¿Cómo puede competir la tecnología de Europa contra China y Estados Unidos?


Del pasado vive la cultura, la cohesión social y hasta los valores identitarios, pero no la economía. Aunque la Revolución Industrial se inició en Europa, en los últimos tres siglos este continente no ha sabido adaptarse para capitalizar los cambios tecnológicos que están impulsando los modelos de negocio del futuro.

Hoy la que durante milenios fue la zona de mayor influencia política, económica y militar del mundo, se enfrenta al enemigo más peligroso de su historia. Un monstruo que podría terminar de llevarse por delante un prestigio y poder antaño temido y respetado.

La pescadilla que se muerde la cola

El problema que vive Europa ha venido agravándose no solo por la inacción de las fuerzas políticas, acomodadas bajo un sistema con fecha de caducidad. La debilidad de las relaciones internacionales de los países europeos viene inducida por un envejecimiento progresivo y creciente de la población.

Y es que, mientras en 1950 tan solo el 12% de la población tenía más de 65 años, los pronósticos apuntan a que en 2050 esa ratio habrá crecido hasta nada menos que el 36% de los habitantes en el continente. Claro, que eso es tan solo una de las vertientes del problema.

Aunque la prolongación de la esperanza de vida (78 años de ahora frente a los 66 de mediados del pasado siglo) es un signo de bonanza y mejora de todos los indicadores socioeconómicos, en la práctica no es más que un foco de problemas para los ya endeudados estados.

Si la pirámide de población se invierte, tanto España como el resto de países tendrán que destinar cada vez más dinero público a sostener el sistema de pensiones, sufragar las prestaciones sociales y cuidar las redes sanitarias nacionales. Esto, inevitablemente, retrae fondos de otras partidas más competitivas.

El aumento de la demanda de atención requerirá importantes recursos financieros”, señalan desde el Centro Internacional de Envejecimiento. “En 2014, los países de la OCDE gastaron en promedio el 1,4% del PIB en atención a largo plazo, pero se prevé que estos costes aumentarán sustancialmente hasta alcanzar el 6,4% para 2060”.

Para Europa, la respuesta a este problema ya anticipado desde la Generación del Baby Boom, había pasado hasta ahora por el empleo. Sin embargo, hay otro mal endémico que está alimentando el bucle decadente: la caída de la natalidad. Si en 1950 era frecuente ver medias superiores a los 4 niños por mujer, hoy es complicado encontrar un país en el que esa cifra llegue a los 2 hijos promedio.

De acuerdo con Eurostat, este indicador lleva cayendo en Europa desde 1960 y la pandemia no ha hecho más que agravarlo.

"Aunque el número de nacimientos presenta desde hace ya varios años una constante tendencia a la baja, el descenso se ha acentuado nueve meses después del confinamiento de la población española durante el primer estado de alarma por la covid-19", sostiene el INE.

Sin niños en el futuro no habrá cotizantes a la Seguridad Social suficientes para sostener el gasto destinado a la población envejecida, y los Estados se verán obligados a condicionar sus planes estratégicos para las próximas décadas. A su vez, esto alimentará la inestabilidad laboral y seguirá incentivando el retraso de la maternidad. Es la pescadilla que se muerde la cola.

¿Qué tiene que ver todo esto con la competitividad tecnológica? La electrificación del parque móvil, la reindustralizaión hacia modelos verdes y la digitalización de la sociedad, por solo mencionar algunos procesos de transformación en alza, requieren grandes cantidades de dinero público para salir adelante. Y ese capital, tiene que estar orientado hacia la actividad privada.

El problema es que ni Google, ni Microsoft, ni Huawei ni ninguna de las otras grandes multinacionales que abanderan el futuro tecnológico, son de origen europeo. Para encontrar a los primeros representantes del continente hay que bucear hasta la posición número 50 del ranking de empresas con mayor capitalización bursátil.

Pensar en LVMH, L’Oreal o la holandesa ASML como competidoras de Walt Disney, Apple o Alphabet resulta absurdo, y lo es porque las autoridades europeas han estado las últimas dos décadas ignorando las necesidades de protección competitiva de estas marcas patrias.

Todos contra China ¿incluida Europa?

El neoliberalismo permitió a las GAFAM (gigantes tecnológicas) desembarcar en Normandía a principios de los 2000 sin encontrar obstáculos administrativos. Esto, según señalan desde EOM, favoreció que Google y compañía ganaran más y más poder. Sin competencia, dichas compañías estaban socavando la competitividad del continente.

Así, quienes debieran ser los principales aliados de la UE para salir del atolladero, se han convertido en bombas de relojería para la hoja de ruta de la Comisión. Estados Unidos por el monopolio Big Data que tienen sus empresas, y China por el dominio tecnológico y la presión en telecomunicaciones.

