Cannon Films: La serie B que fue un éxito empresarial


La industria del cine estadounidense es mucho más que el sistema de estudios de Hollywood. Junto a las grandes productoras, conviven pequeñas compañías independientes que, con un star system menos relevante y unos presupuestos más reducidos, facturan películas de entretenimiento poco ortodoxas que, ocasionalmente, se convirtieron en películas de culto y grandes éxitos de taquilla.

Una de esas compañías fue Cannon Films, una productora que, en apenas un par de décadas, rodó cientos de películas con una particular filosofía empresarial: "llevamos la emoción hasta el límite, y la taquilla a lo más alto".

De Suecia a EE. UU, pasando por Israel

El origen de Cannon Films se remonta a mediados de los años sesenta, cuando dos veinteañeros, Dennis Friedland y Chris Dewey, decidieron montar una productora cinematográfica que, en un primer momento, se limitaba a comprar películas eróticas suecas para remontarlas, doblarlas al inglés y estrenarlas en Estados Unidos.

El éxito de esta peculiar fórmula hizo que Cannon comenzase a producir sus propias películas. Todas ellas tenían un presupuesto fijo de 300.000 dólares (alrededor de 280.000 euros) y, aunque no generaban una gran facturación en la taquilla, permitían mantener la empresa a flote y sufragar los siguientes rodajes.

Así fue hasta 1970, cuando la empresa produjo Joe, película de John G. Avildsen protagonizada por Peter Boyle, actor recordado por su papel de monstruo en El jovencito Frankestein de Mel Brooks.

La cinta, cuyo guion obtuvo una nominación al Oscar y una gran respuesta del público, hizo que Cannon decidiera emprender proyectos más ambiciosos. Sin embargo, esas nuevas producciones no funcionaron tan bien como Joe.

Tras enlazar fracaso tras fracaso, a finales de los 70 Cannon estaba sumida en una grave situación económica y financiera.

Fue en esa difícil coyuntura cuando, de manera providencial, aparecieron dos primos judíos que, después de haber triunfado con sus películas en Israel, buscaban abrirse camino en Estados Unidos. Se trataba de Menahem Golam y Yoram Globus, realizador y productor respectivamente, que decidieron comprar Cannon Films.

Dos fanáticos del cine

Golam había nacido en Tiberiades en 1929. Cuando era un niño, estaba fascinado por las películas de Hollywood, hasta el punto de ir al cine hasta tres y cuatro veces a la semana, algo a lo que también contribuía que su tío Shmuel Globus, padre de su primo Yoran, tuviera un cine en la ciudad.

Durante su juventud, Menahem combatió en la guerra árabe israelí de 1948 como piloto de aviones, pero al finalizar el conflicto, abandonó el ejército y se marchó a Europa y Estados Unidos para estudiar aquello que había sido su pasión desde la infancia: el negocio del espectáculo.

Tras cursar arte dramático en la London Academy of Music and Dramatic Art y cine en la Universidad de Nueva York, Menahem regresó a Israel. Allí, cambió su apellido por Golan, comenzó a producir espectáculos musicales y, tras fundar Noah Films con su primo Yoran Globus, empezó a dirigir sus propias películas.

Durante los años sesenta, tres de cada cuatro películas producidas en Israel llevaban la firma de Globus y Golan, cuya pasión por rodar era tal, que no dudaba en afirmar, medio en serio, medio en broma: "no tengo coche, ni nevera, ni siquiera tengo casa. Lo único que tengo es mujer y tres hijas. Si para rodar tengo que hipotecar a mi esposa y mis hijas, lo haré".

Menahem, que había llegado a ser asistente de dirección de Roger Corman, aprendió del maestro estadounidense de las películas de serie B a rodar títulos baratos a la hora de producir, en los que abundase la acción, el terror o el erotismo, y que funcionasen en taquilla.

Alumnos aplicados de Corman, Golan y Globus rodaron decenas de películas que, si bien no se caracterizaban por su buena factura o buen gusto, se convirtieron en verdaderos fenómenos en Israel.

Por ejemplo, Lemon Popsicle, una película ambientada en el Tel Aviv de los años cincuenta en la que un grupo de adolescentes descubren el amor y el sexo. La cinta no solo se adelantó tres años a la saga estadounidense Porky’s, sino que continúa siendo la película más taquillera en la historia del cine israelí a día de hoy.

