En el mundo de la tecnología es posible encontrar empresarios cuyo nombre está inseparablemente unido a una compañía: Steve Jobs y Apple, Jeff Bezos y Amazon, Elon Musk y Tesla. También nuestro protagonista de hoy, William Henry Gates III, más conocido como Bill Gates, cofundador de Microsoft.
Hoy esta empresa es mundialmente conocida por Windows y su paquete Office 365, por la videoconsola Xbox, por su plataforma de big data Azure y por otras tantas cosas. Pero no siempre fue así. Como casi todas las empresas citadas más arriba, Microsoft empezó haciendo solo una cosa.
Microsoft la fundaron en 1975 Bill Gates y Paul Allen, dos cerebritos apasionados de la informática. Es posible que hoy cualquiera se reconozca más o menos aficionado a la informática o a la tecnología, pero entonces (hace casi 50 años) era muy, muy raro.
Tan raro como que un colegio privado, el Lakeside de Seattle, tuviera un ordenador. Un ordenador, atención. Para todo un colegio.
Cuenta la historia oficial que el joven estudiante Gates, cuando contaba con unos 13 años de edad, se aficionó rápidamente a la informática gracias a trastear con ese ordenador primitivo.
En este mismo colegio conoció a Allen, tres años mayor que Gates y rival de este para repartirse las horas de uso de la máquina. La amistad que surgió en el colegio Lakeside iba a durarles a Gates y a Allen toda la vida.
Terminados los estudios, Allen se marchó a la Universidad Estatal de Washington y Gates, a la de Harvard. Entre ambas universidades había más de 700 kilómetros de distancia, aunque esa distancia no se prolongaría demasiado tiempo.
Un par de años después de iniciar sus estudios, Allen los abandonó para trabajar en una empresa de software en Boston, muy cerca de donde estudiaba su amigo. En 1974 vio en una revista especializada en electrónica el Altair 8800, uno de los primeros ordenadores personales.
Faltos como estaban de poner en práctica lo aprendido en la universidad (o aprendiendo, pues Gates seguía en Harvard), los dos amigos se propusieron adaptar un lenguaje de programación a esa nueva máquina, y presentar su trabajo a la compañía fabricante del ordenador, llamada MITS (Micro Instrumentation and Telemetry Systems).
Al equipo de MITS les gustó tanto lo que hicieron Allen y Gates que ficharon al primero como vicepresidente y director de software. El puesto no le duró mucho, porque meses después dejaría caer a Gates que debían crear una empresa juntos: una semilla que sonara a microcomputer y software, pero con más punch. En 1975 nace "Micro-soft".
El primer lustro de Microsoft (perdió el guion en 1976) resultó apasionante, al menos en términos de programación. Allen y Gates terminaron la década de los 70 tecleando en sus enormes y ruidosas computadoras con monitores de dos colores.
En 1980 les llegó la gran oportunidad: repetir algo parecido a lo que habían hecho con el Altair 8800, pero con el gigante mundial de los ordenadores, IBM.
En esta ocasión, el dúo optó por comprar un programa de un tercero y adaptarlo. A IBM le pareció bien el producto (el Microsoft Disk Operating System, más conocido como MS-DOS), pero no le convenció el trato.
Gates y Allen quisieron venderle el programa al fabricante de ordenadores, pero IBM prefirió pagarles menos y que los programadores conservaran la licencia. Para que nos hagamos una idea, fue como si IBM tuviera ante sí la fórmula de la Coca-Cola y prefiriera comprar 100 botellas a hacerse con los ingredientes del refresco.
Propietarios de la fórmula del sistema operativo que empezaba a popularizarse en Estados Unidos y Europa, Gates y Allen se dedicaron a perfeccionarlo y a vendérselo a otras compañías.
Entre 1985 y 1990, Microsoft lanzó tres sistemas operativos bajo el nombre de Windows, ventanas en inglés (el nombre tiene su gracia, teniendo en cuenta que fue creado por Gates, que significa puertas).
