Volver al pueblo para emprender: oportunidades del éxodo rural


En 1960 España seguía siendo un país eminentemente rural. La Guerra Civil había retrasado su industrialización, y los planes de reforma puestos en marcha durante esa década todavía tardarían bastantes años en empezar a hacer efecto.

El 43,4% de la población de aquella época vivía en el campo porque ahí es donde estaban las oportunidades laborales y las redes familiares.

¿Qué paso desde entonces? En apenas medio siglo el mundo cambió por completo, y a fecha de 2015 ya solo quedaba un 19,7% de españoles residiendo fuera de las grandes urbes. Es a lo que académicamente se le ha llamado “Éxodo Rural” que ha tenido como principal víctima la España vacía.

Los ríos han cambiado de trayectoria

Hoy buscar un trabajo, emprender o formar una empresa pasa necesariamente por residir u operar en alguno de los grandes núcleos de población de la península; en Madrid si se busca el carácter internacional, en Barcelona si se persigue el turismo o la industria, y en País Vasco si se quiere construir un proyecto más técnico e industrial.

Mientras tanto, zonas como Extremadura, Aragón o Galicia sufren un abandono cíclico que sigue alejando la inversión y el interés económico de la población. Basta con mirar un dato demoledor: en 1.109 municipios no vive ningún niño de entre 0 y 4 años, y en 393 más de tres cuartas partes de los habitantes superan los 65 años de edad.

El abandono de los jóvenes en busca de oportunidades se ha traducido en la configuración de una población demográfica abocada a la desaparición. Eso, a su vez, retraer los incentivos de las empresas a invertir en dichas regiones, y sigue reduciendo el ya mermando tejido económico.

De aquí a 2050, las zonas rurales perderían otro 8% de población, camino hacia lo que los expertos consideraban en 2019, una evaporación absoluta de la actividad humana en esta España para el próximo siglo. Pero entonces apareció de por medio la pandemia de la COVID-19.

El confinamiento y el miedo hacia las aglomeraciones contuvo, por primera vez en décadas, aquel proceso de trasvase demográfico iniciado a mediados del siglo XX. Miles de personas comenzaron a pensar en cambiar sus casas ubicadas en las grandes urbes, para irse a vivir al campo.

De acuerdo con datos de Servihabitat, a finales de verano de 2020 ya se había disparado nada menos que un 46% (desde enero) la búsqueda de fincas rústicas en el portal inmobiliario Fotocasa. Solo en Guadalajara y Soria, por ejemplo, se produjo un repunte del 57%. En la ciudad manchega un 24% de sus habitantes ya provienen de Madrid.

El mayor flujo interprovincial que ha vivido España en las últimas tres décadas”, indica El Confidencial, “ha sido de Madrid a Toledo, con 320.000 desplazamientos acumulados. Y a Guadalajara se han ido más de 160.000 personas. En total, casi medio millón de habitantes, tantos como para construir la séptima mayor ciudad de España en apenas tres décadas”.

Eso sí, no todo es responsabilidad de esta megaurbe. ‘‘No es algo particular de la capital, en Cataluña observamos un aumento de demanda del 63% para ir a vivir a las afueras de las grandes urbe”, señala la inmobiliaria.

En paralelo a este cambio de tendencia demográfica, se ha despertado un interés por capitalizar ese nuevo publico llegado a los pueblos. Hoy todavía más del 85% de los españoles viven en menos del 20% del territorio, pero la proyección indica una corrección suave más que interesante.

No significa que las empresas y los inversores se hayan lanzado a poblar el campo con sus proyectos, pero sí que se ha instaurado un importante debate nacional en torno a las carencias de estas zonas.

Los déficits en telecomunicaciones, la precariedad de servicios educativos y sanitarios, y la falta de alicientes culturales y de ocio complican que los profesionales se trasladen'‘, apunta Sergio Molino, autor de “La España vacía”.

Si miramos al medio rural en 2021 es fácil encontrarle carencias importantes para el emprendimiento. Pero muchas de las personas que han comenzado a tejer sus proyectos entre acacias y encinas lo han hecho, no solo pensando en la actualidad, sino también en el futuro.

El campo es duro pero también interesante

Aunque la conexión a Internet no llega por fibra óptica, apenas hay Transporte Público, y el ocio es inexistente, la Transformación Digital está consiguiendo que municipios de Huesca o Ávila estén despertando el interés de los emprendedores. ¿Cómo es posible?

Hasta hace menos de un lustro, operar desde el campo suponía necesariamente renunciar a la velocidad que demanda el mercado internacional, olvidarse de llegar a grandes públicos, y correr el riesgo de sufrir un vacío lógico de partners y proveedores. Las mejoras tecnológicas han echado abajo todo eso.

Por un lado porque el Gobierno aprobó la pasada primavera el Plan de Medidas ante el Reto Demográfico, que incluye un paquete de 100.000 millones de euros para cosas como la extensión al 100% del territorio de la banda ancha o la instalación de puntos de recarga para vehículos eléctricos.