A por el mercado internacional

A mediados de la década de 1970, las películas de Golan y Globus comenzaron a ser más ambiciosas. Además de aumentar ligeramente el presupuesto de producción, contaron con actores internacionales como Klaus Kinski, lo que ayudó a que fueran distribuidas en el extranjero.

Llegados a ese punto, a Israel se le comenzó a quedar pequeño, por lo que decidieron probar suerte en Estados Unidos, país del que eran originarias muchas de esas películas que tan felices les habían hecho de niños.

La llegada de los dos primos no pasó desapercibida para la industria de Hollywood. Entre otras cosas, por su decisión de mantener en Norteamérica el sistema de trabajo que tenían en su país de origen: "Cannon es la única compañía que ama el cine. No tenemos hobbies. El cine es nuestra vida", declaró Golan en una entrevista.

A continuación, explicó que, en sus proyectos, el 90% del presupuesto iba para sufragar la película y no para pagar limusinas, restaurantes o fiestas. El único gasto extraordinario que se permitían Golan y Globus era el destinado a viajar anualmente al Festival de Cannes para vender sus producciones.

En la costa azul francesa, los dos primos posaban ante la prensa uniformados con sudaderas con el logotipo de Cannon Films y se reunían con distribuidores de diferentes partes del mundo, algunos de los cuales ni siquiera hablaba inglés.

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Desparpajo y picardía

Lejos de ser un problema, Golan y Globus tenían recursos suficientes para salir airosos del trance y conseguir que esos distribuidores, no solo comprasen sus películas sin hablar inglés, sino que lo hicieran sin haberlas visto, sencillamente porque, algunas de ellas, ni siquiera habían sido rodadas.

Para ello, los dos productores se limitaban a mostrar a los distribuidores carteles con un título impactante, la foto de uno de los actores de renombre que trabajaban para la compañía en una pose de acción e improvisaban una sinopsis sobre la marcha.

Solo cuando la película había sido comprada por varios de esos distribuidores y se habían cubierto los gastos de producción, Golan y Globus comenzaban a rodarla.

Ese mismo desparpajo era el que utilizaban a la hora de decidir los temas de las películas. Algunas de ellas, como en el caso de Breakdance, se rodó solo porque una de las hijas de Golan le dijo a su padre que ese baile estaba de moda entre los jóvenes que, al fin y al cabo, eran los que acudían a los cines.

En otras ocasiones, combinaban en una misma producción los temas de aquellas películas que habían sido todo un éxito en otras compañías. Por ejemplo, mezclaron Flashdance con una película de ninjas en Ninja III. La dominación o El lago azul, La carrera del siglo y Lawrence de Arabia en Aventuras en el Sahara.

Sin embargo, de todos esos trucos, el más curioso tal vez fuera el referente a Desaparecido en combate y Desaparecido en combate 2. Previendo que estas cintas protagonizadas por Chuck Norris iban a ser un gran éxito, Golan y Globus las rodaron casi a la vez.

Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que la segunda era considerablemente mejor que la primera. De estrenarse en su orden lógico, pensaron, los espectadores se desanimarían y no irían a ver la segunda.

Ni cortos ni perezosos, los primos decidieron estrenar antes Desaparecido en combate 2. Nadie pareció darse cuenta y la estrategia fue todo un éxito.

Libertad creativa y cine de autor

Poco a poco, Cannon Films fue abriéndose camino en Hollywood. Estudios o directores que antes ni siquiera hubieran respondido al teléfono de Golan y Globus, vieron en la empresa de estos dos avispados emprendedores la solución para superar una mala racha económica.

Este fue el caso de Metro Goldwyn Meyer, que comenzó a distribuir las películas de Cannon, o el de algunos de los más prestigiosos directores del cine mundial. John Cassavetes, John Frankenheimer o Herbert Ross, por ejemplo, rodaron películas con Cannon Films disfrutando de una libertad creativa casi absoluta.

Lo mismo sucedió con Jean-Luc Godard, que firmó el contrato con la productora en la servilleta de un restaurante y entregó una película que no tenía ni pies ni cabeza, o Franco Zefirelli que, tras rodar una versión por todo lo alto de la ópera Otello, declaró que Golan y Globus eran, a pesar de su heterodoxia, los mejores productores para los que había trabajado en su vida.