No hay más que prestar atención al caso de Huawei para entenderlo. La empresa asiática recibió importantes subvenciones públicas hace dos décadas que le permitieron hacer competencia desleal (con precios más bajos), y borrar del mapa a marcas europeas tan conocidas como British Telecom en 2006 o Alcatel en 2016.

Para Mathias Döpfner, CEO de la editorial germana Axel Springer, el punto de inflexión mundial que acabó con el dominio norteamericano consolidado tras la Guerra Fría, se inició el 11 de diciembre de 2001. Fue en ese momento cuando la OMC aceptó la adhesión de China tras 15 años de negociaciones.

Desde entonces, la producción de Estados Unidos en el producto mundial bruto (PMB) pasó del 20.18% en 2001 al 15.03% en 2019. La participación de Europa cayó del 23.5% al 16.05%, una reducción del 7.45% en menos de 2 décadas. Mientras tanto, la participación china ha aumentado del 7.84% al 19.24% en el mismo período, con una tasa de crecimiento anual del 9%”.

influencia mundial

El error habría sido exponer las economías de democracias tradicionales a un capitalismo mucho más puro y caníbal que crece sin ataduras sociales ni reglas tan claras de bienestar social. “El resultado ha sido la simetría, en lugar de la reciprocidad”. Las afectadas son tanto Europa como Estados Unidos, pero esta última parte de una posición bien distinta al Viejo Continente.

Primero porque su natalidad y envejecimiento están en una fase más temprana del declive global —con pronósticos igual de decadentes pero fijados en un plazo algo más flexible—, y segundo porque cuentan con una soberanía monetaria que la capacita para seguir sacando réditos al control blando instalado en Occidente desde la década de 1980.

Sin ir más lejos, el pasado junio la administración norteamericana aprobó el pasado junio el proyecto de ley de Innovación y Competencia 2021; un paquete de estímulos de 250.000 millones de dólares con los que se pretende combatir la presión tecnológica e industrial de China.

Una quinta parte de este estímulo se destinará a la fabricación de chips semiconductores, los protagonistas de la crisis que está padeciendo la industria del automóvil, y principales puntales de la dependencia que tienen las principales potencias respecto al gigante asiático.

"Tenemos que asegurarnos de que seguimos siendo relevantes e innovadores y que estamos a la última en esas tecnologías", apunta el exembajador de Estados Unidos en Europa Andrew Gardner.

Es solo una pieza más del desacople y plan de choque que está levantando Biden contra lo que se conoce como “La nueva ruta de la seda China” (One Belt, One Road Initiative o BRI); el proyecto chino presentado el pasado 2013.

De esa estrategia también nace el B3W o Build Back Better World, una iniciativa de colaboración entre las principales democracias del mundo para mejorar las infraestructuras con estímulos de hasta 40.000 millones de dólares. Es, obviamente, una respuesta directa a la administración de Xi Jinping.

¿Qué está haciendo Europa al respecto? Históricamente siempre se ha considerado a Estados Unidos como el aliado natural del continente, pero los expertos coinciden en que ahora la UE tiene la oportunidad de construir una nueva realidad alejada del maniqueísmo clásico entre “mamá” capitalista y “papá” comunista.

Es cierto que desde el país de la libertad se presiona para que, por ejemplo, Europa secunde el boicot a Huawei para evitar el despliegue de la red 5G que está liderando la firma por el continente. “Si no comprendemos la amenaza que supone y no hacemos algo al respecto, al final la OTAN, la alianza militar más exitosa de la historia, se verá comprometida”, apuntaba el secretario de Defensa Mark Esper.

Sobre el papel, no obstante, la Comisión tiene unos intereses y compromisos muy distintos a los de Estados Unidos. Por eso no hay una voz unánime en el continente. Mientras Francia defiende una soberanía tecnológica propia, Alemania ve con buenos ojos el avance asiático para trazar nuevos acuerdos internacionales.

La UE y sus Estados miembros se han dado cuenta de que no están preparados para un orden internacional basado más en la fuerza que en las reglas”, apuntan desde el Real Instituto Elcano. “Puede que estén de acuerdo con muchas de las quejas de Estados Unidos sobre China, pero no están conformes con la estrategia de confrontación adoptada por Washington”.

Hasta ahora el continente había basado su estrategia sobre dos ramas: un sistema liberal alimentado por acuerdos de libre comercio con Canadá, Japón y Mercosur, y un endurecimiento de las condiciones y posiciones para competir con Estados Unidos, Rusia y China en cuestiones digitales.

La UE podría seguir realizando su acto de equilibrio estratégico, pero cuanto más tiempo camine por la cuerda, más difícil será seguir su curso manteniendo a todos sus miembros sobre sus hombros”, valora el think-tank. Es momento de replantear enfoques y planes.