Muchas de las 136 medidas que comprende esta iniciativa —puestas en marcha entre 2021 y 2023— están enfocadas a rebajar la barrera de entrada que encuentran las empresas a la hora de trabajar en zonas rurales.

El Plan de Medidas marca como objetivo universalizar la cobertura de banda ancha en movilidad de 30 Mbps e intensificar la extensión de banda ancha ultrarrápida de 100 Mbps para garantizar la digitalización del medio rural, facilitar su relación con la Administración Tributaria y reducir la brecha digital en centros educativos y de formación profesional”.

Eso por el lado de la conectividad. El plan, no obstante, también comprende el desarrollo de “proyectos dirigidos a la creación de territorios inteligentes”. Lo que se ha catalogado como Smart Cities. Estas no serán otra cosa que una red de centros de innovación para la investigación y el emprendimiento en el campo.

Y la cosa sigue. La iniciativa incluye medidas para reforzar los servicios públicos, promocionar la cultura o impulsar el turismo. Todo ello haría fluctuar la población revitalizando municipios que cultivarían importantes oportunidades empresariales para quienes estén interesados.

Todavía no se conocen medidas concretas, pero se prevé que el Estado emita incentivos importantes a las organizaciones y los emprendedores que se lancen al campo. Eso de por sí ya supondría una ventaja competitiva respecto a las empresas de las ciudades, y alimentaría aún más el atractivo por unos mercados sin apenas competencia.

El Plan favorece la transformación digital de sectores como la industria, la actividad agraria o el comercio en entornos rurales a través de actuaciones efectivas sobre el territorio, entre las que destacan el fomento de la Oficina Nacional de Emprendimiento (ONE), el Programa de Modernización del Comercio o el Plan para la Formación Profesional, el Crecimiento Económico y Social y la Empleabilidad (Aulas Mentor)”.

A finales del pasado 2020 el Gobierno ya abrió una fase de consulta para que los municipios enviaran sus dudas, demandas e intereses. Pues bien, más del 60% de las 4.200 iniciativas recibidas provinieron de pequeños ayuntamientos.

La llave maestra del teletrabajo

No todos son sueños y futuro. Aunque las medidas adoptadas a nivel institucional bien seguro ralentizarán el éxodo rural, habrá que esperar por lo menos una década para sacar conclusiones en claro. ¿Por qué entonces ya hay emprendedores y empresas que están migrando a la Alcarria?

La respuesta pasa por el teletrabajo. Impuesto por el confinamiento para las empresas, este modelo de trabajo hasta entonces residual en España, se llegó a convertir en la alternativa principal de las organizaciones durante las últimas semanas de la primavera.

Más de un año después, el trabajo a distancia sigue construyendo los planes laborales de la próxima década en muchas empresas.

Cruzado con el fenómeno demográfico, esta tendencia explica por qué a 1 de enero de 2021 los municipios españoles con menos de 10.000 habitantes presumían de haber obtenido casi 60.000 vecinos nuevos, con una subida interanual del 0,6% (en los pueblos de menos de 5.000 habitantes el saldo también creció un 0.1%).

Un trabajador de Barcelona, por ejemplo, ahora puede solicitar a su empresa el teletrabajo, y marcharse a vivir a un pueblecito de Aragón en el que haya conexión de alta velocidad. Esto, que a pequeña escala parece anecdótico, terminaría revitalizando el campo y dándole la vuelta al ciclo retroalimentado de la despoblación. “Más habitantes, más demanda, más negocio, más inversiones”.

La reciente Ley del Teletrabajo aprobada tras muchos meses de incertidumbre y litigios a expensas de un inexistente marco regulatorio, ha fomentado la introducción a largo plazo de este modelo de producción en muchas empresas. De ahí que se esté hablando cada vez más del workation.

Este término, acuñado en 2010 por el cofundador de Uber, Travis Kalanick, viene a definir una mentalidad que desdibuja las fronteras entre trabajo y vacaciones. Es a lo que coloquialmente se le ha llamado como “trabacaciones” de forma despectiva (en caso de no haber conciliación laboral), y que ahora muestra un lado positivo y factible.

Las personas que practican el workation viven en zonas rurales o poco pobladas cercanas a parques naturales, playas o el mismo campo. Terminan la jornada de teletrabajo, y salen de casa para disfrutar de esa parte de “vacaciones”. Aunque tradicionalmente se ha considerado que los pueblos no hay ocio, en realidad lo que no existe es el ocio electrónico.

La naturaleza sirve como fuente de inspiración, relajación y entretenimiento a unos trabajadores que fomentan la construcción de una industria pujante. Tal y como señala SEO/Birdlife, este sector disfrazado de turismo tiene un potencial económico de 3.700 millones de euros anuales. Lo que equivale a 268 euros por cada una de las 13,8 millones de hectáreas de la Red Natura 2000.

El Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas señala que entre 2019 y 2020 la implantación del workation creció del 4,8% al 34%, por lo que no es arriesgado afirmar que convertir los parques, lagos, y pueblos en medios de disfrute puede suponer una plataforma sostenible de emprendimiento y éxitos empresariales.

Este fenómeno va de la mano de los espacios de coworking, centros bien conocidos en las grandes ciudades para el emprendimiento, que en zonas rurales cobran una nueva dimensión. Primero porque ofrecen un espacio de trabajo consistente (en cuanto a conectividad y recursos) y segundo porque sirven de hubs de networking para los empresarios del campo.

Por 25 euros al mes tengo despacho propio, wifi, calefacción, impresora y fotocopiadora. Una buena solución que viene a paliar los problemas de servicios de los pueblos pequeños”, explica a El País Sergio Monforte, abogado de Monforte Asociados y cliente del coworking de Alcorisa, un municipio de Teruel con menos de 4000 habitantes.

Todos estos avances y tendencias ayudan a desdibujar la imagen de medio hostil que tiene el mundo rural en las ciudades, y empieza a despegar las inversiones privadas.

En Andalucía, por ejemplo, la Asociación para el Desarrollo Rural de Andalucía (ARA) busca negocios con potencial para inyectar parte de los 100 millones anuales que tienen con el respaldo de la Red Business Marktet de Inversión.

"Hay emprendedores muy bien preparados con el uso de las nuevas tecnologías y que, posiblemente, tienen una buena idea, pero les falta esta financiación", opina el presidente David Javier García.

En el entorno rural tenemos empresas ya consolidadas, que conocen su sector y ven oportunidades de negocio, aunque, desgraciadamente, no tienen la suficiente musculatura financiera para asumir sus retos".

Balas de paja para iniciar la migración

No es nada fácil hablar de ideas concretas para emprender en el medio rural, porque cada zona tiene unas características propias y cada empresario busca satisfacer prioridades cocinadas con antelación. Sin embargo, hay ya grandes campos de actividad sobre los que sí se puede hablar.

El eCommerce recoge ya negocios de todo tipo que operan desde pequeños municipios, y gracias a Internet pueden competir con las empresas de las grandes ciudades sin encontrar desventajas en materia de proveedores, clientes o marketing y comunicación.

Estas empresas se ahorran los costes fijos de la oficina, alquilan almacenes a precio de saldo y encuentran sinergias con mucho potencial en productos de fabricación local.

En el campo también están encontrando oportunidades los negocios dedicados a la construcción de viviendas ecológicas. Son organizaciones que fabrican materiales de bio-construcción, y que en ocasiones también ofrecen servicios de bio-rehabilitación.

Para ellas, ni siquiera es necesario mudarse al pueblo, porque pueden operar desde la ciudad beneficiándose de la cercanía con proveedores.

Una situación igual de favorable es la que viven las empresas dedicadas al cultivo ecológico y local o las sumergidas en el cuidado de la tercera edad. Con un 30% de las personas de esas zonas superando los 65 años, y en algunos casos poco respaldo público por falta de infraestructuras, estos emprendedores crecen sin apenas competencia.

Es un contexto del que también se lucran las asesorías legales. Y es que muchos habitantes rurales y emprendedores que llegan para implantarse, albergan no pocas dudas respecto a la extensa y compleja normativa agrícola. ¿Qué tengo que saber acerca de la maquinaria? ¿Qué puedo y no puedo cultivar en mi terreno? Son cuestiones habituales que los abogados especializados pueden resolver.

"Para emprender un negocio ganadero, lo primero es que estéis seguros de que queréis trabajar en la ganadería, ya que se trabaja 365 días al año”, explica a el Heraldo Esther, una ganadera de Ojos Negros que forma parte de la plataforma raices.info impulsada por la asociación Agricultores Jóvenes en Red.

Os recomiendo que visitéis otras explotaciones del mismo tipo de animal del que os queréis hacer cargo y, si seguís adelante, buscad asesoramiento en UPA y una financiación adecuada a las posibilidades de cada uno. La formación es muy importante, os aconsejo que hagáis todos los cursos que podáis”.

La voz de quienes ya se manejan entre pastos suele coincidir siempre en los mismos elementos: compromiso, ilusión, planificación, estudio y financiación. Volar al campo no es sencillo pese a que, como se dice comúnmente, “está todo por hacer”.

Esa ventaja inicial puede acabar en saldo negativo por la falta de infraestructuras y en algunos casos, la endogamia socioeconómica de los municipios.

El mundo rural está despertando tras décadas de letargo gracias a la digitalización, el cambio de paradigma grabado por la pandemia, y unas urbes que se asoman al borde de sus propias capacidades de crecimiento.

Nadie sabe qué pasará de aquí a 2050, ni siquiera qué negocios serán los que capitanearan la reconquista del secarral, pero lo que es seguro es que fuera de las grandes carreteras de circunvalación y del ruido, seguirá habiendo oportunidades.

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