Inversión de impacto: ¿más rentable que la inversión tradicional?


La pandemia del Covid-19 y el descontento social han acelerado un cambio en los límites del discurso público aceptable y han normalizado ideas que en el pasado se consideraron radicales, como la inversión de impacto.

En el mundo empresarial se ha puesto en tela de juicio el principio de que se deben elevar al máximo y a cualquier coste las rentabilidades para los accionistas, lo que ha afianzado la inversión sostenible como destino de primer orden para los capitales de los inversores. Sobre estas líneas abordamos las ideas que subyacen a esta transformación y sus consecuencias.

El capitalismo sostenible y de impacto pisa el acelerador

Los beneficios ya no son la gran prioridad que solían ser para los inversores. En décadas anteriores, las conferencias de presentación de resultados se centraban en el beneficio por acción del trimestre, la evolución con respecto a trimestres anteriores y las expectativas. Estas cifras expresan las prioridades del capitalismo de los accionistas y sus parámetros de éxito empresarial.

Aunque los indicadores de valoración de las acciones tienen pocas probabilidades de cambiar, sí hemos visto cómo desde marzo los consejeros delegados y los directores financieros han mostrado un énfasis muy diferente en las conferencias de presentación de resultados.

Están tratando de comunicar otras cifras para visibilizar sus esfuerzos por proteger y apoyar a sus empleados, a sus clientes, a sus proveedores y a la sociedad, poniendo el acento en muchos casos en sus ayudas directas en forma de fabricación y suministro de medicinas, dispositivos médicos y equipos de protección”, resalta Ned Salter, responsable de análisis global e inversiones en Asia menos Japón del área de renta variable de Fidelity.

La crisis del coronavirus ha cuestionado la capacidad de la sociedad para atender necesidades fisiológicas básicas como la seguridad y la salud, de ahí que haya acelerado la adopción del capitalismo sostenible, en especial en cuestiones relacionadas con el bienestar social.

La pandemia supone una amenaza externa para la población, tanto en términos biológicos como económicos, y ha dado lugar a una respuesta colectiva para derrotarla que nos ha devuelto casi a tiempos de guerra, acentuando la necesidad de preservar el ecosistema natural y humano del que todos dependemos.

Este último aspecto podría terminar provocando una revolución. “Entre las empresas está cundiendo la idea de que su existencia como sistema de asignación de recursos se fundamenta en un permiso implícito otorgado por la sociedad y que dicha existencia solo puede fortalecerse buscando resultados que beneficien a todos, en lugar de unos pocos”, apunta Benjamin Moshinsky, experto independiente en inversiones sostenibles.

Así, es probable que la experiencia extrema y trágica de la pandemia de Covid-19 haya provocado un cambio permanente en la mentalidad y las actitudes hacia el capitalismo sostenible”, agrega.

Si la puerta que permitía combinar el objeto social y el bien común estaba entreabierta antes de la crisis, los sucesos de los últimos cinco meses la han abierto de par en par”, concreta Salter.

Corroborar la transformación sobre el terreno

Se ha podido corroborar esta transformación del objeto social a través de la encuesta que Fidelity realizó a más de 140 de nuestros analistas en todo el mundo.

Por ejemplo, en más de la mitad de las respuestas a la edición de mayo de la Encuesta a Analistas de la gestora norteamericana se puso de manifiesto que las empresas tenían intención de redoblar su atención a los empleados, los consumidores y la sociedad en general como resultado directo de la pandemia.

En los diversos sectores y regiones, sus analistas señalaron que la salud del personal ha sido una cuestión de máxima prioridad para los directivos y que las empresas dedicarán más atención a la seguridad y el bienestar de los empleados en el futuro.

La encuesta también reveló que, a consecuencia de la crisis, para algunas compañías demostrar civismo empresarial y apoyar a las comunidades en las que operan se ha convertido en un elemento esencial a la hora de elevar y mantener el valor de su marca”, comenta Wen-Wen Lindroth, estratega jefe de inversión y analista senior de deuda corporativa de la firma estadounidense.

Un mes después, la edición de junio de la encuesta puso de relieve que en algunas áreas esta tendencia pervivirá más allá del brote de COVID-19. El 15% de los analistas de Norteamérica —un porcentaje mayor que en Europa— afirma que esperan que la mayoría de los cambios de tipo social en las empresas sean permanentes.

Más allá de la pandemia, el descontento social y las protestas multitudinarias han sido factores clave. Un analista de empresas de consumo básico europeas señala que “el suceso que podría generar más cambios sociales es la muerte de George Floyd en Estados Unidos”.

El crecimiento masivo de los bonos verdes

Este mayor apetito por la sostenibilidad y el impacto social y medioambiental ha legado a un crecimiento espectacular del mercado de los bonos verde.

En 2019, sin ir más lejos, registró emisiones de activos verdes por valor de 234.000 millones de dólares, lo que supone un aumento de más del 50% con respecto a los 150.000 millones de dólares emitidos en 2018.

Si bien el volumen de emisiones se había mantenido relativamente plano en 2018 y 2017, en 2019 aumentó significativamente el número de emisores que se incorporaron al mercado, en comparación con años anteriores.

Según la firma líder en gestión de activos Insight Investment, parte de BNY Mellon IM, este momento marca un punto de inflexión en el alcance de las oportunidades a disposición de los inversores.

Los sectores en los que se centran principalmente estos instrumentos (servicios financieros, gobiernos, empresas de suministros, energía e industriales) experimentaron un crecimiento sustancial de las emisiones, con el sector financiero en cabeza, que sumó más de 78.000 millones de dólares en bonos verdes a lo largo del año.