El caso particular de España en el nuevo Orden Mundial

Cada Estado miembro de la UE tiene sus propios intereses y planes frente al mercado tecnológico, y España no es una excepción. Nuestro país está protegido y favorecido por el bilateralismo —ahora más con Biden— de Estados Unidos, y al mismo tiempo ve en China —a pesar de sus diferencias respecto a sus valores no liberales— un reto desafiante y atractivo para combatir problemas como el cambio climático.

De acuerdo con Mario Esteban y Miguel Otero-Iglesias, “la creciente rivalidad entre China y Estados Unidos hace más evidente para España la necesidad de avanzar en la integración europea y en la autonomía estratégica”. Todo ello mientras el país termina de decidir si defender la soberanía tecnológica en la UE frente al país americano o seguir dependiendo de él, y si el gigante asiático es una amenaza real o no.

Si vamos a las estadísticas, la realidad es que China es más importante a nivel económico que Estados Unidos para España. El 8,6% de las importaciones provienen de esa parte del mundo, mientras que lo que nos llega del otro lado del Atlántico solo representa el 4,5% del total.

Esto no quiere decir que nuestro país se entregue a los brazos de la potencia oriental. De hecho, los expertos consideran que los años de aperturismo sin condiciones han pasado a mejor vida, y que ahora el Gobierno buscará seguir aumentando las relaciones pero ya no desde un prisma solidario, sino desde un marco igualitario de economía desarrollada a economía desarrollada.

¿Qué hay de la tecnología? Según el Real Instituto El Cano, “España está mucho más dispuesta a apoyar el liderazgo franco-alemán en consorcios europeos en plataformas digitales europeas, infraestructuras cloud o Inteligencia Artificial —siguiendo el modelo de Airbus— que en apoyar sin condiciones a esos países”.

Nuestro país tiene un importante problema de infraestructuras, y aunque ya está poniendo en marcha planes públicos de inversión para atraer capital extranjero hacia procesos de transformación digital, la respuesta estratégica al plan de competitividad futura pasará por sacrificar “la ambición de la integración en aras de la inclusión”.

Comentando el libro de Fidel Sendagorta, “Estrategias de poder. China, Estados Unidos y Europa en la era de la gran rivalidad”, el analista político Antonio R. Rubio Plo considera que “Europa no se enfrenta a la famosa trampa de Tucídicles, popularizada por Graham Allison, y que advierte sobre el peligro de una guerra entre china y Estados Unidos.

Se enfrenta a lo que podría llamarse la ‘trampa de Eurasia’, que no solo la conduciría a la irrelevancia geopolítica sino también a la pérdida de atractivo del proceso de integración europeo, cuestionado por quienes creen que los autoritarismos son mucho más eficaces. De ahí la necesidad de incrementar la presencia de Europa en Asia, con o sin coordinación con Estados Unidos”.

Mejor disrupción que transformación digital

¿Existe salida para Europa? La respuesta no pasa por una única medida o estrategia. La inestabilidad del contexto mundial hace complicado encontrar una vía clara y segura para todos los retos a los que se enfrenta el Viejo Continente. Además, no es que haya precisamente un consenso claro entre los países para identificarla.

Más confiados sí se expresan los analistas. Andrés Pedreño y Miguel Otero expresaban en el espacio de reflexión “Banking Lab” que la UE no debería conformarse con sobrevivir a la guerra sino-americana, sino que habría de romper su zona de confort para liderar junto a esos países la deriva global del futuro.

Eso, para empezar, debería pasar por dejar de hablar tanto de Transformación Digital e innovación, para comenzar a enfocar el asunto desde la disrupción. Es decir, abandonar el marketing político y los planes idealistas, para bajar a tierra estrategias concretas que posibiliten mantener esa deseada soberanía.

"Estamos poniendo el foco en la transformación digital de sectores tradicionales, pero importamos las tecnologías y dependemos de todos los gigantes tecnológicos de otros países", señalaba Pedreño. Eso nos conduciría a salir del proceso de cambio digital convertidos en una región más dependiente todavía.

¿Qué recomiendan? Por un lado que haya un sector público muy eficiente y por otro un emprendimiento con mentalidad global. Eso sí, no hablamos de startups y emprendedores al uso. “No necesitamos tantos innovadores, necesitamos disruptores, gente con una mentalidad ambiciosa basada en tecnologías de propósito general y que exploten todo su potencial”.

Ese I+D+d (de “disrupción”) podría construirse sobre Pactos de Estado en un marco europeo, los fondos de recuperación ya ejecutados y una regulación efectiva que evite, una vez más, la pérdida de competitividad. El plazo, eso sí, es muy corto y la dificultad creciente.

En Yoigo Negocios no sabemos cuál será el reparto de pesos tecnológicos en el futuro, pero sí estamos convencidos de que Europa vive una encrucijada histórica sin parangón. Prepararse para el futuro significará estar al tanto de inercias y tendencias. Únete a este viaje llamando al 900 676 535 o visitando nuestra web.