Los éxitos de taquilla de las películas de serie B no solo permitieron sufragar ese tipo de cintas de autor, sino que, además, animaron a los dos socios a diversificar las actividades de Cannon Films.

De ese modo, a la producción de películas se sumó la gestión de activos inmobiliarios, la inauguración de una nueva sede, la compra de los estudios Thorn EMI, la adquisición de los archivos Pathé y la compra de varias cadenas de salas de cine en países como Inglaterra o Italia.

A pesar de esa buena situación, el hecho de que Golan y Globus ampliasen sus actividades provocó que ya no dedicasen tanto tiempo a aquello que realmente sabían hacer bien: producir películas.

Además, después de décadas de carrera, su talento para encontrar temas que llevasen a los espectadores al cine se resentía, por lo que intentaron suplir esa falta de ideas con la contratación de grandes estrellas.

Una de ellas fue Sylvester Stallone que, debido a la discutible fama de los dos productores, solo aceptó trabajar con ellos a un precio totalmente fuera del mercado, 25 millones de dólares (el resto de las estrellas de Cannon apenas cobraban 2 o 3 millones).

Cae el telón

A diferencia de otras ocasiones, esta heterodoxa política empresarial no dio buenos resultados. Las películas protagonizadas por Stallone fueron un fracaso que no cubrieron la inversión realizada para contratarlo.

A su vez, los siguientes proyectos, como Superman IV, Masters del Universo o el debut en la pantalla de Jean Claude Van Damme, tampoco funcionaron en taquilla. Cannon Films comenzó a tener deudas cada vez mayores y el público fue perdiendo interés por sus delirantes propuestas cinematográficas.

A todo ello, se sumó que la imagen de la compañía en Hollywood empeoró, porque su política de contratación a golpe de talonario había provocado que las estrellas de los otros estudios exigieran cachés iguales o superiores a los de Stallone.

Necesitados de financiación urgente, Golan y Globus recurrieron a Giancarlo Parretti, un hombre de negocios italiano con buenos contactos en Crédit Lyonnais, que en 1989 compró más de un tercio de las acciones de la compañía por 250 millones de dólares (unos 210 millones de euros).

No obstante, y aunque la operación resolvía buena parte de los apuros económicos de Cannon Films, la presencia de Parretti comenzó a generar problemas personales. Golan y Globus, cuya confianza era tal que alardeaban de copiarse la firma para librar cheques y otros documentos, comenzaron a tener fricciones entre ellos.

La razón no era otra que la presencia de Parretti que, lejos de ser un diligente hombre de negocios, resultó ser un diletante al que le gustaba más el estilo de vida de Hollywood que los negocios y que acabó respondiendo de sus actividades ante la justicia europea y estadounidense acusado de fraude.

Ante semejante escenario, que lastraba la capacidad de Cannon Films de producir películas, Menahem Golam decidió abandonar a sus dos socios y fundar 21st Century.

Con esta nueva compañía, siguió produciendo y rodando en Estados Unidos hasta que a finales de los años noventa decidió regresar a Israel, donde fue reconocido como uno de los grandes realizadores cinematográficos del país.

A pesar de sus esfuerzos por reflotar la empresa, Globus terminó tirando la toalla en 1994. Ese año cerró Cannon Films y regresó también a Israel. En su país natal fundó una nueva empresa dedicada a la producción audiovisual y la explotación de salas cinematográficas, que acabó vendiendo en 2015 para regresar a Hollywood.

En la meca del cine puso en marcha Rebel Way Entertainment, empresa cuya actividad en el mundo actual puede resultar tan descabellada como Cannon Films: hacer que los jóvenes aficionados a Internet, los teléfonos móviles y YouTube regresen a las salas de cine convencional.

Aunque nunca pulieron del todo sus diferencias, Golan y Globus volvieron a reunirse en 2014. El motivo fue el estreno de The Go Go Boys: The Inside Story of Cannon Films, un documental realizado bajo su supervisión, que repasaba de forma amable la historia de la productora.

Los primos asistieron juntos al estreno, que tuvo lugar en la 67 edición de Cannes, el festival en el que ellos se habían hecho notar durante años, hasta el punto de que muchos críticos llegaron a apodarlo, de forma burlona, el Festival de Cannon.