Además, la entrada del sector de telecomunicaciones ha mejorado la diversidad del mercado. Los Países Bajos emitieron su primer bono verde en 2019 y Alemania anunció su intención de emitir un bono verde en 2020.

Como explica Josh Kendall, analista ESG senior en Insight Investment: “la emisión de bonos verdes alcanzó niveles récord en 2019, por lo que el universo de inversión supera ahora los 747.000 millones de dólares”. El fuerte apoyo que está recibiendo la transición climática marca un punto de inflexión para los inversores.

Esperamos que 2020 sea otro año récord para los bonos verdes, ya que los datos preliminares sugieren que las emisiones podrían alcanzar los 300.000 millones de dólares”, asegura.

El aumento de la emisión de bonos de impacto social y sostenible sumó 35.000 millones de dólares en 2019, lo que, junto con los bonos verdes, llevó la emisión total de instrumentos de impacto hasta los casi 300.000 millones de dólares (299.800) en el año.

El mercado también acogió nuevos tipos de instrumentos de impacto como el bono de transición de Enel, que podría abrir la puerta a más emisiones por parte de compañías petroleras en 2020.

Aunque el crecimiento de los instrumentos de impacto resulta alentador, en demasiados casos nos encontramos con que los objetivos establecidos por los emisores carecen de convicción y de ambición”, afirma Kendall.

Queremos que se le preste mucha más atención a la calidad de las propuestas subyacentes. En Insight, solo le hemos dado el visto bueno al 27% de los más de 120 bonos de impacto que hemos revisado. Y esto se debe a que el mercado todavía tiene dificultades para ofrecer información transparente que demuestre claramente el impacto positivo”, analiza.

Acciones corporativas y capitalismo sostenible

En estas circunstancias sin precedentes, este marco guía la forma en que nuestros equipos interactúan diariamente con los ganaderos, los proveedores, los clientes, los consumidores, los profesionales sanitarios y los pacientes, pero también con sus socios comerciales, los gobiernos y las autoridades sanitarias, según expuso Emmanuel Faber, presidente y consejero delegado de Danone en la presentación de resultados del primer trimestre de 2020.

A pesar de los progresos que ha conseguido Estados Unidos, con demasiada frecuencia se niega a los afroamericanos privilegios básicos que otros dan por sentados. No son privilegios como la salud, la educación o las oportunidades laborales, sino de derechos humanos y civiles fundamentales y la dignidad y el respeto que llevan aparejados.

Así, escuchar lo que dicen las empresas resulta útil, pero es mejor estar atentos a lo que hacen en realidad.

Muchas empresas cotizadas están cambiando la forma de asignar recursos. “Están reduciendo las recompras de acciones, los dividendos y las gratificaciones extraordinarias a los directivos y apostando por garantizar los empleos y ofrecer bajas médicas retribuidas más largas, mejoras en las coberturas de los seguros médicos y cuidados infantiles”, explica José Luis Cárpatos, director de Gloversia Eafi.

El mercado de bonos de impacto se dispara

Siguiendo este hilo, la realidad es que el auge de los bonos de impacto es cada vez mayor y más diverso. Han llegado no solo para quedarse, sino para crecer exponencialmente.

Con todo, aún muchos de los instrumentos más recientes no cumplen con los requisitos mínimos de sostenibilidad establecidos por Insight Investment, una de las principales gestoras de activos y de riesgo.

Según las estimaciones que se manejan, cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas requerirá una inversión total de entre cinco y siete billones de dólares de aquí a 2030.

Se espera que los bonos de impacto, que se usan para financiar proyectos con un impacto medioambiental o social positivo, contribuyan en gran medida a alcanzar esa cantidad.

No obstante, en Insight creen que es urgente que exista una mayor alineación entre los objetivos que persiguen estos bonos y los intereses estratégicos de las empresas que los emiten.

Demasiados bonos de impacto son simplemente programas de sostenibilidad desarrollados expresamente para la ocasión y tienen poco que ver con las actividades diarias del negocio del emisor”, asegura Josh Kendall, analista senior de ESG en Insight Investment.

La pregunta es inevitable: ¿qué autenticidad tienen estos bonos? Nos gustaría llegar al punto en el que los objetivos de un bono de impacto fuesen indistinguibles de las operaciones del emisor”, cuenta.

Los analistas de Insight usan los colores del semáforo para calificar los bonos de impacto, señalando aquellos aptos para ser incluidos en las carteras de crédito. El color rojo puede responder a diversos motivos, pero, normalmente, denota falta de transparencia sobre el impacto medioambiental de estos instrumentos.

Aunque el mercado de emisiones está dominado por los gobiernos, las empresas del sector financiero y las de suministros públicos (utilities), hay cada vez más diversidad: en 2019, tres operadoras de telecomunicaciones han emitido bonos de impacto para los que la demanda superó la oferta.

Es bueno que haya más diversidad, aunque las iniciativas de impacto en sectores como el de los suministros públicos pueden provocar cambios más profundos si logran mejoras de eficiencia en las industrias más intensivas en carbono”, repasa el experto.

A la hora de valorar estos bonos, nos centramos en la alineación entre el núcleo del negocio del emisor y el compromiso con comunicar de forma cuantitativa y transparente el impacto del bono”, termina su análisis.

En definitiva, este tipo de inversión ha llegado para quedarse en los mercados y para sobresalir durante los próximos años. Invertir será sostenible para generar un impacto social y ambiental o no será nada.

Las valoraciones vertidas por nuestros expertos son opiniones de carácter particular y no representan una recomendación de inversión concreta. Para maximizar los beneficios de tu capital consulta con un especialista para que te asesore conforme a tus necesidades.