Bromas aparte, este Windows se diferenciaba del afamado MS-DOS en muchas cosas, pero en una muy particular: la interfaz visual. MS-DOS era como un bloc de notas que inundaba toda la pantalla: fondo negro, letras verdes.
Cualquier cosa que quisieras hacer tenía esa pinta y solo podías ejecutar órdenes si las escribías en código.Windows cambió todo eso introduciendo las ventanas y el escritorio. Si estás leyendo esto desde tu ordenador, probablemente estés mirando una ventana.
Esos Windows antiguos también introdujeron iconos, el bloc de notas, el eterno Paint (el primero solo tenía un color) y, en la versión 3.0, la de 1990, el Buscaminas, los 16 colores y un puerto para poder enchufar una impresora.
Cuando parecía que el Windows 3.1 eran el no va más de la ofimática, con ventas millonarias y campeonatos mundiales de Buscaminas, en 1995 llegó el que se convertiría en el buque insignia de Microsoft, el sistema operativo estándar tanto en casa como en el trabajo: Windows 95.
Las novedades fueron a todos los niveles. Aparecieron el menú de Inicio, los botones para cerrar ventanas y minimizarlas/maximizarlas (antes tenías que ir a Archivo) y las barras de tareas.
Se multiplicaron los colores y los juegos empezaron a aprovechar la potencia de los ordenadores, con lo que dejaron de ser una herramienta de trabajo para convertirse en centros de ocio: con juegos, programas educativos (como la Encarta, de Microsoft) e Internet.
Así es: llegó Internet al hogar. Windows 95 fue el sistema operativo sobre el que se construyeron muchas de las grandes "puntocom": Amazon, Yahoo!, eBay o Zappos.
Visto con perspectiva, quizá el gran adelanto de Windows 95 fuera la posibilidad de navegar con su Internet Explorer, el navegador “de la casa”, que tuvo unos inicios muy complicados por la competencia implacable del estándar de la navegación online de entonces, el Netscape Navigator.
Sin embargo, Gates supo salvar este problema incluyendo su Explorer en todos los Windows. Esta simple reducción redujo drásticamente el número de personas que preferían usar el otro programa.
Esta práctica, la de integrar programas propios de Microsoft dentro de Windows le valió al CEO y compañía unas cuantas demandas por monopolio (no todas ellas ganadas).
A Windows 95 le siguieron otras tantas versiones, siendo Windows 10 la más reciente. Muchos han sido los cambios que han experimentado las versiones, pero quizá uno de los más importantes sea la aparición de Cortana, el asistente de voz.
Y no solo porque ejemplifique la apuesta de la compañía por este medio, sino porque nos indica hasta qué punto Microsoft es ya mucho más que la empresa de sistemas operativos que era originariamente.
Tanto Gates como Allen siempre tuvieron claro que Microsoft no se centraría solo en desarrollar y adaptar lenguajes de programación para que otros pudieran diseñar programas. Su intención desde el principio fue acercar la informática al hogar y a la oficina. En cuanto pudieron ponerse manos a la obra, crearon Office.
Hoy Microsoft Office es un estándar mundial en lo que se refiere a procesadores de textos (Word), hojas de cálculo (Excel), presentaciones (PowerPoint) y gestión de correos electrónicos (Outlook).
Pero no siempre fue así. De hecho, la primera versión de Office, que solo incluía Word, Excel y PowerPoint, no salió en un equipo con Windows, sino con Macintosh, el sistema operativo de Apple. Fue en 1989. A Windows 3.0 llegó un año más tarde.
Desde comienzos de los 90, el paquete Office estuvo compitiendo con los programas de otros fabricantes de software, pero según fue avanzando la década, y especialmente con la salida de Windows 98 —que los incluyó gratuitamente— la potencia de la familia Office terminó por imponerse.
Durante este tiempo hemos podido ver cómo se ha modificado el modo de comprar estos programas.
