010, fue una de las más importantes del mundo.

Polaroid y cine

Esas iniciativas demuestran cómo el espíritu empresarial de Land nunca fue ajeno a su implicación en la sociedad en la que le tocó vivir. Junto a las colaboraciones con artistas sin fines directamente lucrativos, la política de Polaroid siempre fue la de fomentar la igualdad dentro de la compañía, contratando mujeres o personas negras en una época en la que todavía estaban vigentes leyes de segregación racial en algunos estados de Estados Unidos.

Ambición, idealismo y malas decisiones

Si bien la ambición de Land y su espíritu soñador fueron el motor de sus éxitos desde la fundación de su empresa, en los años 80 estuvieron a punto de provocar la desaparición de Polaroid por una mala decisión empresarial que tenía más de idealismo que de pragmatismo.

Desde que surgió de la fotografía en blanco y negro, se buscó la fórmula de conseguir imágenes en color. Una vez logrado, se intentó convertir esas fotografías estáticas en imágenes en movimiento, por lo que surgió el cinematógrafo que, primero fue en blanco y negro y posteriormente, en color.

Una vez conseguidos todos esos avances, Polaroid inventó la película instantánea para reducir la espera de los usuarios. Por tanto, siguiendo ese razonamiento, el siguiente reto para la compañía era crear una película cinematográfica instantánea y Land aceptó el desafío.

De este modo, a mediados de los años 70, Polaroid lanzó Polarvisión, un sistema de cámara de cine doméstica que funcionaba con cartuchos muy similares a las cintas de vídeo, pero que impresionaba película semejante a la de Super-8. Inmediatamente después de acabado el cartucho, este podía ser reproducido en un proyector con forma de televisión.

La idea, que estaba llamada a ser un éxito, llegó en un muy mal momento. A esas alturas las películas domésticas de Super-8 ya habían incorporado sonido, algo de lo que carecía Polarvisión, que tampoco se podía proyectar en una pantalla de cine.

Además, en el mercado empezaban a aparecer formatos de vídeo doméstico que resultaban igual de inmediatos, pero mucho más económicos, ya que las cintas eran de hasta una hora de duración mientras que los cartuchos de Polarvisión eran de tres minutos.

Finalmente, la inversión realizada por Polaroid para desarrollar este nuevo sistema fue mayor de lo esperado, la idea quedó obsoleta en muy poco tiempo y el producto no llegó a dar beneficios. Todo eso hizo que la empresa entrase en una fase crítica, que obligó a Land a abandonar Polaroid, que cesó por completo la producción de Polarvisión y, a cambio, comenzó a fabricar cintas vírgenes VHS.

A pesar de todo, durante los siguientes años Polaroid pudo recuperarse económicamente, gracias a su posición predominante en el mercado. Incluso cuando Kodak quiso entrar en el sector de la película instantánea mejorando la calidad que ofrecía Polaroid, esta les demandó por considerar que dichas mejoras se habían hecho partiendo de sus patentes.

Polaroid y Kodak

Polaroid ganó el pleito y Kodak tuvo que desistir de seguir invirtiendo en ese sector. Una decisión que llevó a Polaroid a una situación casi de monopolio en el campo de la película instantánea.

Sin embargo, la aparición de la fotografía digital en los años noventa provocó que la empresa viese cómo todo su negocio se tambaleaba desde sus más profundos cimientos.

A partir de ese momento, la fotografía analógica instantánea dejaba de tener sentido, como bien ha demostrado la aparición de los dispositivos móviles, los cuales permiten hacer una fotografía y compartirla por correo electrónico, por servicios de mensajería o por aplicaciones como Instagram.

Una nueva época de esplendor

En 2008 y a consecuencia del descenso de ventas, Polaroid dejo de fabricar cámaras, película instantánea y prefirió volcar sus esfuerzos en otros productos más actuales. Por ejemplo, impresoras 3D, plotters de gran formato o televisiones inteligentes.

A pesar de ello, la existencia de una pequeña comunidad de aficionados a este tipo de fotografía hizo que la fabricación y venta de película instantánea todavía resultase interesante. Por esa razón y a pedido de algunas compañías, Polaroid licenció su fabricación, lo que permitió que el prestigio de la marca se mantuviera viva entre parte de la sociedad.

A todo eso se sumó que empresas como Fuji, lanzaron sus propias cámaras instantáneas, orientadas principalmente a los adolescentes, que reactivaron el interés por este tipo de productos entre un público que, por edad, era totalmente ajeno a ellos. Tanto es así, que Polaroid consideró la posibilidad de incorporarse de nuevo a ese mercado.

En la actualidad la compañía ha comenzado a fabricar nuevas cámaras, desde las más básicas, con un coste cercano a los 120 euros, a las más sofisticadas, con un precio superior a los 400 euros y que incorporan utilidades como Bluetooth.

Además, este nuevo interés por la fotografía analógica instantánea ha permitido que la variedad de las películas aumente tanto en los tamaños de los formatos disponibles, como en el tipo de color, pudiéndose comprar, por ejemplo, cartuchos para hacer fotografías en blanco y negro.

Asimismo, lejos de mantener una relación hostil con Instagram, como cabeza visible de las aplicaciones digitales que provocaron su declive, Polaroid ha llegado a colaborar con la red social para lanzar una cámara instantánea cuya forma es semejante al primer logotipo de la red social.

Este modelo permite obtener fotografías instantáneas en papel y, gracias a su conexión Wi-Fi, compartir esa imagen por internet o subirla directamente a la red social.