Se pasó de pagar por los disquetes y luego por la cajita de cartón que incluía los CD necesarios para instalar los programas, al más moderno y reciente SaaS o Software as a Service; es decir, descargar el programa de la nube y funcionar con algunos datos almacenados en el ordenador y el resto (la mayoría) en cloud.
Además de Outlook y OneNote (programa de notas y recordatorios), que empezaron a considerarse parte de Microsoft Office no hace demasiado, el otro gran miembro de la familia es Teams, la plataforma de trabajo compartido que también permite mantener videoconferencias.
Este año 2021 se cumplen 20 desde que Microsoft probara suerte en el mercado de las videoconsolas con su primera Xbox. Aunque ninguna de sus máquinas (cuatro hasta la fecha) ha conseguido arrebatar el liderazgo a Sony y sus Playstation, sí que ha sabido ponerle las cosas difíciles, estableciendo en determinadas épocas una sana competencia.
En esta carrera con Sony por la hegemonía de la consola para gamers (en la categoría de jugadores casual es Nintendo quien está muy por delante de ambas marcas), Microsoft ha ido construyendo su propia división de desarrollo de videojuegos.
Si bien siempre coqueteó con la idea, no fue hasta 2014 cuando se puso más en serio. El último gran acuerdo ha sido la compra de Zenimax, uno de los principales estudios mundiales —responsables de la mítica saga The Elder Scrolls— por más de 7.000 millones de euros.
La operación, anunciada en septiembre de 2020, es tan grande que fue sometida a examen por la Unión Europea, que vio indicios sobre un posible monopolio.
Tampoco es nuevo el interés de la compañía de software por las máquinas. En 2013 Microsoft compró Nokia por 5.440 millones de euros cuando esta había dejado de ser el gran fabricante de móviles de Occidente. La intención era reflotar este liderazgo con su propio teléfono y sistema operativo (Windows Phone).
La iniciativa no salió bien y dos años después el gigante vendió su negocio de telefonía móvil a dos compañías, una china y otra finlandesa, por 350 millones de euros.
A pesar de todo, Microsoft no se rendía y poco después volvió a la carga con otro tipo de hardware: Surface, su gama de dispositivos táctiles. Los hay de varios tamaños: desde tabletas a ordenadores portátiles con pantalla táctil y teclado extraíble, además de las Surface Hub, que son televisores planos táctiles destinados al sector empresarial.
A medio camino entre su pasión por el hardware y los videojuegos están las HoloLens, las gafas de realidad virtual que vieron la luz por primera vez en 2016 y actualmente van por su segunda versión, en el mercado desde 2019.
Otro de los grandes intereses de la multinacional más allá de la ofimática son el cloud computing y el big data. Al igual que otro de los productos estrella de Amazon, Microsoft Azure pone a disposición de las firmas un servicio de almacenamiento y procesamiento de datos en la nube.
Desde aquí las empresas pueden probar sus programas, hacer funcionar software de terceros o utilizar las máquinas de Microsoft para analizar ingentes cantidades de datos.
Una muestra del poderío de procesamiento en la nube de Azure, y también un poco como campaña de marketing, fue la firma en agosto de 2020 de un acuerdo con Universal. Gracias a este acuerdo, el estudio hollywoodiense usará la tecnología cloud de Azure para realizar online sus procesos de producción y posproducción.
En la actualidad parece claro que Microsoft sigue siendo una empresa de software, aunque su abanico de especializaciones es mucho mayor que hace 46 años.
Crea sistemas operativos, programas de ofimática para el ámbito doméstico y también para el empresarial, videojuegos, ordenadores táctiles, consolas, gafas de realidad virtual. Hasta tiene su propio servicio cloud.
Repasar la trayectoria de este mito es acercarse a la historia reciente de la tecnología. Lo tiene todo: sus decisiones acertadas, sus ideas fallidas, sus "¿qué podría salir mal?", sus "¿por qué no intentarlo?"; preguntas que surgen a diario en las start-ups modernas.
La empresa que fundaron Gates y Allen (fallecido en 2018) es hoy, y será, un hito no ya del mundo tecnológico, sino de la historia empresarial moderna.